"LAS RARAS FICHAS EMITIDAS POR EL HAVANA YACHT CLUB"
Dentro de la colección de fichas de juego cubanas unas de las más buscadas por los coleccionistas son las emitidas por la importante sociedad de recreo habanera conocida como el Havana Yacht Club. Han sido diversas las teorías que justifican la rareza de estas piezas, entre las cuales la de que fueron lanzadas al mar en medio de una travesía en la que abandonaban el país sus dueños es una de las mas socorridas. Sin embargo nuestra opinión es diferente, tal vez menos novelesca pero si más objetiva. Veamos:
La historia del Club…
Las sociedades deportivas habaneras, algunas de ellas creadas en los tiempos coloniales, fueron un motivo de legítimo orgullo para la capital, en una época en que el cultivo de los ejercicios físicos tuvo una gran trascendencia en las clases aristócratas de aquellos tiempos, cuyos hombres buscaban, a través del deporte, el desarrollo corporal de los más jóvenes y el merecido descanso de los mayores, después de sus labores habituales de oficina. En 1886, un grupo de esos jóvenes, aficionados a los deportes náuticos, acostumbraba reunirse los domingos en una pequeña casa de madera que poseía en la Playa de Marianao el norteamericano Charles R. Todd, y en una de esas tertulias surgió la idea de crear un club deportivo con el fin de dar organización legal a sus actividades. Aceptado el proyecto por todos los miembros del grupo, se celebró una junta en la noche del 27 de octubre de aquel año, y quedó constituida oficialmente la sociedad, a la que dieron el nombre de Havana Yacht Club. El Reglamento, aprobado por todos los integrantes del Club, comenzó a regir en 1887, y se crearon dos comisiones permanentes, denominadas Comité de la Casa y Comité de Regatas, encargadas de las diversas actividades. La sociedad fue instalada, en un principio, en la propia casa del señor Todd, que gentilmente accedió a ceder parte de sus comodidades en bien de la institución.
Unos años después, en 1893, fue trasladada a un nuevo edificio en la propia Playa de Marianao, adquirido por la institución y situado en una privilegiada posición junto al mar y con una magnifica playa en la cual se construyó un embarcadero muy bien protegido y con las mejores condiciones para el desarrollo de las regatas que constituyeron la principal actividad de sus miembro.
Vistas del centro en sus primeros tiempos - tomadas desde la playa
Al cesar el dominio español y establecerse la República, el Club tuvo un crecimiento notable en su membresía a la vez que incorporó nuevos elementos para el disfrute de sus asociados, por lo que la edificación que ocupaba resultó pequeña y se hizo inevitable pensar en un nuevo traslado. A ese fin, en 1915, varios directivos comenzaron a laborar en un hermoso proyecto para dotar al Club de un edificio más apropiado y de acuerdo con las exigencias del momento. Para recaudar los fondos requeridos por la construcción se aumentaron las cuotas de entrada y mensual y a la vez se recabó la contribución de los propios socios, con lo que pudo resolverse la fabricación de su última y definitiva edificación, que comenzó a levantarse, en el mismo lugar de la anterior, el 19 de mayo de 1922 quedando inaugurada oficialmente el 17 de enero de 1925 y siendo su edificio uno de los más bellos en su género de todo el continente americano. Construido por la casa norteamericana Purdy & Henderson Company, bajo la inspección del arquitecto cubano Rafael C. Goyeneche, fue equipado con todo lujo, encargándose el mobiliario, vajillas, platerías, lámparas, etc., a las mejores casas de Europa y los Estados Unidos.
El nuevo edificio visto desde la rotonda de la 5ta Avenida y desde el mar
Las fichas que nos ocupan…
De todo lo anterior se desprende que este Club fue uno de los más importantes y a la vez selectivos del país, teniendo durante los largos años que existió como actividad fundamental los deportes náuticos. Por otra parte, contrariamente a la idea generalizada de que Cuba era un paraíso para el juego, durante los primeros 50 años de la época republicana no estuvo este permitido a no ser en establecimientos ajustados a la ley de Turismo de 1919 de los cuales unos pocos como el Gran Casino Nacional oficialmente autorizado y el Monsmartre, Sans Souci y Jockey Club por la izquierda y amparados en los espectáculos que ofrecían. Estos fueron los pocos que llegaron a establecer casinos como tales, habilitados con mesas de ruleta, maquinas tragamonedas, etc.
Sin embargo en diversas sociedades y clubes se jugaba discretamente, pero más bien juegos de mesas usando dados y cartas. Para esto fue que se prepararon las fichas de este club al igual que muchas más de la colección cubana. Estas fueron fichas sin valor, que se ajustaban a diferentes usos en los múltiples juegos de azar practicados por sus socios en sus apuestas a puertas cerradas. Por esa razón no fueron abundantes, ni tuvo la emisión las series de diferentes valores que se usaban en los casinos de categoría.
Son estas fichas del tipo “Creast and Seal”, el cual egún hemos visto en la introducción se comenzó a fabricar durante la década del cuarenta. De ellas son conocidos por nosotros 5 colores diferentes, los usuales en la época: rojo, amarillo, azul, verde y crema, aunque no descartamos que haya existido algún otro. Ostentan en su centro la bandera que durante toda su existencia uso el establecimiento como logotipo.
En nuestra opinión la rareza de estas fichas se basa sencillamente en que su emisión además de bastante antigua fue muy limitada, de uso elitista y por consiguiente fueron piezas celosamente guardadas y controladas. Según nuestra experiencia aparecen estas aisladamente en la actualidad, más bien en manos de personas muy selectas, familiares de la alta burguesía criolla, cuyos poseedores originales tuvieron la ocurrencia de sustraerlas o quedárselas como recuerdo o souvenir. No fue este el caso de un establecimiento popular y muy visitado como otros de la ciudad en los cuales se jugaba abiertamente.
Un detalle de interés es que en ocasión de revisar la colección de revistas editadas por el establecimiento y que contiene más de veinte volúmenes agrupados por años no encontramos la más leve referencia a fichas o juegos de azar.
De todas formas esto es simplemente una opinión que abre una interrogante sobre un tema de gran interés para los coleccionistas de las fichas de juego cubanas y que en el futuro pudiera ser aclarado por alguien que haya tenido la suerte de conocer a alguien familiarizado con el transcurrir de este centro.