¿QUIEN FUE LA CARMELINA QUE TAN BIEN VIVIO?


NO sabemos si en otros países o idiomas el refrán es tan popular y usado como en Cuba. Muchas veces, guiado por esas cortas frases que con menos de diez palabras resumen lo que necesitaríamos explicar con cientos, afronta el ciudadano común problemas que se le presentan, da consejos, toma decisiones, alaba o critica, en fin emula con un filósofo a la hora de resolver las difíciles situaciones de la vida diaria.

“Vivir como Carmelina” es uno de los refranes  que más usa y disfruta el cubano. Nos llama la atención por su peculiar connotación y lo agradable que suena al oído; tal vez si nos dijera “vivir como Carmen” o “vivir como Juana” no hubiera sido tan popular….pero Carmelina resulta tan musical, tan peculiar que le viene como anillo al dedo a esta expresión que fue una de las más usadas a finales de la era republicana y aun hoy en día se mantiene constantemente en boca del cubano por su genial connotación, aplicable a aquellas mujeres a las cuales la suerte les acompaña en un buen vivir sin que ello se deba a su propio esfuerzo. Lo adjudica a diario la madre a la hija que no es dada a los quehaceres hogareños, el marido a la mujer holgazana, el envidioso a la vecina que bien viste o trabaja, etc... En fin, pocos son los que no han pronunciado esa frase en algún momento de su vida.

Sin embargo como en muchos de los asuntos de un pasado esquivo sucede que el personaje o los hechos que le dieron vida a tan mentado refrán no tienen un origen certero. Al parecer no vino como otros muchos de nuestra madre patria en el paquete idiomático,  ni se formó junto a nuestra identidad nacional pues revisando cientos de publicaciones de las primeras décadas del siglo pasado, o del anterior, nunca lo hemos encontrado. Todo parece indicar que cuando empezó a usarse fue a finales de le época republicana.

Revisando páginas en la red y algunos pocos escritos que sobre el tema en ella existen hemos podido encontrar que aunque discutida ha sido la identidad de su protagonista atribuida a Carmelina Arechabala, la nieta del fundador de la gran fábrica de licores que existió en Cárdenas desde 1878  y que llegó a producir el conocido ron Havana Club.

El hecho de que dicha fábrica  haya publicado una revista de tirada mensual, que con el nombre de “Gordejuela” (el poblado de origen de su fundador Don José Arechabala y Aldama), nos mostrara desde inicios de los cuarenta hasta finales de la etapa republicana las características de sus instalaciones  y los más diversos detalles relativos a la fabricación del producto que la distinguía, así como la vida social y las variadas actividades de la cúpula que la dirigía,  nos ha permitido revisar cientos de páginas en busca de la imagen de esta mentada mujer y los hechos que rodearon su vida.

Fue esta fábrica algo así como el corazón de la ciudad de Cárdenas. Con sus cientos de trabajadores, las instalaciones que construyó, el auge que le infundió  su terminal marítima, se puede decir que de su suerte y progreso dependió en gran parte el desarrollo de la ciudad. Por ello no es de extrañar que fueran los integrantes de la familia que la conformó patrones para ese pueblo y que sus vidas o actuaciones estuvieran constantemente de boca en boca de sus ciudadanos. Y que Carmelina como heredera y representante de esta gran familia se haya ganado en un momento determinado esa distinción de ser considerada como ejemplo que quien lleva la gran vida no es de extrañar. Consideración sin embargo injusta pues provenía de un pueblo que tal vez solo la veía de lejos  y poco sabía del verdadero decursar de su existencia.  Decimos que injusta porque según el juicio que nos ha transmitido la investigación que hemos hecho sobre su vida no fue Carmelina el mejor  ejemplo de quien lleva una buena vida sin grandes responsabilidades  en un país donde existieron cientos de tontas de capirote, primeras damas, esposas o amantes de políticos y magnates, hijas de aristócratas, etc. que rodeadas de grandes lujos y en la más completa ignorancia pasaron por la vida sin saber que pasaron, solo para ilustrar si acaso las páginas de las revistas sociales.

María del Carmen Arechabala y Arechabala era nieta del fundador Don José Arechabala y Aldama, hija de Carmen Arechabala y Hurtado de Mendoza (conocida como Doña Carmela)  y de Don José Arechabala Saínz.  En Madrid contrajo matrimonio con el cardenense Dr. Miguel Ángel Arechabala y Torrontegui, hijo de Ramón Arechabala y  Saínz (sobrino del fundador Don José) y Catalina Torrontegui y Garteiz, graduado de abogado en la Universidad de la Habana en 1925. Ambos como podemos ver estaban lejanamente emparentados. Pasando el tiempo su esposo llegó a ser director de la Compañía, cargo que desempeñó  con acierto y humildad hasta que el 21 de septiembre de 1946, a los 42 años, falleció de un inesperado infarto cardíaco  mientras se encontraba en su residencia de descanso en la playa de Varadero. Ya por esos tiempos el matrimonio tenía dos hijos. A  partir de entonces y hasta que pudimos seguir su rastro a través de los artículos de la revista la vida de nuestra protagonista transcurrió entre los usuales deberes de madre y la asistencia a diversas actividades benéficas, religiosas, culturales, etc. patrocinadas por la fábrica.

A continuación mostraremos algunas de las imágenes que hemos encontrado en dichas revistas a través de las cuales  podrá el visitante conocer a Carmelina y hacerse su propia idea sobre la posibilidad de que sea ella la protagonista del refrán que nos ocupa.

 


 


 


Como vemos no fue Carmelina Arechabala una mujer de vida muelle, opulenta  o inútil. Su continua presencia en las actividades de la fábrica, la familia que formó tras la temprana pérdida  de su esposo, la sencilla y elegante forma en que vestía, las reseñas que hemos visto sobre las actividades sociales y de caridad en que participaba, etc.,  nos la presentan como una más de las tantas damas de la burguesía cubana que fueron ejemplo de abnegación y buen gusto.

En fin, pretendemos que esta página aunque no pase de ser un granito de arena en el gran desierto de información que tiene este asunto en algo ayude a conformar una futura respuesta. Tal vez algún visitante que haya vivido esa época, cercano a Carmelina, u otro que tenga datos más fidedignos sobre esta cuestión, nos ayude a encontrar una respuesta definitiva. Si esto sucede inmediatamente se lo haremos saber.