AUTOMOVILISMO: EL GRAN PREMIO DE CUBA DE 1958 Y SU TRAGICO ACCIDENTE
El segundo Gran Premio de Cuba de 1958 se caracterizó por dos hechos memorables: el secuestro del campeón mundial de Fórmula 1 Juan Manuel Fangio y un terrible accidente en que fallecieron seis personas y decenas resultaron heridos de gravedad. Fue patrocinado por el gobierno batistiano sin las condiciones necesarias, con la finalidad de demostrar a la opinión mundial que en el país se respiraba tranquilidad y que la insurrección estaba controlada. Como antecedente tenía al Gran Premio de 1957, que había sido un éxito.
Su organizador fue el general Roberto Fernández Miranda, cuñado de Batista y Director de Deportes en aquel momento, contando con un gran despliegue publicitario, la presencia de los mejores corredores del patio y del mundo e incluso tres carreras adicionales. Siguiendo la tradición se editó un detallado folleto con el programa del evento y todas las especificaciones necesarias. Su portada ostentó un llamativo diseño de Eladio Rivadulla que también se usó para confeccionar el cartel de propaganda para el evento.

Sin embargo lo que de verdad necesitaba una carrera de ese tipo, con autos que ya en aquellos tiempos desarrollaban velocidades considerables era una pista adecuada. El circuito como podremos ver en esta propaganda de la marca Buick utilizaba el hermoso malecón habanero con 5591 metros productos de la ida y vuelta desde el Parque Maceo hasta la calle G. Nada que ver con los tramos, curvas, peraltes y gradas para el público usuales de un evento de ese género. Todo ello dio lugar al accidente en cuestión.

Ya en esta sección existe una página dedicada a la parte del secuestro de Juan Miguel Fangio por miembros del Movimiento 26 de Julio. Forma parte de una extensa crónica publicada por la revista Bohemia a raíz de la carrera que constituye un testimonio invaluable por su inmediatez y las buenas imágenes que contiene. Este apareció en el número de Marzo 2 de 1958, a una semana del hecho. Sus titulares: “Un REPORTAJE en 2 TIEMPOS: El SENSACIONAL SECUESTRO DE JUAN MANUEL FANGIO / AL AIRE SALTABAN CUERPOS HUMANOS”

Como podemos ver es un reportaje en dos tiempos o partes: una dedicado al secuestro y otra al trágico accidente que se produjo durante la carrera que en definitiva tuvo que ser suspendida. A esa segunda parte dedicaremos esta página. En esta ocasión incluiremos las fotos que contiene el artículo aparte del texto, en la galería adjunta, pues constituyen una especie de foto-reportaje sobre el suceso. Advertimos que algunas son bastante crudas pues siguen el estilo de la revista que explotaba el sensacionalismo en aras de una amplia tirada.
Veamos la transcripción literal del artículo:
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El plagio del campeón quebró las perspectivas de éxito artístico del II Clásico. Ausente Fangio, la competencia se transformaba en un paseo para el inglés Stirling Moss. El espectáculo dejó de ser una atracción deportiva para saturarse de contenido político. En el circuito de Malecón y Calzada se iba a ventilar otro capítulo de la contienda civil.
Más de 1,500 miembros de los cuerpos de seguridad, de uniforme y atuendo civil, ocuparon posiciones estratégicas en la amplia zona de las carreras. A cada uno de los volantes extranjeros se le asignó una guardia personal. Los carros eran celosamente vigilados. Un clima inquietante presidía los preparativos del evento.
Para los ases del timón, aquella era una situación insólita. Al bordo de la arrancada, cuando más requerían del control de sus nervios, se veían rodeados de “guardaespaldas’ envueltos en una atmósfera de ingratos augurios. En más de una oportunidad, junto al Ferrari de Moss se improvisaron cambios de impresiones. Se habló de una retirada colectiva.
—Esto es extenuante, adujo el vencedor del Premio de Buenos Aires; yo nunca he corrido en estas condiciones. Me siento deprimido...
El americano Schell no disimulo sus preocupaciones:
—Si mi custodio se pone nervioso, el primer tiro lo cojo yo . .
En condiciones normales el clásico hubiera atraído una concurrencia multitudinaria. Al derivar en porción beligerante del conflicto nacional, el público prefirió retraerse, ahuyentado por una impresionante ola de rumores. Al último minuto, la comisión organizadora optó por abrir las calles y cerrar las taquillas, en un esfuerzo por cubrir las aceras, inyectando un mínimo de entusiasmo a la competencia.
La orden de partida se demoraba. Los equipos de Obras Públicas recorrieron la pista en operaciones de limpieza, en previsión de cualquier sabotaje. Luego se escenificaron las ceremonias de rigor y la banda del estado mayor del Ejército interpretó los himnos de los países representados en los quinientos kilómetros. La atención general se concentraba en el grupo de ases reunidos alrededor de Moss. A través de la radio, en las voces de los locutores, se percibía la inquietud.
El dominicano Porfirio Rubirosa miraba su reloj a cada instante. Hubo un momento en que alzo los brazos en un arranque de impaciencia.
-¿Pero qué pasa ahora? ¡Ya son más de las tres!
Por fin, poco antes de las 3:30, los poderosos carros se alinearon para la arrancada conforme a los tiempos registrados en las pruebas de clasificación. Moos ocupó la posición puntera. Se integraron las filas y los motores rugieron al unísono. Cuando descendió la bandera a cuadros del starter, las poderosas máquinas partieron como bólidos por Malecón hasta Paseo.
Unos segundos marcharon en una sola masa multicolor. Enseguida, el grupo compacto se desintegró al ganar la delantera unos y quedar rezagados otros. Al frente de todos, tal como se esperaba, Stirling Moss, con su Ferrari de 4,100 litros, marcado con el número 4. En segundo lugar Masten Gregory.
El espectáculo era, ciertamente, de gran emoción y colorido. Los carros, al impulsarse en las rectas, daban la sensación de alzar el vuelo y lucía como si las gomas se hubieran levantado de la pista. En las aceras y bocacalles, protegidas por pasarelas, el público se replegaba en instintivo encogimiento cuando cruzaban los pequeños cometas a más de doscientos kilómetros por hora.
Para los entendidos en el fascinante deporte constituía un motivo de admiración contemplar como los famosos volantes extranjeros tomaban las curvas, ceñidos al contén en un extraordinario alarde de pericia, con absoluto dominio del timón. Algunos acotaron que otros drivers de menos, experiencia - entre ellos los cubanos poco familiarizados con las marcas europeas - trazaban peligrosos zigzagueos en las curvas.
A lo largo de Calzada cruzaron Moss y Gregory disputándose el primer lugar. Algo atrás, el Maseratti de Carrol Shelby y el Ferrari de Von Trips. Venía luego un grupo intermedio y al final, tras un vacío de segundos, los rezagados, casi a una vuelta completa de los líderes. Las cabezas dibujaban un arco de izquierda a derecha siguiendo el paso veloz de los competidores.
El carro número 54, un Ferrari, manejado por Armando García Cifuentes, rebasó el edificio de la Embajada Americana. De súbito, hubo una exclamación de horror. La máquina, fuera de control, se precipitaba contra la acera derecha. Enseguida, con un escalofriante chirriar de las gomas se desplazaba hacia el lado opuesto. El vehículo estaba casi ladeado, con dos de sus ruedas en el aire. En esa forma, como un proyectil de hierro se proyectó contra la zona de seguridad.
Así se abrió camino entre los espectadores hasta estrellarse contra una grúa de Obras Públicas. Al aire saltaban cuerpos humanos y pedazos de metal, mientras el Ferrari abría un surco de muerte. En esos instantes asomaban, sin percatarse del accidente, Moss y Gregory, que completaban otra vuelta. Para entonces, ya el II Clásico se desintegraba en un cuadro de sangre.
Algunos pilotos se detenían espontáneamente, aún antes de que las banderas rojas señalaran el final del evento. Tampoco era posible seguir corriendo cuando el público, en generosa reacción de auxilio, acudía al escenario de la catástrofe, desbordándose sobre la pista. Sobre el pavimento se extendía una enorme mancha de aceite.
No había ambulancias suficientes para conducir a los heridos. Algunos lamentables defectos de organización se pusieron en evidencia Un camión del MOP sirvió para recoger la mayor parte de las víctimas. Las primeras noticias hablaban de cuatro muertos y una veintena de heridos. Las cifras aumentaron con el curso de las horas. Se canceló la competencia.
La sospecha de un acto de sabotaje gravitó sobre el origen del accidente, manteniendo en suspenso la atención pública. La declaración de los comisarios técnicos del II Gran Premio de Cuba disipó cualquier duda. El informe:
—En relación con el percance sufrido por García Cifuentes, los técnicos eliminan, en lo absoluto, toda sospecha de sabotaje, ya que el lugar del accidente fue revisado cuidadosamente, tan pronto ocurrió. Se conjetura que García Cifuentes no pudo dominar el automóvil. Se deduce por lo mal que había entrado en otras curvas, que estaba manejando deficientemente. Lo real, lo absoluto, es que García Cifuentes perdió el dominio del carro, que bien pudo suceder al intentar un cambio y no entrarle la velocidad, yéndose contra el contén, para después caer sobre el público.
Para el pueblo cubano, los acontecimientos ligados al II Gran Premio de Cuba revestían un doble carácter. De un lado, había disfrutado las alternativas, felizmente concluidas, de un sensacional secuestro. De otro, le quedaba en el alma la huella inolvidable de una tragedia colectiva. De todo había habido en el impresionante final de febrero.
Lo que costó el espectáculo:
¿A cuánto puede ascender el costo del malogrado Gran Premio de Cuba? La respuesta es difícil. Fuentes extraoficiales señalaron que la organización del I Gran Premio, celebrado el año pasado, representó una inversión aproximada de ciento diez mil pesos, y quienes están vinculados al ofrecido el pasado lunes, día 24 en el circuito del Malecón, consideran que esa cifra se ha visto aumentada por la contratación de un mayor número de grandes ases del timón en el sector internacional, lo que implica al propio tiempo, un mayor número de autos importados desde lugares remotos especialmente para esta carrera.
Uno de los puntos que se ha tratado de establecer con estos dos primeros eventos es la posibilidad de brindarlos sin apoyo oficial, y aunque es factible que en un futuro no lejano pueda hacerse costeable con la recaudación lograda en taquilla, por ahora implicaría una pérdida cuantiosa que ninguna empresa privada estaría en disposición de absorber. En una conferencia de prensa celebrada semanas después del I Gran Premio, el Director General de Deportes, el entonces coronel y ahora general Roberto Fernández Miranda reveló que el espectáculo había dejado pérdidas por valor de $40,000.00.
La magnitud de estas competencias internacionales de automovilismo se aprecia más diáfanamente en las cifras cuantiosas que han perdido otros países del continente americano que precedieron a Cuba en el montaje del espectáculo. Argentina sufrió pérdidas por valor de ciento cincuenta mil dólares al escenificar el I Gran Premio de Buenos Aires, y Venezuela tuvo en su primer año una pérdida similar, viéndose obligado e gobierno a subvencionar con ciento veinte mil pesos la organización del II Gran Premio corrido el año pasado.
Comparando esas sumas con los cuarenta mil pesos que costó el I Gran Premio de Cuba, llégase al convencimiento de que La Habana demostró en aquella oportunidad ser una excelente plaza para el automovilismo, máxime, cuando una crecida parte de esas pérdidas obedecieron a hechos imprevistos, como la huelga que por aquellos días se mantuvo en los muelles de New York y que dejó atrapados en la bodega de un barco procedente de Europa, un total de nueve máquinas. La inversión para traer esos carros estaba realizada y además fue necesario reemplazarlos con otros, entre los cuales se incluyó el que tripuló Juan Manuel Fangio, traído por avión desde Buenos Aires, a un costo de seis mil cuatrocientos pesos.
Precisamente en este II Gran Premio del pasado lunes el propio Fangio víctima del espectacular secuestro hizo aumentar la relación de gastos, al solicitar el reemplazo del motor de su Maseratti, cuatro días antes del evento. Fue necesario traer un nuevo motor en avión desde Italia, a un costo aproximado de cuatro mil quinientos pesos de los cuales una parte corrió por cuenta de los organizadores.
Los fanáticos, que generalmente aprecian el aspecto superficial de los eventos deportivos, obtienen solo una vaga idea del costo de un Gran Premio, porque el dinero para los ganadores resulta aparentemente irrisorio. El montante de los premios de la carrera del 24 de febrero ascendió a diez mil pesos; pero lo interesante en todo esto es que cada uno de los corredores de fama internacional contratados para el evento viene con una suma garantizada por el solo derecho de inscripción, sin olvidar que hay que pagarle los pasajes y los gastos de estancia, además de los gastos que ocasiona el traslado de los carros que han de tripular
En el II Gran Premio de Cuna fueron contratados veintisiete drivers extranjeros. Algunos llegaron a La Habana procedentes de Buenos Aires, donde habían competido dos semanas antes; muchos otros vinieron directamente de Europa y varios desde los Estados Unidos.
A Juan Manuel Fangio se le pago aproximadamente diez mil pesos por inscribirse y se calcula que otros volantes famosos como el inglés Stirling Moss y el francés Jean Behra, obtuvieron cifras que pueden calcularse en cinco mil pesos por el derecho a figurar en el entry del II Gran Premio. Claro que no todos los corredores contratados obtienen bolsas tan altas corno los tres mencionados, pero hay muchos que también perciben cantidades sustanciosas y es posible promediar en unos dos mil pesos lo que se abona a cada uno de los competidores.
Si aceptamos que Fangio, Stirling Moss y Jean Behra obtienen sumas que hacen ascender a veinte mil pesos sus emolumentos, y se calcula entre dos mil y dos mil quinientos el pago a los restantes astros, llegamos a la conclusión de que sólo por derecho de participación, se paga a esos veintisiete drivers un aproximado de ochenta mil pesos.
La mayoría de esos drivers, así como los mecánicos que le acompañan y los dirigentes de las organizaciones internacionales automovilísticas que son invitadas, están en La Habana desde muchos días antes del evento y los gastos de estancia, así como sus pasajes pueden calcularse entre doce y quince mil pesos. Si a ello agregamos que el traer las máquinas —treinta y dos en este II Gran Premio— representó una inversión superior a quince mil pesos, comprendernos que el montante de la organización se remonta fácilmente a más de $120.000.00.
Todo esto, sin olvidar que la escenificación de las carreras representa también un costo elevadísimo, pues resulta imprescindible construir pasarelas, graderías y palcos a lo largo de una ruta de cinco kilómetros, que también deberá ser vigilada por centenares de empleados y miembros de la fuerza pública para impedir el libre acceso al circuito y para el mantenimiento del orden.
Desde todo punto de vista, la competencia ocasiona gastos cuantiosos y aun cuando oficialmente nada se ha informado, los que laboraron en el I Gran Premio y ahora han vuelto a trabajar como funcionarios responsables de la CND, estiman que el costo de este II Gran Premio ascenderá a más de ciento cuarenta mil pesos.
La mayor tajada en el I Gran Premio se la llevó Juan Manuel Fangio, porque además de ser el driver mejor pagado entre los inscriptos, fue el ganador de la carrera. Este año, sin embargo, Fangio sólo pudo obtener el dinero que le correspondía por su inscripción, ya que le fue imposible participar en el evento, al ser secuestrado la noche anterior al evento. De haber participado, entre los diez mil pesos que se le abonaron por competir, el dinero que obtenía por conceptos de anuncios de gasolina, aceites, etc., y la suma que, probablemente hubiese alcanzado durante la carrera por vueltas al frente de los competidores, vuelta más rápida, ganador absoluto, etc., hubiese alcanzado una suma calculable en treinta mil pesos.
Un alto dirigente de Obras Públicas, que ha tenido a su cargo el montaje del escenario para los dos Grandes Premios corridos hasta ahora, estima que de no haberse realizado esas obras bajo la supervisión y los auspicios de esa dependencia del Estado, el costo de cada una de las carreras hubiese ascendido a unos quince mil pesos. Aun así, realizándolo el Ministerio de Obras Públicas, se calcula en diez mil pesos el montante de las obras llevadas a efecto en el Circuito del Malecón para cada una de las dos carreras.
Ni la concurrencia ni la recaudación han sido anunciadas hasta el presente y posiblemente no se den a conocer, ya que el año pasado no se ofrecieron noticias oficiales a ese respecto; pero de todos modos puede calcularse que más de ciento cincuenta mil personas asistieron al II Gran Premio. Si al dinero dejado en taquilla por los asistentes (la entrada al circuí to costaba un peso cincuenta centavos) se le agrega lo que dejó el sweepstakes auspiciado por la Comisión Nacional de Deportes, puede esperarse que las pérdidas de este II Gran Premio hayan sido inferiores a las afrontadas el año pasado, cuando dejó un saldo desfavorable de cuarenta mil pesos.
Por ahora, sólo pueden hacerse conjeturas en torno al balance económico del II Gran Premio, aunque es posible afirmar que, bajo las actuales circunstancias, sólo es posible brindar un espectáculo de tal categoría bajo la tutela del Estado.
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Hasta aquí la transcripción del artículo. Ahora lo invitamos a visitar la galería adjunta donde aparecen las imágenes que la complementan.
Listado de imágenes:
No.---Titulo
A-01---Poster preparado para el I Gran Premio de Cuba
A-02---Poster preparado para el II Gran Premio de Cuba
A-03---Portada del programa preparado para el II Gran Premio de Cuba
A-04---Página del programa preparado para el II Gran Premio de Cuba (Organizadores del evento)
A-05---Página del programa preparado para el II Gran Premio de Cuba (Reglamentos, Carreras Adicionales)
A-06---Página del programa preparado para el II Gran Premio de Cuba (Señales con banderas)
A-07---Página del programa preparado para el II Gran Premio de Cuba (Circuito del Malecón)
A-08---Foto: Autos participantes en la carrera
A-09---Foto: Fangio conversa durante las prácticas
C-01---¡SE INICIA LA TRAGEDIA! - Detalle de una imagen del reportaje
C-02---¡LANZADOS AL AIRE / SEGANDO VIDAS! - Detalle de una imagen del reportaje
C-03---¡MOMENTOS DE CONFUSION! - Detalle de una imagen del reportaje
C-04---¡AYUDANDO! - Detalle de una imagen del reportaje
C-05---¡EL CARRO FATAL! - Detalle de una imagen del reportaje
C-06---¡GARCIA CIFUENTES! - Detalle de una imagen del reportaje
C-07---¡UNA CARRERA CON LA MUERTE! - Detalle de una imagen del reportaje
C-08---¡CUALQUIER VEHICULO SIRVE! - Detalle de una imagen del reportaje
C-09---¡EN NOMBRE DEL PADRE! - Detalle de una imagen del reportaje
C-10---¡GESTO ELOCUENTE! - Detalle de una imagen del reportaje
C-11---¡DOLOR Y SANGRE! - Detalle de una imagen del reportaje
C-12---¡AUXILIO PARA ESTE HOMBRE! - Detalle de una imagen del reportaje
C-13---¡ANIMO AMIGO! - Detalle de una imagen del reportaje
C-14---¡DE CARA AL SOL! - Detalle de una imagen del reportaje
C-15---¡LAGRIMAS DE MUJER! - Detalle de una imagen del reportaje
C-16---¡UNO MÁS! - Detalle de una imagen del reportaje
C-17---¡CUADRO DANTESCO! - Detalle de una imagen del reportaje
C-18---¡LAS HUELLAS! - Detalle de una imagen del reportaje
C-19---¡LA BUSQUEDA! - Detalle de una imagen del reportaje
C-20---¡LAS COSAS HABLAN! - Detalle de una imagen del reportaje
C-21---¡UNA PIERNA DESTROZADA! - Detalle de una imagen del reportaje
C-22---¡HERMANAS DEL DOLOR! - Detalle de una imagen del reportaje
P-70---Página de la revista dedicada al reportaje (Número 70)
P-73---Página de la revista dedicada al reportaje (Número 73)
P-74---Página de la revista dedicada al reportaje (Número 74)
P-75---Página de la revista dedicada al reportaje (Número 75)
P-76---Página de la revista dedicada al reportaje (Número 76)
P-77---Página de la revista dedicada al reportaje (Número 77)
P-78---Página de la revista dedicada al reportaje (Número 78)
P-95---Página de la revista dedicada al reportaje (Número 95)
P-96---Página de la revista dedicada al reportaje (Número 96)
P-97---Página de la revista dedicada al reportaje (Número 97)