"LAS MARQUILLAS CIGARRERAS EN CUBA"

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Es importante aclarar que todas las imágenes que aparecen en las galerías de esta sección han sido reproducidas a partir de piezas originales, nunca provienen de publicaciones u otros sitios de internet.

Por otra parte esta introducción necesaria para complementar las páginas de la sección no pretende bajo ningún concepto ser un estudio autorizado o definitivo del tema. Es más bien una recopilación de datos sacados de publicaciones de la época y de interrogantes que tenemos sobre un tema del que se ha escrito muy poco.

Dedicaremos esta sección a la recreación y estudio del singular conjunto de marquillas cigarreras emitidas en Cuba durante una corta etapa allá por la década de los sesenta del siglo XIX en los talleres de la fábrica “La Honradez”. En ese periodo la industria del género las usó como etiquetas para envasar sus cigarros hasta que con el paso del tiempo fueron sustituidas por las cajetillas de cartón tal como las conocemos hoy en día.

Nos hemos demorado en decidirnos a preparar este trabajo porque, aunque tenemos una pequeña pero interesante colección de marquillas de este tipo, la parte relativa a la historia de su concepción, desarrollo y producción nos resulta bien esquiva e imprecisa. A diferencia de sus hermanas mayores, las habilitaciones tabacaleras - de cuya historia existen cientos de publicaciones, incluso algunas de época - sobre ellas se ha escrito muy poco, sobre todo en los momentos en que las informaciones son más objetivas por coincidir en el tiempo, gran borrador y deformador de realidades a medida que pasa y pasa. 

Pero bueno emprendamos la tarea, tratando como es costumbre nuestra de no dar ninguna opinión propia o subjetiva remitiéndonos únicamente a testimonios y publicaciones de la época.  Claro que una introducción en que comentemos sobre el cigarrillo, su surgimiento y presencia en Cuba es necesaria aunque no queremos extendernos porque en la red se puede encontrar fácilmente.

Según las fuentes más confiables el cigarro surgió cuando en España a los mendigos se les ocurrió envolver en papel el tabaco de las colillas de los puros que tiraban por las calles para así fumarlo a sus anchas. En un inicio le decían “papelinas” pero ya durante el XVIII comenzó a llamársele cigarro por su parecido a una cigarra (insecto parecido al grillo). Pronto su consumo y producción se extendió por toda Europa, incluso entre las damas, lo cual conllevo el surgimiento de papeles especiales para envolverlo, muchas veces aromatizados y de diferentes colores. De tal forma se popularizo que pronto llego a ser por mucho la modalidad más universal del uso del tabaco que primero se masticó, después se torció para fumarlo, se molió para inhalarlo en pipas, etc.

En cuanto a su aparición en Cuba no tenemos una información totalmente cierta pero no hay dudas de que fue a inicios del XIX que su consumo y producción se generalizó, primero de una forma artesanal y más bien casera y después mediante una naciente industria. Y en este punto es donde por suerte contamos con la primera de las tres grandes fuentes o referencias de época que usaremos. Revisémosla:
 

Libro  “El tabaco en Cuba – Apuntes para su historia” por D. Antonio de Gordon y de Acosta, Habana 1897.

Este libro, impreso como “Obsequio de la Fábrica La Legitimidad y La Hidalguía de Prudencio Rabell a sus favorecedores”, el más importante y completo que sobre la historia del tabaco que se escribiera en Cuba durante el siglo XIX, contiene gran cantidad de información de total veracidad pues fue escrito cuando sus protagonistas estaban vivos todavía.

De sus páginas hemos copiado textualmente aquellos textos relativos al tema que nos ocupa: las fábricas de cigarros, sus dueños, direcciones, marcas, fecha de surgimiento etc. Los comentarios los dejaremos para después, lo único que haremos será incluir algunas imágenes en los textos si así lo amerita.

Veamos que nos dice:

En aquellos tiempos solo vendían al menudeo los establecimientos llamados tabaquerías y cigarrerías, siendo una de las más antiguas la fábrica fundada en 1810 por el Sr. D. Bernardino Rencurrel, otra la que existió en el lugar que hoy ocupa la Administración Principal de Comunicaciones, Ricla esquina a Oficios, casa de techo muy bajo y cuyo dueño se conocía con un sobrenombre nada edificante, y la Fábrica de Tabacos de H. de Cabañas y Carvajal que se dice existir desde 1797, la que paso luego al Sr. H. de Cabañas en 1859.

En la época a que nos contraemos, realmente no existían cigarrerías, pues en esos días llego a la Habana D. Juan Duran, a quien debemos gran parte de estos datos, y encontró que en las tabaquerías se expendían también cigarrillos envueltos en marquillas blancas que eran un pedazo de papel corriente en que se estampaba el cuño de la casa, dándose tres cajetillas por un real, teniendo cada una treinta y dos cigarrillos, vendiéndose en algunas tiendas de víveres, los que hacían los soldados y que también se daban como contra o ñapa.
Después D. José Mendoza, persona de gran posición, estableció su fábrica en la calle de Obrapía, cerca del muelle, y fue el primero que introdujo el uso de un carro para llevar los cigarros al campo, lo que se hacía en esta población en canastas o cajas.
“Mi fama por el orbe vuela” la fundaron en la Pastora, o pescante del Morro, D. José García y su esposa, trasladándola luego a Obispo 11, hoy 25; fue la primera que vendió en las tiendas de víveres al por menor dejando en ellas una vidrierita con el producto, pues esos mercaderes no querían comprarle, porque se les ensuciaba la mercancía y la perdían, haciéndose entonces cigarros largos o cortos, gordos o finos.

D. José Morejón y Rojas creo en 1831 su manufactura de tabacos y cigarros “La Lealtad” con gran lujo, introduciendo las cajetillas impresas, las que se tiraban en la tipografía del Gobierno por ocho pesos y cincuenta centavos el millar. Debemos advertir que dicha manufactura se estableció en la calle llamada entonces de San Francisco en esta ciudad, antes de Fideos, esquina a Salud, denominándose por ello luego toda la vía pública, con el nombre de “La Lealtad”.

En virtud de los progresos adquiridos se estimularon los particulares para establecer talleres o fábricas, las que, pequeñas en tamaño, fueron aumentando su número, al extremo que en la memoria de la Real Sociedad Económica, correspondiente a 1836, aparece una estadística industrial de la Habana, en que se especifica que había entonces en intramuros 107 tabaquerías con 285 operarios blancos, 172 de color libres, 360 esclavos, haciendo un total de 817 ; de igual manera que 4 cigarrerías con 19 obreros blancos. Y en extramuros, 199 tabaquerías con 897 blancos, 186 de color libres y 252 esclavos, en conjunto 1335, y 17 cigarrerías con 26 obreros blancos y un esclavo, total 27.

El Fígaro, tabaquería y cigarrería de D. Julián Rivas, se fundó en 1840, en la calle de los Sitios esquina a Ángeles. Hizo éste sociedad con D. José Castillo y Suarez, el que se quedó después con la fábrica de tabacos, y Rivas con la de cigarros, poniendo aquél como anexa a su casa la cigarrería Baco.

 Por el bando de Gobernación y Policía de la Isla de Cuba de 1842, expedido por el Gobernador y Capitán General Excmo. Sr. D. Gerónimo Valdés, vigente desde 1° de Enero de 1843, en su art. 103, se mandó lo que sigue: “Ningún dueño de tabaquería o cigarrería podrá usar más de una marca aprobada por el Gobierno, y los grabadores no se prestaran a hacer los sellos para ella sin que se les presente la referida aprobación, pena de 20 pesos de multa al contraventor. El que, sin tener cigarrería ni tabaquería establecida, vendiere cigarros o tabacos, deberá hacerlo sin marca o con la de la fábrica de donde se surtiere, pena de cuatro pesos de multa, y de responder en su caso, ante los tribunales, de la falsificación o suplantación que hiciere”.

En 1° de Mayo de 1844 abrió en esta plaza don H. Upmam, natural de Bremen, su casa de comercio en general y fábrica de tabacos con el nombre de H. Upmam, el que falleció en Enero de 1894, siendo hoy de D. Enrique Upmam y Ca, encontrándose situada en el Paseo de Carlos III, esquina a Belascoain.

También en 1844 se instaló la fábrica La Reforma, de don José Ruiz, y La Africana, hoy de Pino, Villamil y Ca.

En 1845 fundase La Corona para explotar la industria en todas sus fases, la que adquirieron los Sres. Álvarez, López y Ca en 1882, pasándola de la Calzada de Belascoain al palacio de Aldama, Amistad, entre Reina y Estrella, existiendo ya en 1845 fabrica El Huracán en la calle de Bernaza, y en 1850, La Meridiana en la de Mercaderes. En dicho año comenzó sus negocios D. José María Guerediaga, con la casa titulada Para Usted, en la calle de Obrapía entre Mercaderes y Oficios; había asimismo en esa fecha La Vega de Jaime Rico y La Minerva.

En 1853 llamaban la atención como fábricas, La Carrosa de Venus y El Carro de Febo, en la calle de Revillagigedo, fundándose en ese año La Honradez, por D. Luis Susini, en la esquina de Cuba y Sol, habiéndose llamado antes Mi Pensamiento; en aquélla el vapor fue utilizado para su servicio, elaborándose diariamente dos millones quinientos ochenta y dos mil cigarrillos, y de cuya manufactura dijo, cuando la visito, Mr.William H. Seward, Secretario de Estado de la vecina República Norte Americana : “He quedado profundamente interesado por el éxito con que el propietario Sr. Susini ha combinado en una producción de las Antillas, la inventiva americana, el talento europeo, y la industria asiática”. (Rosain, Necropolis de la Habana, pag. 161, nota 1a.). La manufactura que antecede, lo mismo que La Hidalguía y El Fénix, fueron adquiridas en propiedad por don Prudencio Rabell en 28 de Abril de 1888, ante el notario don J. M. Nuño, según escritura de venta número 218, poseyendo ya aquél señor desde 1880 la Real fábrica de cigarros y picadura La Legitimidad con su anexa El Negro Bueno.

En 1860 estableció D. Diego González La Charanga y El Moro Musa, y, desde ese año a la fecha, se han fundado gran número de manufacturas, entre ellas la fábrica de cigarros El León de Castilla, en la Calzada del Monte cerca del Peñón, que fue la que ideo el uso del papel pectoral, que por ser cosa nueva, le produjo grandes ganancias.

En cuanto a los cigarrillos de papel, tócanos recordar que la picadura se molía al sol, y la preparaban unos negros lucumíes, que daban a peso el barril ; eran la mayor parte de los cigarreros porteras y soldados, que trabajaban en las casas o cuarteles ; pero otros asistían a las fábricas, siendo costumbre el trabajar a prima noche y llevar cada individuo consigo su tablero, su banquillo o tijera para sentarse, así como el cuchillo y uña de lata con que doblaban la perilla ; la tarea de un operario era de cuatro mil quinientos cigarros, corriendo por cuenta de este cortar el papel que se le entregaba por pliegos enteras, quince cuadernillos para el fino, diez y nueve para el gordo, así como cuatro y media libras de picadura para el primero y siete para el segundo. Se pagaban 25 centavos por la envoltura, y los que hacían las marquillas cobraban 2 pesos 50 centavos por resma, que daban tres mil, usando para obtenerlas, primera el cuño con un mazo, y luego la prensa de mano, utensilios de su casa que, como cariñoso recuerdo, conserva el Sr. Rencurrel.

Con motivo de la revolución de Yara ocurrida en 10 de Octubre de 1868, emigraron en gran número en 1869 los operarios de nuestras fábricas a los Estados Unidos, apareciendo desde entonces en la vecina República manufacturas de tabacos elaborados con material de Cuba y obreros cubanos, las que pequeñas al principio alcanzaron luego grandes proporciones, lo que aconteció, sobre todo, en Cayo Hueso, en donde al poco tiempo de establecidas se montaron casas en que trabajaban centenares de obreros.

Hasta aquí lo que nos cuenta el Sr. Antonio de Gordon (que por cierto tenía más títulos que el rey de España según podemos ver en la página de presentación del libro)
 

Pasemos ahora a la segunda referencia:
 


 

“Cuba a Pluma y Lápiz”  

Resulta este uno de los libros más interesantes publicados sobre Cuba y sus costumbres en la etapa colonial. Impreso por primera vez en 1871, en Estados Unidos, por un norteamericano llamado Samuel Hazard, profusamente ilustrado por el método de la xilografía, cuenta con un capitulo completo – el número diez - dedicado a una visita a la fábrica “La Honradez” en que el autor nos describe con lujo de detalles su funcionamiento y por ende el proceso de fabricación de los cigarros y las marquillas que hoy nos ocupan. Gracias a que existe una magnifica edición, preparada por la Colección de Libros Cubanos, dirigida por Fernando Ortiz, Habana 1928, traducida del inglés por Adrián del Valle, hemos podido transcribir dicho capitulo, el cual exponemos a continuación agregándole las imágenes originales que aparecen en la edición norteamericana pues son de mejor calidad. Por su interés merece reproducirlo completo:

Que significa La Honradez? — preguntará el curioso lector.

A esto contestaré que, ateniéndome a la definición de la palabra, significa lo que en inglés llamamos “Honesty”, pero que su especial significación, con el artículo “La”, constituye el nombre de la más curiosa e interesante fábrica de la Habana. ¿Fábrica de qué? Simplemente de cigarros de papel, tan universalmente fumados en cada país hispano.

A donde quiera que se vaya en Cuba, se encuentra el cigarro, con más frecuencia que el tabaco. En los tranvías, durante los entreactos de las funciones de ópera, en los labios de bonitas mujeres, entre plato y plato de las comidas, y aun en los portales de las iglesias, encuentra uno el delicado y fragante cigarro de papel.

Que no se imagine el viajero, por lo tanto, que ha visto la Habana si la abandona sin antes visitar el lugar donde se elabora esta peculiar institución del país, tan bien conocida como el palacio del gobernador, con el nombre de “Real e Imperial Factoría de La Honradez”.

Este establecimiento ocupa una manzana entera, de Cuba a San Ignacio, esquina a Sol, y por su general disposición, la inteligente manera en que sus negocios se conducen y el gran espíritu emprendedor de sus propietarios, haría honor aun a los yanquis.

Entrando en el edificio por la calle de San Ignacio, se encuentra uno en la oficina y escritorios del establecimiento, dispuestos de manera genuinamente comercial, siendo recibido por un cortés conserje cuya ocupación consiste en mostrar todas las dependencias al extranjero. Se le pide a éste que estampe su nombre en un libro dedicado a tal objeto, y casi tan grande como el registro de un hotel. Después de haber recorrido la fábrica, se le suplica haga las observaciones que estime oportunas con respecto al método y peculiaridades de la casa, de acuerdo con las impresiones recibidas.

Las oficinas se comunican con las otras dependencias por medio de un telégrafo de muy simple operación, de manera que no hay pérdida de tiempo en un ir y venir para la transmisión de las órdenes.

De las oficinas se os conduce a la carpintería, donde se hacen todas las cajas, barriles, etc., en las que se envasa el material elaborado, sean cigarrillos o tabacos o picadura. El salón bajo contiene máquinas destinadas a varios objetos; la más original es quizás la prensa para estampar marcas sobre la madera, que en vez de imprimir por medio del fuego, lo hace por un ingenioso procedimiento que da una mejor impresión, sin la tosquedad e imperfección del hierro de marcar, a la vez que se logra una operación mucho más rápida.

El departamento de barriles es muy curioso. Se dobla la madera de los barriles por medio del vapor, con gran rapidez y en gran número a la vez, quedando las maderas tan bien ajustadas, que no permiten el paso de aire ni de agua.

La máquina para cortar la picadura, el fino tabaco usado para los cigarros, y la prensa hidráulica para comprimir la picadura para la exportación, en paquetes tan sólidos como la madera, son dignos de verse en operación.

En el piso segundo hay una completa imprenta y litografía, dedicadas constantemente a los trabajos de la fábrica, imprimiendo circulares, etiquetas, vistas del establecimiento, envolturas y millones de bellas, coloreadas y artísticamente dibujadas cajetillas que contienen cigarros en número de veinticinco.

En el departamento de litografía, dibujo y grabado, encontré lo que nunca vi antes en ningún otro establecimiento, y que se me aseguró es algo completamente nuevo: el proceso de dibujar en la piedra por la acción química y mecánica. El aparato se conoce con el nombre de “Maquina magneto-eléctrica”, inventada por un francés, M. E. Gaiffe, que mereció ser premiada en la Exposición Universal y en otras. Esta máquina, cuyo principal agente es la electricidad, es la primera que prácticamente se ha puesto en uso en esta clase de industria, desde los días en que Franklyn descubrió la electricidad. Se basa en el principio de la interrupción de las corrientes por una tinta aisladora de que está compuesta el dibujo de la matriz. Por una moción circular, a la vez de la superficie que ha de ser grabada y del grabador, y con el auxilio de un magneto eléctrico con una punta de diamante se obtiene un dibujo completo y perfecto, sin necesidad de ningún trabajo humano.
 


 

La especial ventaja de la máquina está en que, en lo sucesivo, el dibujante estará en condiciones de grabar sus trabajos sin necesidad de recurrir al auxilio de un grabador o litógrafo, quienes, a menudo, al copiar el original, no pueden reproducir el estilo peculiar del artista; en tanto que con esta invención, una vez hecho el dibujo por el artista, la máquina, con el fluido eléctrico, actúa en lugar de su mano, aun cuando el trabajo es hecho por él.

El número de modelos de cajetillas para los cigarros es extraordinario, de dos a tres mil, muchos de ellos con hermosos dibujos. Pero el departamento más interesante para mí, fue aquel en que se hacen los cigarros, trabajo ejecutado por chinos. Cada operario tiene una pequeña tabla, en la cual llena, dobla, cuenta y hace paquetes de cigarrillos; y es maravilloso ver la facilidad y rapidez que adquiere después de una larga práctica en la elaboración.
 


 

Observé los movimientos de uno cuyo trabajo consistía en poner veinticinco cigarros en cada cajetilla, tal como luego se expende y al parecer lo hacía sin contarlos, y con todo, por el simple tacto de sus dedos podía decir si había uno o dos más o menos, con sorprendente exactitud. El conserje me informó que nunca o muy raramente se equivocan. Es curioso ver esos asiáticos, con sus trajes azules parecidos a los de los presidiarios, algunos con las cabezas completamente rapadas, otros con sus trenzas enroscadas hacia arriba, en tanto que los menos cuidadosos, dejan que les crezca el pelo que ofrece el aspecto de un gran cepillo negro. Todos, sin embargo, tienen una apariencia de escrupulosa limpieza en sus cuerpos e indumentaria, en cumplimiento a las reglas del establecimiento. Los dormitorios que ocupan son un modelo de limpieza y buen orden. Cada operario dispone con sábanas y almohadas de nítida ’y todo cuanto contienen las habitaciones se exige que tenga la mayor limpieza posible. Estos dormitorios pueden verse los más curiosos objetos de la vida y costumbres chinas: instrumentos musicales de varias clases, tableros para juegos (a los que son muy aficionados), etc. A todos los trabajadores se les exige lleven una gorra especial, con el nombre de la factoría sobre una cinta. Todo el establecimiento está sujeto a cierta precisión y sistema verdaderamente notable. Para los chinos, que son operarios contratados por los propietarios, rige un sistema de castigos en forma de multas, siendo las más las que se aplican a los fumadores de opio, pues alcanza la respetable suma de diez y siete pesos por cada infracción, y a los que juegan por interés en cuyo caso se les confisca todo su capital. El importe de las multas se invierte en billetes de lotería, que de salir premiados se dedica la suma en beneficio de los operarios chinos

Hay un sereno, cuya única ocupación consiste ir cada hora, durante la noche, todos los departamentos del establecimiento; y para tener la seguridad de que cumple su cometido, existe un reloj, que se comunica por telégrafo con todos los departamentos, y al entrar en éstos, el sereno debe tocar un botón conectado con dicho reloj, en el que se registra la llamada. Hay también un curioso aparato para apagar incendios, al que se da el nombre de el aniquilador. Consiste en una maquina sencilla, con un receptáculo herméticamente cerrado, de capacidad variable, lleno de agua saturada de ácido carbónico, cargada hasta el máximo, de una pipa a la que está unida un tubo elástico de goma, y en el fondo una llave perfectamente ajustada. La alta presión del agua hace que se descargue automáticamente en el momento que se da vuelta a la llave, con tal fuerza, que extingue el fuego tanto por su proyección como por sus esenciales cualidades de agua y gas.

Se estima que la producción diaria, por término medio, es de 2,532,000 cigarrillos, que se exportan a todas las partes del mundo, en condiciones de satisfacer los gustos de toda dase de fumadores, ya que el papel usado es de diversas clases: de arroz o café, pectoral, perfumado, de maíz, etc. El departamento de recepción y examen es el más interesante. Allí, una vez elaborados los cigarros, se colocan en grandes y redondos paquetes, sien do examinados, marcados y colocados en barril es o apilados en grandes cantidades, en espera de que se disponga luego de ellos para atender las constantes y crecientes demandas.
 


 

Los operarios empleados en la fábrica para hacer estos aparentemente pequeños objetos llamados cigarros, no son los únicos, pues además hay unos quinientos soldados de la guarnición de la Habana, que en sus ratos de ocio recurren a la elaboración de cigarrillos para obtener una adición a su escasa paga. Por otra parte, casi cada portero de cada casa dedica sus largas horas de holgar en los zaguanes a idéntica elaboración de cigarros, para adquirir un poco más dinero.

También elabora dicha casa tabacos y su rapé, a lo que creo, tiene gran reputación; pero en cuanto a este último, no doy voto de calidad, pues debería responder con un “No” a la siguiente poética cuestión formulada por un tomador de rapé:

 «¿Conoce el que nunca tomó un polvo (de rapé), —el placer que de él fluye? —¿Conoce los titilantes goces—que mi nariz conoce? —¡Oh, nariz! Estoy de ti tan orgulloso, —como cualquier monte de sus nieves; —te contemplo, y siento el orgullo —que un romano conoce».

No he numerado ni la mitad de las atracciones de este lugar que deben ser vistas para apreciarlas. En la actualidad, nadie que visite la Habana deja de ir a “La Honradez”, propiedad de los señores Susini y Hermanos, que son caballeros muy afables, corteses y afortunados en su empresa. Tengo entendido que está señalado un día dado para que visite el establecimiento el público en general; pero los extranjeros son siempre bien recibidos y cortésmente se les permite recorrer la fábrica, mereciendo especialmente las señoras la mayor atención por parte de los galantes propietarios.

Al finalizar la visita se os pide escribáis en el registro vuestra opinión respecto al establecimiento, en la parte opuesta a donde habéis antes estampado el nombre; y os veis agradablemente sorprendido cuando os ofrecen un paquete de cigarrillos, con una artística envoltura sobre la cual se ha impreso vuestro nombre, “como recuerdo” de los propietarios, paquete e impresión que se hicieron durante vuestra visita. Este es uno de los pocos lugares que se considera ofensivo el ofrecer una dádiva al guía.

El libro en el que los visitantes estampan sus nombres, haría la delicia de cualquier coleccionador de autógrafos que lograra poseerlo, pues en él constan no sólo las firmas, sino las opiniones de algunas de las más altas personalidades de todas las partes del mundo, distinguidas en la guerra, arte, literatura y ciencia. Algunos son casi divertidos en el tenor de sus impresiones, manifestando los franceses y españoles una gran “pomposidad” de expresión, en tanto que las personas de nuestra nacionalidad se muestran llanos y prácticos. La impresión formulada por el Honorable W. H. Seward, que fué nuestro Secretario de Estado, cuando visitó el establecimiento hace algunos años, es feliz en su práctico vuelo de fantasía, y reza así: “Estoy profundamente impresionado por la afortunada manera en que el propietario ha combinado la producción de las Antillas con la invención americana, el talento europeo y la industria asiática".

Son altamente divertidos los intentos de un novicio al querer liar y fumar un cigarrillo. Prepararlo y envolverlo es casi un arte, y los más hábiles en practicarlo son las señoritas, con sus delicadas manos, aun cuando todos los cubanos son expertos en él. En beneficio de los no iniciados, damos el siguiente método para liar un cigarro.

Los lados largos del papel se vuelven hacia atrás, teniendo cuidado de extender bien los extremos antes de hacerlo; para envolver firmemente y bien, los pulgares y los índices deben estar en la posición que aparece en el grabado. En seguida, con una ligera presión sobre el rollo con los pulgares, en dirección a los índices, que permanecen quietos, el cigarro queda firmemente liado, y apretando algo en el centro y doblando el papel en los extremos perfectamente firme y en disposición de fumarse, llevándose a los labios de una manera delicada con el pulgar y el índice solamente. Es casi risible ver lo mucho que uno tarda en adquirir destreza para liar un cigarro, y muchos por mi parte he desperdiciado antes de poder fumar uno.

Los cubanos, tanto hombres como mujeres, son muy graciosos en sus movimientos al liar un cigarro y podéis deducir si se trata de una persona bien educada por la manera como maneja su cigarro, del mismo modo que lo deducís por el modo como se quita los guantes. Los más elegantes usan lo que se llama unas tenacitas, hechas de plata u oro y de muy gracioso dibujo y forma; un extremo con pequeñas agarraderas que aprisionan el cigarro y el otro con un anillo que se coloca en el dedo.

Es útil a la vez que ornamental, pues con ellas evitáis manchar los dedos o estropear los guantes, lo que en estos días de “Bajous” a dos pesos es cosa seria.

No es mi deseo sugestionar a mis lectoras cuando digo que la mayoría de las señoras cubanas, sino en su totalidad, fuman cigarrillos. Unas lo hacen frecuentemente, otras un poquito; y es casi una obligación, si viajáis con señoras en un vagón de ferrocarril, presentarles vuestra cajilla de cigarrillos, en la seguridad de que las de más edad aceptarán el ofrecimiento con un cortés:

—Gracias, señor.

En nuestro país, y en ocasión de grandes comidas, algunos, afectando imitar costumbres cubanas, resultan realmente divertidos. Me refiero a la moda de fumar cigarrillos entre plato y plato; moda que estoy seguro sólo puede tener su origen en el cerebro de un comilón de club, que nunca visitó a Cuba.

Es costumbre en Cuba servir, junto con el queso y la jalea (que se comen a la vez), los cigarros, e inmediatamente el café, que finaliza la comida, encendiéndose entonces aquéllos; pero en ningún tiempo ni lugar, durante mi estancia allí, he visto que nadie fumara al terminar un plato y en espera del otro.

La fábrica antes citada es la única acreedora a una visita particular; pero hay en la Habana otros grandes establecimientos dedicados a la manufactura de diversos artículos que se venden en las tiendas, a la vez que están bien representadas las diferentes ramas de los oficios mecánicos.

Hasta aquí lo que nos cuenta Samuel Hazard sobre la fábrica en cuyos talleres se imprimieron la mayoría de las piezas que veremos en esta sección.
 

Sin embargo existe otro libro, mucho más raro y desconocido, que será el que más nos ayudara a conocer a fondo dicha fábrica pues fue preparado en sus propias prensas:
 


 

Publicado en sus momentos de mayor apogeo contiene como expresa su página de presentación “PUBLICACIONES DE LA PRENSA PERIODICA SOBRE ESTE ESTABLACIMIENTO SEGUIDAS DE LA LISTA DE LAS PERSONAS QUE DESDE EL 26 DE JUNIO DE 1863 LO HAN VISITADO É INSCRITO SUS NOMBRES Y OBSERVACIONES KN EL REGISTRO ESPECIAL LLEVADO AL EFECTO EN EL MISMO,Y DE ALGUNAS NOTICIAS Y DATOS INTERESANTES RESPECTO A SU FABRICACION, GIRO, OPERACIONES, PRECIOS, &. &.”.

También son interesantes algunas de sus laminas que nos muestras los talleres o departamentos de la instalación.

Entre las diferentes reseñas que contiene hemos escogido la que consideramos más adecuada para nuestros intereses al abordar con detalle la parte de la impresión y uso de las marquillas: firmada por Alejandro Tapia y Rivera comienza en la página 44.

(Nótese que en la transcripción hemos respetado la ortografía original que por aquella época había palabras que se escribían de forma diferente a la actual)

Industria Cigarrera en la Isla de Cuba, “La Honradez”

Desde que el general aprecio proclamó al tabaco de la Vuelta-Abajo (en la Isla de Cuba) como rey de su especie, comprendiese que este artículo, constituyendo una especialidad de toda escelencia, sería para el consumo y exportación de la perla de las Antillas un verdadero Dorado encontrado a menos costa que el de fabuloso y memorable renombre.

La Agricultura, nodriza de las gentes, como la ha llamado el sabio Andrés Bello, vino a serlo de esta rica planta, abriéndola sus benéficos brazos y brindándola todo el delicado esmero que merecía: la industria llego también a su turno a favorecerla, y convertida la elaboración de su rama en objeto de útil tráfico, llego a ser el lujoso recreo de las acomodas clases de Europa, va­liendo a los nombres de Cabañas y Carbajal y otros la más grata celebridad a ley de selectos fabricantes.

Quedaba sin embargo en mantillas una clase de elaboración más apropia­da a la generalidad de las fortunas, no menos apreciada y de un estenso con­sumo en los países españoles de ambos mundos, clase inventada por esta ra­za desde el descubrimiento y adopción del uso de aquella planta por los eu­ropeos: los cigarros de papel; pero desprovista la Isla de Cuba de comunica­ciones con los países híspanos-americanos y estancada la fabricación y ven­ta de dicho renglón en la península española, era menester que el aumento de aquellas por medio de las modernas líneas de vapores y que el verdadero espíritu de empresa venciendo los muchos inconvenientes que un país, como la Habana, en la cuna aun en materia de industria general, ofrecía la adopción de los medios hoy entablados en otros países en que la ciencia ha veni­do a ser Mentor de la industria; trajesen la posibilidad de dar a la cigarrería el debido auge llevando su producción a la vasta escala que merecía. Era menester que esta hábil ejecución llegase a las manos que estaban llamadas a realizarla y así lo fue en efecto cuando, comprendiendo los Sres. Susini to­do el desarrollo que podía prestarse a este producto, se decidieron a emplear en su fomento sus capitales, su actividad y su inteligente espíritu de empre­sa, fundando con este secreto estímulo de la convicción, la fábrica de cigar­ros que denominaron La Honradez como lema característico de la producción que se proponían fomentar y que en su concepto, muy justamente pensando, debía ser la legitimidad y buena condición del artefacto, justifica­do por los hechos, la primera base de su crédito y por lo tanto de su razona­ble propósito. Desde aquel punto, desde aquella fundación en 1853, data ya un gran paso para esta industria que después ha llegado a un apogeo desco­nocido en el ramo siendo de honra y beneficio para ellos, de honra y benefi­cio para la industria española en la Isla de Cuba.

Y bien merece estos encomios la casa que contando por una parte sobre 300 empleados (entre blancos, yucatecos y colonos chinos) solo para las ma­nipulaciones interiores de la fabricación, y más de mil para la elaboración del cigarro, que trabajan a domicilio respectivamente o sea fuera del esta­blecimiento, distribuye mensualmente sobre $40.000 en sueldos, salarios y jornales, y cuya producción en solo cigarros de papel, montando a más de 800.000 pesos anuales, marcha repartida por el vasto continente americano, las Antillas y algunos puntos de Europa arrollando al tabaco indígena en aquel y toda competencia en estos. Beneficio grande para el país productor o sea la Isla de Cuba, por el renombre que le alcanza^, por los brazos que em­plea, por los adelantos que enseña, por el ejemplo que muestra de lo que puede el buen uso de la actividad y legítimo espíritu mercantil y por los re­tornos que proporciona: beneficio para el extrangero, porque, aparte del mo­vimiento comercial que imprime y de las relaciones que promueve y fomen­ta todo cambio y toda especulación por módica que aparezca en sus propor­ciones, facilita al consumidor estraño una mercancía de solaz y de buen gusto, habitual é imprescindible ya en la humana especie, al corto precio a que hoy puede darse relativamente y que es, de notorio, preferible a las clases inferiores de tabaco a que antes tenía la muchedumbre que recurrir.

Hallase situada la fábrica referida en la plaza de Santa Clara, de la Ha­bana, llenando con sus costados toda una manzana de la calle del Sol com­prendida entre aquella plaza o sea calle de Cuba y la de San Ignacio, ocu­pando por este medio cinco casas tres de ellas espaciosos edificios.

Desde su proximidad se advierte el movimiento material que lleva consi­go y caracteriza a un establecimiento fabril de notables proporciones, dejándose sentir ese rumor industrial que es, como si dijésemos, el rumor de nues­tro siglo: colmena laboriosa que reasume toda una civilización y a que con­curren la madre Tierra con la planta, el hombre con sus brazos, la indus­tria con sus materias accesorias, el genio de la mecánica con su sabia aplicación de fuerzas, Papin con su marmita, Watt con la perfecta reproducción del impulso, Fulton con sus rápidos transportes, Guttemberg con la publici­dad y Senefelder con su invención peregrina que hace de la piedra oleosa un medio hoy perfeccionado de multiplicar rápidamente los ejemplares cromáticos; sin olvidar a Franklin y Morse que también la favorece con las in­jeniosas aplicaciones de sus grandiosos descubrimientos.

Entremos pues en estos edificios, hagámonos paso por entre la multitud de obreros, en su mayor parte soldados del ejército de Cuba que consagran el espacio que le dejan libres sus faenas militares, a la elaboración del cigarro, y que en horas determinadas, mañana y tarde, acuden en verdadera falan­ge a entregar sus ruedas de cigarros (tareas) y a recibir material para otras nuevas; dejemos a un lado a los especuladores que vienen a proveerse del artefacto; procuremos no ser atropellados, a pesar del discreto orden que allí preside, ya por los acarreadores de bultos de la mencionada manufactura que parten de sus puertas en carretones tirados por lijeras muías hacia los muelles de la ciudad para el embarque; ya por las elegantes ambulancias que lo llevan en venta desde las principales calles de la misma a las menos concurridas de los caseríos circunvecinos. Sigamos la valiosa provisión de pacas de picadura en rama que acaba de ser introducida para la elaboración y que a la simple vista, al más lijero examen muestran en su color y aroma al mediano inteligente su rica procedencia de la afamada Vuelta-Abajo, em­porio del mundo para esta planta; sigámosla ora a los amplios almacenes que cuenta el establecimiento en donde espera su turno, ora a uno de los patios de aquel en donde por un fácil aparato de ascensión se la hace trepar a los departamentos superiores. De allí continúa dicha picadura al secadero al aire libre, extensa techumbre metálica en donde el sol de algunas horas la limpia de las humedades inherentes al clima y la purifica de cierto mal gus­to contraído en su hacinamiento primitivo en las fábricas de tabacos puros de donde generalmente provienen; descienden después del referido secadero a manos de los escogedores, obreros chinos, yucatecos y europeos, hábiles en esta manipulación, y que extendiendo a aquella sobre telares o gruesos cer­nidores la despojan por este medio de los cuerpos estraños que pudiesen ser nocivos al aparato de cortarla o al sabor del cigarro. El aventador mecánico movido por vapor y en cuyo incipiente quedan depositados, en virtud de su peso específico, los cuerpos estraños de que acaba de hablarse, que hubiesen pasado desapercibidos a los escogedores, se encarga de purgar del todo aquel material, que pasa entonces a grandes artezas o redomas en donde humede­cido convenientemente y oprimido por la prensa hidráulica va convertido en panes, a ser cortado en hilos para la pipa o en trozos menudos para el cigar­ro que es lo más usual.

Una vez cortada la picadura pasa al laboratorio en donde extendida de nuevo en una gran redoma, es saturada por medio de un aparato a propósito a guisa de regadera, con la composición inofensiva que constituye el secreto de la casa y que sin desnaturalizar el tabaco en su esencia y conservando to­das sus cualidades aromáticas y combustibles, le presta un sabor y perfume agradable y especial que unido a su buena calidad genérica, ha valido a las picaduras de La Honradez la justa fama de que gozan. Distribúyense en se­guida en porción proporcionada con el papel correspondiente, a los cigarreros que depositan de antemano un fondo o sea el valor de $ 4 25 cts. con lo que responden a la casa de dichos materiales; siendo estos reconocidos al re­cibirse en aquella la tarea elaborada, no pueden ser adulterados ni cambia­dos atendida la suma habilidad que ya cuentan el capataz y demás receptores de las espresadas tareas. Para este reconocimiento sirve también la cir­cunstancia de estar marcada por vía de contraseña en cada papelillo cortado por máquina para cada un cigarro, una letra determinada, que el fabricante de esta materia prima cuida de hacer batir en la pasta de la misma, pudiendo verse curiosamente estampados en seco o sea en blanco en cada pliego, tantos ejemplares de aquella letra como cuadrilongos habrán de sacarse para los cigarros, cuyo número es muy fácil determinar en cada uno de los referi­dos pliegos.

Conviene aquí expresar que la fábrica usa varias clases de papel para la elaboración del cigarro, según el gusto del consumidor o el general en el país a que aquel se destina, tales como cambrai de hilo, corriente, afrecho, anís, arroz, café, hilo puro, malvabisco, orozuz, paja de trigo, pasta de tabaco, sal­via, tabaco, the, maíz, mate, medio hilo, pectoral corriente, pectoral de paja de trigo, perfumado, trigo y vegetal; siendo el más usual el llamado corriente, preferido en las Isla« de Cuba, Puerto Rico y Santhomás, Venezuela, México y otros puntos por su mayor facilidad en la combustión. De todas estas clases tiene la casa fabricantes especiales fuera del país, teniendo del corriente dos fábricas de Cataluña y dos de Alcoy que consagran toda su producción (ela­borando esta clase esclusivamente) a La Honradez.

La tarea de papel se compone de 5,064 pedazos, cortados de antemano por maquina especial, para otros tantos cigarros, lo que hace que trabajándose sobre 500 tareas diarias se elaboren en igual período 2.532,000 cigarros. En pago de las mismas da La Honradez una medalla de bronce que se cambia al portador por dinero cuando este lo quiere así y principalmente los sábados que es lo más común, pues algunos, considerando estas medallas como valor garantizado, en virtud del vasto crédito de la casa, no se dan prisa a verifi­carlo y suelen acumularlas en cantidad de importancia como dinero efectivo que puede realizarse no solo en la caja del establecimiento sino en muchos almacenes de la ciudad en donde aquellas son conocidas y acojidas por su va­lor nominal de $1 20 cts. importe de lo que se llama en la casa una tarea de cigarros. Las hechuras cuestan a esta según se ha dicho sobre $40.000 al mes.

La fábrica usa varias clases de envolturas para las cajetillas a saber: las cajetillas comunes y las de lujo, las de carterita, las en forma de petacas, de botellitas de Champaña y otras muchas cajitas de fantasía. Las primeras se tiran en la oficina tipográfica que tiene el establecimiento y que trabaja con cuatro prensas, movidas por vapor, tirándose además en dicha oficina los prospectos, circulares, documentos para el escritorio de la casa y por último el periódico mensual titulado BOLETIN DE LA HONRADEZ del cual se imprimen 20,000 ejemplares conteniéndose en él los precios corrientes de la fábrica y demás condiciones de la misma para la contratación de sus pro­ductos. Repártase gratis é incluyese en todos los bultos que salen del estable­cimiento.

Las referidas envolturas se imprimen en hojas de 12 viñetas o cajetillas habiendo para cada color una clase de viñetas o accesorio y haciéndose esta distribución por colores para mantener cierto orden de igualdad en la varie­dad que debe darse a los expresados accesorios. Dos obreros están exclusiva­mente destinados a cortar por paquetes a máquina estos cuadrados o viñetas y a reunirlos en las porciones convenientes o séase para formar lo que se de­nomina una tarea de envoltura.

Dos dibujantes se ocupan dentro del establecimiento, en hacer graciosos diseños que impresos luego con tinta de colores por medio de una perfeccio­nada prensa cromolitográfica, también movida por vapor, forman lo que se designa como envolturas o papeletas para cajetillas de lujo. De igual modo se imprimen las llamadas carteritas atendida su forma. Esta elegante envol­tura está destinada generalmente a contener hasta 25 cigarros de los entrefi­nos, pues la casa los fabrica de las diferentes vitolas o tamaños que se clasifi­can en el Boletín o periódico que se ha mencionado. Es oportuno advertir que estando hechas las carteritas de cartón, los cigarros se conservan mejor que en las cajetillas de papel: forma usada hasta hoy, de una manera exclusiva, por las cigarrerías, pues la clase de que ahora se trata es una primorosa no­vedad introducida por La Honradez. Nada más vistoso en su especie que las viñetas que cubren en todos sentidos a las dichas carteritas, habiéndolas con un hueco en blanco (y esto también lo tienen las cajetillas de papel de lujo) para poner nombres y dedicatorias a gusto y capricho del comprador. Existe allí así mismo una maquina a propósito y hecha construir expresa­mente por los Sres. Susini para marcar los dobleces de las carteritas. para cortarlas y otra para plegarlas: todo lo que prueba cuanto partido puede aplicarse de una industria que antes hubiera podido parecer de poca monta, cuando se aplican a ella la actividad y el ingenio que requiere un propósito dado.
 


 

Recibida pues la tarea de cigarros, se entrega con la de envolturas corres­pondientes al envolvedor. Este taller que se encuentra dentro de la fábrica también, se compone en su mayor parte de colonos chinos, cada uno de los cuales debe entregar envueltas, sobre ocho tareas durante las horas de trabajo obligatorio; muchos de ellos envuelven por la noche hasta seis tareas más (trabajo que les es pagado aparte del jornal) lo que ha ce 14 tareas en junto y dan 70,896 cigarros que a 24 en cajetilla que es lo más usual hacen 2.950 en­volturas. Es de notarse que el trabajo del envolvedor y el del cigarrero pue­den ser confrontados fácilmente, haciéndose por esto medio imposible el frau­de en el número de cigarros; lo que dice mucho en pro del buen orden con que están clasificadas y sistematizadas las faenas de la fabricación.

Los cigarros que se reciben en las tareas antes expresadas, ascienden como se ha visto a 2.532,000 diarios los que envueltos, lo más comúnmente en ca­jetillas de a 24, emplean 105,500 envolturas comunes, de lujo y carteritas o sea igual número de cajetillas diarias, entre las cuales las de lujo y carteritas forman una novena parte.

La nombrada de la marca La Honradez ha hecho que sus propietarios los Sres. Susini no pierdan ocasión de contraseñar su manufactura con el fin de evitar que sea admitido con su acreditado nombre lo contra hecho, perjudi­cando sus justos beneficios y más que todo el crédito extenso de que aquella disfruta. Así pueden verse en sus circulares, boletines y elegantes placas de garantía que reparte entre sus bultos, las advertencias conducentes a librar al consumidor de toda bastardía en la materia. Con este fin no solo hace fa­bricar un especial papel para sus cajetillas con la marca batida en la pasta, a guisa del de banco, sino que estampa en el mismo papel mediante aparatos ingeniosos que cuenta en la casa las contraseñas en seco que con otras im­presas, puedan dificultar aquella falsificación.

Una vez hechas las cajetillas pasan a los envasadores, para lo cual ya la tonelería, otra sección de las en que está dividido el taller general de la casa, provee de los envases necesarios, bien sean barriles y sus fracciones, bien ca­jas de todos tamaños, bien interiores de hojalata.
 


 

Para la barrilería tiene la casa, entre otros enseres y aparatos recomenda­bles, una sierra circular destinada a cortar las duelas leí tamaño requerido, máquina para aplanarlas, otra para labrar los bordes haciéndoles las ranu­ras correspondientes al encaje de los fondos o tapas y otra para redondear y tallar la circunferencia de aquellos; todo movido como los demás aparatos del establecimiento, por la gran máquina de vapor arreglada a la última perfección y dirigida por tres hábiles mecánicos encargados exclusivamente de la maquinaria de la casa, la que cuenta toda clase de útiles para reparación de piezas, torno magnífico para metales, aparato para aplanarlos y otro para nivelar y arreglar las piedras litográficas.

Aunque la reseña no termina aquí hemos omitido sus últimas páginas pues se refieren a asuntos sin interés para este trabajo.

Veamos ahora otra de las láminas que contiene dicha publicación:
 

 



Aunque esta máquina no tiene que ver directamente con las marquillas que hoy abordamos hemos querido mostrárselas por lo interesante que resulta. Incluso fue llevada por el Sr. Susini a la Exposición de Paris donde causo gran sensación e incluso obtuvo una de las añoradas medallas que esta otorgaba.
 

Origen y desarrollo de las marquillas en Cuba

Remitámonos de aquí en adelante a algunos de los datos que nos han dado los tres libros anteriores. Como nos cuenta D. Antonio de Gordon en sus inicios las marquillas eran “un pedazo de papel corriente en que se estampaba el cuño de la marca o casa que fabricaba el cigarro”. Su nombre proviene del término “marcar” que entre sus antiguas acepciones significaba “señalar  con una imagen o estampa una mercancía determinada”. Ello dio lugar a la fabricación en España de un papel específico para ello, conocido como “papel de marquilla” y con el tiempo dio nombre a las etiquetas con que se envolvían los cigarros que se fabricaron en Cuba.

Sobre la elaboración de las marquillas vimos que en un principio se usó estampar el cuño del fabricante con un mazo y después con una prensa de mano que generalmente era casera. Más tarde con la llegada de la litografía y la aparición de pequeñas fábricas se encargaba su confección a los talleres litográficos que surgieron mediados de siglo, Estos las imprimían a una sola tinta (con diferentes colores) y diseños de pobre calidad pues eran sus parientes los puros los que se podían dar el lujo de preparar etiquetas costosas al alcanzar mejores precios o estar dirigidos a la exportación.
 


 

Sin embargo tan impetuoso fue el desarrollo de la producción cigarrera que ya a comienzos de la segunda mitad del siglo aparecieron varias fábricas de importancia las cuales llegaron  a producir cantidades considerables destinadas incluso al mercado externo. En ese punto apareció un fenómeno que a veces se nos escapa de la imaginación: la rápida transformación de una pequeña fábrica “El Pensamiento” adquirida a nombre de la Sra. Concepción Ruiseco de Susini en 1853 en otra llamada “La Honradez”, que en el término de una década se convirtió en un enorme complejo industrial con amplios talleres donde abundaron las prensas más modernas de la época e incluso unos medios de impresión cromolitográfica todavía en ciernes a nivel mundial y que ninguna de nuestras litográficas llegó nunca a implantar.  Por más que hemos investigado no hemos podido entender todavía cuál fue el verdadero motor de tan gigantesca empresa. Tal vez la iniciativa o la visión mercantil del Sr. Luis Susini que la concibió con la certeza de que triunfaría pues, aunque asentada en un país lejano y poco desarrollado, contaba con la mejor materia prima del mundo: la hoja de tabaco cubana. Pero bueno, dejando esa incógnita en manos de personas con más recursos para una investigación, lo cierto es que en dicho enclave se usó un sistema inusual y único a nivel mundial para comercializar la producción cigarrera: la emisión de miles y miles de etiquetas diferentes (marquillas) que concebidas en forma de series temáticas servían para atraer a los potenciales clientes sumando sus atractivas composiciones a la peculiar calidad de los cigarros que envolvían. Serán unas pocas de ellas las que mostraremos en las páginas de esta sección.
 

Descripción y uso de la marquilla

Aunque existieron distintos tipos de marquillas, hubo un formato (que al parecer se implementó por los talleres de La Honradez) que fue el más usado durante la década en que esta alcanzó su máximo esplendor. Revisémoslo con detenimiento:
 

Dimensiones

Estas variaron dependiendo de la cantidad, longitud y grosor de cigarros a envasar por cada marca en particular. En realidad son difíciles de determinar pues todas las piezas que tenemos se  encuentran recortadas por los bordes de forma manual y sin dejar libre sus márgenes exteriores. No entendemos por qué. Debían haber perdurado algunas piezas originales con sus márgenes en blanco pero nunca las hemos visto. En la reseña del libro publicado por la fábrica nos explican que estas se imprimían mediante planchas u hojas de a 12 piezas cada una, pero…. con que separación entre ellas?
Las más comunes, las de la marca  “La Honradez”, median por lo general  12 x 8,5 centímetros. Sin embargo abundan las de mayor dimensión: 14 x 9.5 cm, usadas más bien en la marca “Para usted” de Guillo y otras.


 

Sus diferentes partes o secciones

Todas las marquillas impresas en los talleres de La Honradez tenían el mismo formato, que estaba compuesto por: el logotipo o distintivo de la marca en un borde, un motivo central y una orla alrededor.


 

El logotipo o distintivo

Este aparecía dentro de un marco en el borde derecho de la marquilla y contenía el nombre de la marca, una imagen central, frases de propaganda y datos relativos a la fábrica productora, dirección, propietarios, etc. Los que más veremos en nuestras páginas serán los pertenecientes a  “La Honradez” de Luis Susini y “Para Usted” de Eduardo Guillo que fueron los que más y mejores piezas crearon.

Sin embargo existieron muchas más fábricas que hicieron bellas series y cuyas logotipos veremos en ocasiones. Entre los más interesantes se cuentan: “El Fígaro”, “La Charanga de Villergas”, “El Manco de Lepanto”, “Mi Fama por el orbe vuela”, “La Africana”, etc.


 

El motivo central

Esta es la parte más importante de la marquilla. Contiene en algunos casos las medallas y símbolos de la fábrica, al centro la vista o escena que se corresponde con el tema de la serie en cuestión y una barra tanto en la parte superior o inferior que contiene el título de la serie o una referencia a lo visto arriba. Hay series en que el titulo no existe.

En las series del patio, humorísticas, costumbristas, etc.,  aparecen comentarios o frases picarescas en el lenguaje pueblerino de la época.

Con esto de los centros sucede que en las pocas colecciones a que hemos accedido, formadas por jovencitas o personas que iban pegando en hojas las láminas que le resultaban atractivas lo más común es encontrar los centros recortados y no las marquillas completas. Por desgracia en esos primeros tiempos no le dimos la importancia que tenían al considerar que si la pieza no estaba completa no tenía valor. Gran error que lamentaremos siempre pues ahora analizando a fondo esta cuestión vemos que el verdadero legado de las marquillas esta en las escenas y motivos que contienen sus centros más que en los adornos exteriores que si bien la hacen más valiosa artísticamente no le añaden valor histórico o documental.

Incluso en cuanto a las galerías que incluiremos pensamos que será mejor mostrar las marquillas completas y después resaltar aparte sus motivos centrales pues estos se podrían ver mejor si los recortamos y los mostramos a toda pantalla.
 

La Orla

Esta aparece de distintas formas, comúnmente en las partes superior e izquierda, otras veces también en la inferior e incluso rodeando toda la pieza. Su diseño se corresponde con el motivo de la serie y constituye una especie de marco que le da realce al conjunto.  En la mayoría de los casos era única para todas las piezas de la serie pero en algunas de las más elaboradas, como la de Los Ingenios o Los Almanaques se hizo una diferente para cada pieza.

En realidad tiene su importancia desde el punto de vista de diseño, incluso en las series de historia natural, geografía, historia, en fin todas las que se nutrían de las publicaciones de la época pues aunque el motivo central no era más que una copia, esa parte era la que contribuía a darle el realce artístico a la pieza y si requería un diseño particular del dibujante o copista.

Sin embargo su verdadera función era ofrecer espacio para que el motivo central apareciera al centro de la cajetilla cuando los cigarros eran envueltos. Y aquí entramos en una de las cuestiones más interesantes de esta historia:
 

La marquilla como etiqueta y la forma en que se usó

Uno de los aspectos que más nos ha intrigado a lo largo de los años ha sido este de cómo se usaba la marquilla a la hora de envolver los cigarros y como se formaba la cajetilla de la cual hablan los libros de la época como hemos visto arriba. Sin embargo ejemplos indiscutibles nos han demostrado que lo que se formaba era un rollo (de 25 cigarros según nos cuentan arriba) el cual se cubría con la marquilla dejando la parte superior descubierta para poder ir sacándolos uno a uno. Al hacerlo el motivo y el logo quedaban al centro y la orla servía para cerrar la parte inferior. Gracias a la imagen que da inicio al capítulo diez del libro de Hazard y a un raro motivo central de la serie “Cosas de la Habana”, referido al “Derribo de la murallas”  que conservamos en nuestra colección tenemos certeza sobre este asunto. Al por que le llamaban cajetilla no le hemos encontrado respuesta todavía. Así como al corte que aparece en la mayoría de ellas en su esquina izquierda inferior que no sabemos para que se la daba.
 


 

La verdadera historia de la Honradez

Este es un examen en el que estamos suspensos de antemano.  Si bien contamos con el libro usado arriba como Testimonio # 3 existen una serie de incógnitas alrededor de dicha fábrica y su transcurrir que merecen ser respondidas algún día dado la importancia que tuvo para nuestra ciudad y nuestra industria tabacalera en una etapa tan importante de nuestra historia. Aparte de las láminas expuestas arriba no hemos visto nunca un grabado, foto o reseña sobre este mítico estableciente en las publicaciones a que hemos tenido acceso. Sin embargo, deben existir. Lo mismo sucede con muchas de las curiosidades de que nos habla la crónica expuesta: …las cajetillas comunes y las de lujo, las de carterita, las en forma de petacas, de botellitas de Champaña y otras muchas cajitas de fantasía, los prospectos, circulares, documentos, y por último el periódico mensual titulado Boletín de la Honradez del cual se imprimían 20, 000 ejemplares que contenían los precios corrientes de la fábrica y demás condiciones de la misma, que se repartía gratis y se incluía  en todos los bultos que salían del estable­cimiento.

Revisando otras crónicas que aparecen en el libro (al que le dedicaremos una página más exhaustiva en la sección de “Muestras del Mes”) podemos conocer varios aspectos de su funcionamiento en sus momentos de esplendor. Pero sobre la primera etapa de su edificación y equipamiento, así como sobre su desenvolvimiento en la etapa de la guerra nada conocemos. Gracias a Gordon sabemos que la fábrica fue adquirida “por don Prudencio Rabell en 28 de Abril de 1888, ante el notario don J. M. Nuño, según escritura de venta número 218”, y que hasta ahí debe llegar su historia.

Entre lo poco que podemos aportar es ayudar al cálculo de la época en que se imprimió cada pieza de la marca través de la evolución de las iniciales que aparecen en sus emblemas o logotipos:
-las primeras: - C.R.S. relativas a Concepción Ruiseco de Susini la madre de Luis Susini,  a cuyo  nombre había sido inscripta la fábrica cuando la compraron en 1853 – aparecen en las emitidas hasta inicios de los sesenta
-las segundas - L.S. e H. correspondientes a Luis Susini e hijos  - se usaron en los años de esplendor de la empresa, anteriores al inicio de la guerra, pues aunque Luis había fallecido su hijo José no quiso eliminar la mención a quien la convirtió en la gran empresa que fue.
-en otros casos, solo aparecen las medallas que obtuvo la marca o los escudos de la ciudad de la Habana o España,  pero sin iniciales aclaratorias. La época de su emisión es bien difícil de precisar, pues si bien las fechas de las medallas nos ayudan en algunas de las series que aparecieron a finales de la década del sesenta, existen piezas de los primeros tiempos de la fábrica con logotipos sin iniciales y con solo escudos.  

Es interesante recalcar el hecho de que las series que emitió La Honradez son por lo general las más elaboradas en cuanto a impresión y calidad de los dibujos. Esto se explica porque gran parte de su producción estaba dirigida a la exportación, abordando por tanto temas sobre la cultura universal, detalles e historias de países europeos, etc. Eso les resta interés desde el punto de vista documental frente a las de otras fábricas de menor cuantía que al producir para el consumo nacional emitían series con motivos autóctonos para que atrajeran la atención del público local. Entre ellas ‘Para Usted” de Guillo fue la más destacada con varias series en que aparece el esclavo, la mulata, escenas picarescas y costumbristas, vistas de la ciudad, etc.

Un recuerdo que perdura, tal vez gracias a lo imperecedero de su material, fueron las bellas medallas que emitió la fábrica, no sabemos si para entregarlas como premios o sencillamente como  propaganda
 


 

Aspectos como  la cuestión del piso que uso como albergue para la colonia china que trabajaba en el enclave y los problemas que suscitaron sus adiciones al juego y al opio resultan apasionantes. También la participación de los militares y los yucatecos en la confección de los cigarrillos y la importancia que tuvo la ficha con que se les pagaba (eso puede verse en la estampa “La medalla –ficha de la Honradez”) son harto interesantes.

Nos preguntamos:

-cuanto tiempo se mantuvo la fábrica funcionando con la intensidad  y características que hemos visto tenía a inicios de su década de oro, cuando era el establecimiento de referencia para visitantes distinguidos y fabricantes del ramo?

-porque no hemos visto físicamente ni en ninguna publicación marquillas de este formato impreso en “La Honradez” posteriores a la década del sesenta?

-cuando fue adquirida por Prudencio Rabell en 1888 se mantenía en el mismo edificio, con su personal y maquinaria de siempre y era su volumen de producción el mismo de 20 años atrás?

-que se hicieron las grandes prensas, la imprenta y los departamentos de envasado que vimos en sus láminas?

-hasta qué punto se alineó y colaboró con las autoridades coloniales la familia Sussini una vez empezada la guerra?

-hasta cuando duro este sistema de los cigarros en rollitos… cuando lo sustituyeron las etiquetas para cajetillas?....porque de esta respuesta pudiera derivarse una conclusión plausible: no sería el desuso de este tipo de envase en rollos lo que precipito la obsolescencia de sus instalaciones?

-por esos tiempos se envolvían los cigarrillos de igual forma (rollitos) en otros países ….existió en ellos una instalación que fabricara el mismo tipo y cantidad de marquillas?  

Estas son unas pocas preguntas de las muchas que esperamos se puedan contestar en un futuro si partimos de la base de que esto es solo un estudio inicial sobre el tema.
 

Comparación entre las marquillas y las habilitaciones tabacaleras

Aunque son hermanas cercanas pues provienen de un mismo padre (el tabaco) existen grandes diferencia entre ambas. Veamos

-Cantidad 

Actualmente las maquillas y sus colecciones son más escasas que las de habilitaciones. Por la naturaleza del producto que envolvían se limitaban a una sola por cajetilla mientras que las habilitaciones ante la necesidad de cubrir convenientemente las lujosas cajas que contenían los puros eran varias con formas y funciones diferentes (vistas, papeletas, bofetones, tapa clavos, etc.). Así muchas marcas de cigarro se limitaron a preparar e inscribir una sola etiqueta para cubrir toda su producción, manteniéndola invariable por años. No así la industria tabacalera que para cada marca tenían que crear e inscribir juegos de varias piezas. Ello unido a las muchas marcas que cada fábrica concebía anualmente - dependiendo del tipo de hoja y vitolas usadas – hizo que fueran miles las habilitaciones inscritas en los libros de registros comerciales de la época.
La excepción de esta regla fue la inusual y desmedida producción de La Honradez, (a la larga gran suerte para nosotros) que suponemos no llego nunca a inscribir sus etiquetas en los registros de marcas como lo hicieron otras fábricas cigarreras pues jamás hemos visto un ejemplo de ello.Como fue que esto sucedió no le encontramos explicación ante lo burocráticas y estrictas que eran las autoridades coloniales en estos aspectos de la legalidad comercial.
 

-Calidad

El valor decorativo o calidad de las habilitaciones es incomparable con la de las marquillas. Por sus dimensiones, sus elementos de realce (variedad de colores, pan de oro, relieve, etc.) la idealización de sus escenas o motivos y el oficio de los talleres litográficos que las imprimieron (muchos le debieron a ellas su existencia) las habilitaciones son uno de los legados artísticos más importantes de nuestra vieja gráfica. Concebidas para envolver en primorosas cajas de cedro un producto que consumía lo más selecto de la burguesía foránea constituyen en su mayoría irrepetibles obras de arte.

Por ello las marquillas no pueden competir con ellas en ese aspecto. Comparándolas (aunque las impresas por “La Honradez” cuentan con bellas composiciones y gran colorido) no pasan de ser algo así como miniaturas tipo souvenir de feria poblana frente a cuadros de grandes maestros. Cuentan sin embargo con un grupo de valores que a nuestros ojos e intereses las hacen más importantes que ninguna otra manifestación grafica de nuestro siglo XIX. A continuación los enumeramos:
 

Valor histórico-documental….

En este aspecto las marquillas son invaluables por la cantidad de aspectos que abarcaron. Retrataron para la posteridad cientos de personajes, hechos o sucesos tales como: el derribo de las murallas, las temporadas de ópera, los uniformes de los militares, los baños en la playa de Marianao. También a nuestros grandes escritores, científicos, gobernadores. En cuanto a la parte documental nos dejaron vistas de la ciudad, sus calles, plazas, paseos, estatuas, sitios de interés. También de los ingenios azucareros, las vegas de tabaco, los campos y paisajes, y hasta de las frutas y animales típicos del país.

En fin que la unión de estas series son algo así como un gran reportaje histórico-fotográfico sobre la Cuba de la década de sesenta del siglo XIX preparado por una revista que se adelantó a su tiempo. No así las habilitaciones que estudiadas desde este aspecto son algo así como esas bellas damas sin cultura, atractivas pero vacías. Por ejemplo recuerdo que hace poco pase horas revisando para una exposición de vitolfilia dedicada al aniversario de la fundación de la Habana entre todas las habitaciones de mi colección y no encontré ninguna con una vista de la ciudad en sus viejos tiempos.

(Páginas relacionadas: -Las series de los Ingenios, -Casos, cosas y sitios de la Habana, Personajes cubanos, Galería Literaria, Los Voluntarios Españoles, etc.)
 

Valor educativo –cultural

Hasta  en ese sentido jugaron un gran papel estas marquillas allá por los tiempos en que surgieron.  Llevaron la cultura universal a las masas: personajes históricos, ciudades, geografía, dioses, músicos, compositores, novelas, científicos, santidades, mariposas, perros, caballos, etc., que los dibujantes copiaban de las pocas publicaciones extranjeras que llegaban al país y cuyos contenidos transmitían a las masas, que inconscientemente y a veces sin saber leer ni escribir podían contemplar cómo era y que sucedía en un mundo tan ignoto y lejano por entonces. Series ilustradas de forma ingeniosa le sirvieron tal vez a muchos para aprender los números y el alfabeto, conocer las historias, las banderas, los escudos, las monedas, los monarcas de los países extranjeros.

En fin cientos de elementos de la cultura universal llegaron por primera vez a las masas a través de estas marquillas. Se podría decir que sus creadores contribuyeron más que los propios colegios de la época en hacer llegar la ilustración a las masas más atrasadas de la población

(Páginas relacionadas: -Personajes religiosos, la Historia Santa, -Personajes Ingleses, una serie de lujo, -Personajes de ficción y mitológicos,-Personajes de la nobleza europea,-La serie de los números,-Escenas de cacerías,-Los ejércitos extranjeros)
 

Valor testimonial… como cuadro costumbrista

Este es el que se lleva las palmas entre todos los valores. Por suerte abundaron este tipo de series con motivos autóctonos y de algunas podremos disfrutar en nuestras páginas.

Su valor radica en la recreación que hacen de la sociedad de la época y su transcurrir -  a través de series con varios cuadros tipo historietas - donde los protagonistas son los personajes típicos que las componen y las infinitas escenas que protagonizan en su quehacer diario. Escenas donde lo picaresco, lo burlesco, y sobre todo el singular humor criollo (hijo de la indiscutible gracia del ibérico + los ancestrales dotes de la raza negra) hacen de las suyas para entregarnos una muestra de nuestras raíces única por su gracia y autenticidad. Las frases, el refranero popular, el lenguaje típico de los negros con su mezcla de idiomas que se venían fundiendo desde siglos atrás, están presentes en los créditos de estas pequeñas joyas para sumándose a graciosas composiciones hacernos disfrutar asombrados de las ocurrencias de quienes las concibieron. 

En fin un gran retablo de la sociedad de entonces por el que se pasean el amo y el esclavo, el blanco y la mulata, el chino y el yucateco, el mayoral, el guajiro, el billetero, el bodeguero, el calesero, el militar, la dama de sociedad, el petimetre, todos mezclados, todos relacionándose para conformar un tramo bien importante del periodo en que se ensanchaba el largo camino hacia la formación de nuestra identidad nacional.

(Paginas relacionadas: -El negro y la mulata como actores, -La visita del Milord, -Casos, cosas de la Habana, -Las series de Don Quijote, -Los Almanaques de 1866 y 1867, Escenas burlescas y humorísticas)
 

Valor artístico-conceptual…. y los autores que intervinieron en su confección

En cuanto a su calidad de impresión fueron grandes las diferencias entre las miles de marquillas que salieron de las prensas de La Honradez. Las propias de su marca gozaron por lo general de gran terminación y colorido. Pero muchas pertenecientes a otras menos conocidas adolecen de una pobre impresión, tintas de pésima calidad y escaza variación de colores. Claro que no por ello resultan menos importantes para nuestros intereses pues fueron las que más temas autóctonos abordaron en sus series.

Pero cuando de un análisis más abarcador se trata, la gran interrogante radica en conocer quiénes fueron los que los que las concibieron, diseñaron y dibujaron pues a su agudeza y pericia se deben tanto sus valores como el mensaje que nos dejaron.

Al parecer el trabajo de dibujarlas no se consideraba para nada un oficio para artistas pues muy pocas aparecen firmadas por el autor. Cuando se trata de series cuyos motivos se copiaban de publicaciones extranjeras (la mayoría) sin dudas el único trabajo consistía en copiar al detalle o a capricho los motivos en cuestión y diseñar una orla más o menos adecuada añadiéndole el logotipo de la marca para formar la marquilla. Casi un oficio para copistas experimentados. Pero sin embargo, en las muchas series que contenían escenas de carácter autóctono, el trabajo de quien las concebía y dibujaba tiene sin dudas un importante nivel de creación artística. Por ello es que nos intriga la identidad de sus autores. De todas las series que hemos visto, en una sola: “Vida y Muerte de la Mulata” sus 15 cuadros aparecen firmados por C. Anillo, (dibujante que no hemos podido identificar hasta ahora). Sin embargo en la mayoría de las mejor concebidas e ingeniosas no aparece ni el menor rastro de quien fue su autor Y ahí surge otra incógnita: Era la misma persona que concebía las escenas de una serie quien las dibujaba?. En el proceso cromolitográfico una maquina se encargaba de transportar el dibujo a la piedra. Pero nos preguntamos: quien hacia las plantillas a copiar… un artista reconocido que esbozaba las diferentes series o un dibujante anónimo directamente?

Revisando las publicaciones periódicas de aquel momento hemos podido convencernos del papel que estas jugaron en la concepción de algunas de las mejores piezas de la colección. Y como el dibujante principal de dichas publicaciones fue el infatigable Víctor Patricio Landaluze vale la pena que le dediquemos un pequeño análisis a este asunto.
 

La influencia de las publicaciones ilustradas por Landaluze en las marquillas

No nos extenderemos con la biografía y el actuar de Landaluze en Cuba pues esto aparece en dos páginas de nuestra la Biblioteca Virtual: “Los cubanos pintados por sí mismos” y “Tipos y Costumbres de la Isla de Cuba”. Pero algo que tenemos pendiente y merece mayor atención fue su crucial contribución a las mejores revistas ilustradas de la época. Fueron varias, enumerándolas por orden de aparición: La Charanga (1857), El Moro Musa (1859), Don Junípero (1863), Juan Palomo (1869),  Don Circunstancias (1879), todas las cuales con una frecuencia semanal incluían varias caricaturas, algunas a página completa relativas a la política, sucesos, modas, costumbres, etc. Más o menos lo mismo que las series cigarreras que nos ocupan.
Entre dichas revistas contamos por suerte con el primer tomo de “Don Junípero”,  que coincide en fecha con la etapa de oro de las marquillas. En su imagen de presentación vemos al mismo Landaluze en persona.   

Revisando sus páginas detenidamente  hemos encontrado detalles bien interesantes. Veamos:
(siempre teniendo en cuenta que las caricaturas de la revista aparecen en blanco y negro y los motivos de las marquillas en colores)

Y seguimos con otras caricaturas de la misma sección:


 

Estas caricaturas pertenecen a un trabajo titulado “Muestras de azúcar del ingenio “D. Junipero” y las marquillas a la serie “Muestras de azúcar de mi ingenio” de la marca “para Usted”. Sin dudas tanto el titulo como las imágenes tienen una estrecha relación. No solo las composiciones sino los rostros de los protagonistas guardan un gran parecido.
Incluso en este otro ejemplo la copia del personaje central es totalmente fiel, lo único que le cambian es la cajita que lleva en una mano por una lista de lotería para convertirlo en un billetero.
 


 

Recordamos que hace muchos años vimos un grupo de pequeñas acuarelas atribuidas a Landaluze de cuya veracidad dudamos. Ahora nos preguntamos: no serían los esbozos que preparo para una serie de marquillas?
En fin que la gran pregunta es…. fue el mismo quien dibujó las marquillas?… o fue un dibujante que copio tanto los motivos como los rasgos de los rostros? La respuesta no la tenemos.
También es de notar que Landaluze formo parte de la plana de la “Charanga de Villegas”, otra revista de importancia que incluso dio pie a  una marca cigarrera cuyas marquillas nos dejaron como legado los retratos de varios personajes de nuestras letras y ciencias.
 


 

Si observamos con detenimiento veremos cómo el mismo en persona aparece al centro y arriba del grupo que ilustra el logotipo de la marca. En la imagen toca un tambor pues ese era el seudonimo que usaba por entonces “El Bombo”. Como hemos explicado en la reseña de nuestra “Biblioteca Virtual” el gustaba de incluir su retrato en muchas de las caricaturas que preparaba. 

En fin y terminando con un asunto que en el futuro exploraremos más a fondo, a nuestro entender los dos más grandes cronistas o retratistas de nuestro siglo 19th fueron Landaluze y las marquillas que hoy abordamos. Que hayan sido amigos más o menos cercanos es muy posible.
 

Otros tipos de marquillas

Aparte de las piezas que hasta ahora hemos abordado, la mayoría impresas en la fábrica La Honradez, existen otras muchas que también incluiremos en nuestras páginas. Estas aparecieron desde las últimas décadas del siglo XIX, con un nuevo formato que se ajustaba para cubrir o formar cajetillas de verdad. Sus diseños e impresión se prepararon en los mismos talleres litográficos que hacían las habilitaciones, la mayoría a una sola tinta que era lo usual por eso tiempos pues no era factible un costo elevado en una etiqueta para este tipo de envase tan masivo y desechable. Muchas de sus marcas estaban asociadas a las grandes fábricas de tabacos que incluían ambas producciones en su quehacer. Como ya hemos explicado  una gran duda que siempre hemos tenido es en qué momento se pasó del uso del rollito al de la cajetilla de cartón para comercializar los cigarros…. o si ambas coexistieron a la vez?  Revisando algunas inscripciones de los libros de marcas no hemos podido determinarlo pues son muy pocas a las que hemos podido acceder

Después con el surgimiento de la Republica y los avances de la industria del ramo la producción cigarrera aumentó considerablemente, por lo que las piezas de esa época son más abundantes y fáciles de adquirir. No las podemos obviar porque resultan también interesantes  por los motivos y personajes que usaron para nombrar sus marcas o decorar sus emblemas.
Al principio fueron impresas en la Cia Litográfica de la Habana pero con la llegada del sistema off-set de impresión aprovecharon la disminución de los costos y la aparición de un tipo de papel fuerte y fino, más adecuado para cubrir las cajetillas y dijeron adiós a la litografía.
 

Ya para esa época no fue la belleza de la cajetilla el principal atractivo comercial sino los ingeniosos mecanismos de propaganda que fueron surgiendo como las emisiones de postalitas con el nombre de la marca que se introducían en las cajetillas para que los consumidores las compraran tratando de llenar los lujosos álbumes que se obsequiaban al efecto, los anuncios en publicaciones periódicas, cromos, tarjetas postales, etc. Ya las series no aparecían en las propias cajetillas sino en las referidas postalitas y cromos que bien en la imagen o al dorso contenían sugestivas propagandas.
 

Coleccionando marquillas en Cuba….

Recordamos que en nuestros primeros tiempos como coleccionistas, allá por los finales de los setenta, era en las reuniones semanales de la Asociación Filatélica que algunas personas conseguían o se interesaban en las marquillas por lo llamativas que resultaban para los admiradores de la litografía y demás, aunque era más bien a las anillas y a las habilitaciones a lo que se le daba importancia. Años después surgió la Asociación Vitolfilica y el interés hacia ellas fue en aumento. Pero eran bien difíciles de conseguir. Lo que aparecía a veces eran viejos álbumes preparados por jovencitas que coleccionaban un tipo de figuritas de cartón muy llamativas y a veces recortaban también los centros de las marquillas y los iban pegando atendiendo a sus temáticas.

Sin embargo un día tuvimos la gran suerte de poder adquirir una gran colección, preparada en Matanzas en 1866, con gran cantidad de piezas que si bien estaban en mal estado o recortadas, pues al parecer las obtuvo su dueño de los propios cigarros que se fumaba, estaban organizadas por series y muchas eran bastante raras. Ello nos motivó a profundizar en el estudio y colección de las marquillas.  

Por aquellos tiempos, tuvimos la oportunidad de conseguir algunas series de maquillas completas y en buen estado, mediante el intercambio con coleccionistas extranjeros, que las conseguirán a partir de grandes colecciones que emigraron para Europa desde el mismo siglo XIX (al igual que las de anillas que incluso le dieron el título de Vitolfilia a la afición por los recuerdos tabacaleros) y que por allá las obtenían a precios razonables para después comercializarlas o cambiarlas aquí por piezas de otros género como monedas, sellos de correo, anillas, etc. 
               

Publicaciones existentes sobre las marquillas

En la época republicana, a pesar de que grandes investigadores como Rivero Muñiz o Fernando Ortiz las conocían y escribieron algo sobre su importancia como fondo documental de nuestro siglo XIX nadie le dedico un artículo o un estudio a profundidad.

Ya en tiempos de Revolución y gracias a Enrique Núñez Jiménez aparecieron dos libros dedicados expresamente a ellas en que gracias a un excelente trabajo editorial podemos contemplar cientos de las piezas más interesantes que componen una extensa colección.

El primero “Cuba en las marquillas cigarreras del siglo XIX” editado en tres idiomas en 1985 aparecen 124 marquillas reproducidas a todo color y al doble de su tamaño. Escogidas estas entre las más interesantes de la inmensa colección que atesora nuestra Biblioteca Nacional constituyen un regalo a nuestros sentidos. 

En el segundo “Marquillas cigarreras cubanas” editado con gran lujo en 1989, después de interesantes reseñas sobre la  historia del tabaco y la industria cigarrera cubana comienza un capítulo titulado 3,832 Marquillas” donde se reproducen muchas de sus mejores series o piezas. Al inicio de dicho capitulo nos dice el autor: “La Biblioteca Nacional «José Martí» atesora entre sus colecciones más valiosas tres voluminosos cuadernos titulados Álbum de cromos, el primero de los cuales contiene 365 páginas con 1.460 marquillas; el segundo, de 363 páginas, tiene 1.452 litografías y el tercero, de 255 páginas, 1.020, lo que hace un total de 3.932 marquillas”. Suponemos que esa impresionante colección de marquillas debe de haber sido formada en los tiempos mismos de su impresión, tal vez por los propios funcionarios que estaban a cargo de los talleres de la fábrica.  Esperamos que algún día sea expuesta al público o digitalizada para hacerla llegar a las mayorías. Ojala en algún momento un investigador con acceso a dichos fondos (donde incluso podrían existir publicaciones relacionadas o los propios periódicos de la fábrica) se interese en el tema y nos entregue un trabajo que nos aclare las muchas interrogantes que hemos ido dejando por el camino.

También existe en la red un trabajo de investigación desarrollado por Yadira Calzadilla, como tesis de Maestría en Gestión y Preservación del Patrimonio Cultural en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, referido a la fábrica La Honradez y sus marquillas que resulta muy interesante.

Por nuestra parte, aunque las marquillas de nuestra colección, en su mayoría están dañadas o solo conservan algunas de sus partes, no hemos querido dejar de dedicarles una de nuestras secciones. En definitiva cuando sus ingeniosos creadores trasladaron al papel estas pequeñas obras no imaginaron lo ideales que resultarían para ser contempladas a toda pantalla 160 años después gracias al desarrollo de la computación y la red de redes. Rindámosle este pequeño homenaje.
 

Las páginas que conformaran esta sección

(Que iremos incluyendo poco a poco y en donde podremos analizar con más profundidad muchos de los temas expuesto arriba)

-Las series de los Ingenios

-Casos, cosas y sitios de la Habana

-El esclavo y la mulata, actores de varias series

-La visita del Milord

-Personajes religiosos, la Historia Santa

-Los Voluntarios Españoles

-Personajes Ingleses, una serie de lujo

-Personajes de ficción y mitológicos

-Personajes de la nobleza europea

-Personajes cubanos, Galería Literaria

-Las series de Don Quijote

-Los Almanaques de 1866 y 1867

-Las series didácticas; el Alfabeto, los Números

-Escenas de cacerías

-Los ejércitos extranjeros

-Escenas burlescas y humorísticas

-Series variadas e incompletas

-Marquillas no impresas por La Honradez

 

"DOS INTERESANTES SERIES SOBRE LOS INGENIOS AZUCAREROS"

Las series sobre los ingenios azucareros

LA VISITA DEL MILORD "SINGULAR SERIE DE MARQUILLAS CIGARRERAS"

La visita del Milord

"ESTABLECIMIENTOS, VISTAS Y COSAS DE LA ANTIGUA HABANA"

Sitios, hechos y cosas de la Habana

"SERIES CON EL ESCLAVO Y LA MULATA COMO PROTAGONISTAS"

El esclavo y la mulata

"LOS UNIFORMES DE LOS VOLUNTARIOS ESPAчOLES DE CUBA"

Los uniformes de los Voluntarios

"SERIES RELGIOSAS: LA HISTORIA SANTA, LA CORTE DEL PAPA, CUADROS DE SANTOS"

Personajes religiosos, la historia santa

"DON QUIJOTE DE LA MANCHA - PROTAGONISTA DE VARIAS SERIES DE MARQUILLAS"

Don Quijote de la Mancha

"RETRATOS DE DAMAS DE LA NOBLEZA EUROPEA, INGLESAS Y FRANCESAS"

Damas de la nobleza europea

"RETRATOS DE PERSONAJES ESPAÑOLES Y CRIOLLOS COMO CENTROS DE VIEJAS MARQUILLAS"

Retratos de peninsulares y criollos

"SERIES DE LOS NUMEROS, EL ALFABETO ORNITOLOGICO Y EL ZOOLOGICO"

Series de los numeros y los alfabetos

"LAS DISTINTAS SERIES DE LOS ALMANAQUES"

Las series de Los Almanaques

SERIE "ESCENAS DE CACERIAS" DE LA MARCA "PARA USTED"

Serie Escenas de Cacerias

"MARQUILLAS DE SERIES VARIADAS EMITIDAS POR LA MARCA DE LA HONRADEZ"

Series variadas de La Honradez

"MARQUILLAS VARIADAS EMITIDAS POR DIFERENTES MARCAS EXCEPTUANDO LA HONRADEZ"

Piezas de marcas varias excepto La Honradez

SERIES "UNIFORMES DE LOS EJERCITOS EXTRANJEROS" DE LA MARCA "LA HONRADEZ"

Uniformes de ejercitos extranjeros

"DIFERENTES TIPOS DE MARQUILLAS EMITIDAS EN CUBA EXCEPTUANDO LAS DE LA HONRADEZ"

Marquillas ajenas a La Honradez

"MOTIVOS CENTRALES DIVERSOS RECORTADOS DE MARQUILLAS"

Motivos Centrales