"LOS INGENIOS.- COLECCION DE VISTAS DE LOS PRINCIPALES INGENIOS DE LA ISLA DE CUBA"
Titulo - Los Ingenios. Colección de vistas de los principales ingenios de azúcar de la Isla de Cuba.
Autor – Justo G. Cantero.
Impreso en – La Habana
Fecha – 1857
Dimensiones – 13.5 por 21 pulgadas
Cantidad de páginas - 74
Cantidad de tomos - 1
Ilustrado por – Eduardo Laplante
Taller – Litografía de Luís Marquier
Cantidad de láminas – 28
Los Ingenios. Colección de vistas de los principales ingenios de azúcar de la Isla de Cuba. Edición de Lujo. El texto redactado por Justo G. Cantero, gentil-hombre de Cámara de S. M. y alférez real de Trinidad, & &. Las láminas dibujadas del natural y litografiadas por Eduardo Laplante. Dedicado a la Real Junta de Fomento. Habana. Impreso en la litografía de Luís Marquier. 1857.
Así se identifica en su portada de presentación esta obra, orgullo imperecedero de la bibliografía cubana
Veamos a continuación la dedicatoria de la obra donde en dos páginas los editores explican las intenciones y pormenores del trabajo emprendido:
A LA REAL JUNTA DE FOMENTO:
Vamos á comenzar la publicación de una obra, sino perfecta y acabada, la primera que en su clase haya salido á luz de las prensas cubanas.
Esos grandes focos de producción, de elaboración y cultivo de un fruto que es, hace muchos años, la primordial y más abundante fuente de la riqueza y prosperidad de este bello y deleitoso país, no han ocupado hasta la fecha ningún cuerpo de obra especial, sino cuando más algunos artículos y memorias sueltas.
Nosotros hemos procurado llenar este vacío con el libro de "Los Ingenios".
No contamos para ello con nuestras débiles fuerzas solamente; el Sr. D. Justo G. Cantero, ventajosamente conocido en todo el territorio de Cuba, por su posición y su fortuna, por su acendrado patriotismo, por la elevación de sus miras, y por su decidido amor al bien común, nos ha ofrecido cooperar con su buen juicio, con sus apreciables talentos y datos especiales, á la redacción del texto. Además, los Sres. Hacendados, á quienes hemos comunicado nuestro pensamiento, nos han facilitado generosamente las verídicas noticias de sus respectivas fincas, y esperamos que todos los de más continúen favoreciéndonos de igual manera con las concernientes á las suyas.
No descenderemos á inútiles y minuciosos pormenores, ni todos los ingenios de la Isla, pueden figurar en nuestro libro. Aquellos más notables por la grande escala de sus productos, aquellos donde se hallen establecidas algunas mejoras ó reformas de reconocida utilidad, y los que por sus circunstancias particulares arrojen alguna luz en la esfera de la elaboración y el cultivo, ó den alguna idea útil para su historia, serán
los que tengan lugar en nuestras páginas, ya en láminas aparte, ya en grupos, ya en notas ilustrativas.
Para que la obra sea digna del objeto á que se consagra, no hemos perdonado ni perdonaremos gastos ni esfuerzos de ninguna especie. Ajustada exactitud, redacción correcta, tipografía, láminas y papel de lujo, limpieza, claridad y esmero en todo, serán los datos que la constituyan. Si hubiéremos acertado á llenar un hueco que el adelantamiento material y social del país hacían en extremo notable, nuestro placer será cumplido, si no quedáramos la satisfacción de haber puesto los cimientos á este nuevo y pequeño edificio para que, con mayor acopio de luces y talentos, lo mejoren y embellezcan los que nos sucedan.
Nuestra obra necesitaba de un poderoso Mecenas que la escudara con su nombre, y desde luego creímos que era un deber nuestro dedicada á la Real Junta de Fomento de la Isla; á la ilustrada y meritoria corporación, que con su patriotismo y sus recursos ha contribuido de una manera tan ostensible al desarrollo y acrecentamiento de la riqueza agrícola y mercantil de este suelo que Dios bendiga. Si la acoge benévola y le presta su poderosa égida, el éxito no será dudoso, y quedarán digna y sobradamente recompensados los afanes y desvelos de los
Editores
EDUARDO LAPLANTE - LUIS MARQUIER.
Pues bien, las intenciones expresadas en dicha dedicatoria fueron recompensadas con creces dando lugar a una obra considerada con justeza, desde los tiempos de su aparición, como la pieza cumbre de nuestra gráfica del siglo XIX, importante tanto por su aporte a la historia de los albores de la industria azucarera cubana como por su alto contenido artístico. En su consecución nada se escatimo, ni gastos de todo tipo, ni tiempo de preparación, ni la participación de los mejores artistas y operarios del mundo editorial de la época. Sus primorosas imágenes, dibujadas in sito por Eduardo Laplante con maestría sin igual, plagadas de minuciosos detalles que le comunican un engañoso sentido de realidad, nos transportan al duro mundo de las plantaciones azucareras cubanas en los tiempos en que era la fuerza de trabajo esclava su motor principal. Se muestran estas ante nuestros ojos idealizadas por la mano del artista para ofrecernos un pintoresco panorama, muy alejado de la cruda realidad que imperó en los campos cubanos en tiempos del esclavismo, pero artísticamente inigualable.
Más que un ambicioso proyecto editorial constituye esta publicación un agradecido tributo por parte de un avezado empresario a la industria a la que debió su fortuna y su prestigio. Un regodeo sin intereses económicos, solo artísticos, que con el tiempo se convertiría mas en mito que realidad por lo difícil que resultaría contemplarla completa para las futuras generaciones.
Antecedentes y pormenores de la obra:
La idea de su confección correspondió a Justo German Cantero, destacado empresario del ramo radicado en Trinidad, quien habiéndose relacionado a inicios de la década del cincuenta con Eduardo Laplante, litógrafo y pintor de origen francés recién llegado al país, concibió la idea de preparar una lujosa publicación que plasmara para el futuro las vistas y descripciones de los ingenios azucareros más importantes del país, algunos de los cuales le pertenecían.
Siguiendo la costumbre del mundo editorial cubano en aquellos tiempos la obra vio la luz mediante el sistema de suscripciones y entregas, las cuales fueron ocho en total, según datos bastante verídicos que pueden encontrarse en la prensa de la época. Estas aparecieron entre Mayo de 1855 y Febrero de 1857, prácticamente dos largos años durante los cuales Laplante se tomó el trabajo de personarse en los ingenios escogidos para dibujar unas veces detalladas imágenes de sus casas de calderas y otras desde alturas privilegiadas hermosas vistas de sus instalaciones y bateyes. Mientras tanto Cantero iba coordinando mediante sus relaciones con los otros dueños de los ingenios seleccionados la entrega por parte de estos de las correspondientes descripciones (la mayoría de las cuales se limitaban a dos cuartillas que servirían para llenar la página escrita que acompañaba a cada una de las vistas). También obtuvo algunos planos de las instalaciones fabriles más novedosas existentes en el país, los cuales fueron apareciendo a razón de uno por entrega. Tanto las acuarelas originales como los planos fueron transportados a las piedras litográficas e impresos por el mismo Laplante en el taller de Luis Marquier, el mejor equipado del país en aquel momento. Como puede verse al pie de la portada de presentación la parte tipográfica o sea la impresión de los textos se hizo en el taller “La Cubana” situado en Mercaderes No. 8.
No se sabe sin embargo quienes ni cuantos fueron sus suscriptores pues la lista que debía aparecer al final de la obra nunca se publicó.
Las primeras siete entregas aparecieron con cuatro láminas cada una más las correspondientes hojas de texto con las descripciones de los ingenios que aparecían reflejados y algunos planos relativos a sus equipamientos. La octava entrega no incluyó láminas, solo la portada de presentación y la introducción al libro escrita por Cantero.
El costo de cada entrega según un artículo de la Gaceta de la Habana era de 4.25 pesos. En definitiva la poca experiencia editorial de los gestores de la obra hizo que esta se terminara sin incluir el acostumbrado índice de su contenido, una relación de las láminas que la adornaban o una numeración en sus páginas escritas.
Por otra parte, el largo periodo de tiempo que transcurrió entre la primera entrega y la última, unido al valor decorativo de unas láminas que resultaban ideales para ser enmarcadas y adornar las casas de los suscriptores, muchos de los cuales tenían grandes relaciones con la industria o eran los propios dueños de los ingenios exhibidos, hacen que fueran pocas las obras que se llegaran a encuadernar completas, con todas sus láminas. Dos años tuvieron estas para extraviarse, deteriorarse, ir a parar a las ávidas paredes de las mansiones de los mismos dueños de los ingenios que recreaban, o sencillamente quedar en manos de interesados en conservarlas para si por diversos motivos
En realidad el formato de esta obra es muy parecido al de los tradicionales álbumes de la época donde al peso fundamental lo tenían sus ilustraciones. En ella, salvo la introducción de 14 páginas preparada por Cantero, los escuetos escritos que contiene existen en función de sus ilustraciones, contrariamente a lo que resulta habitual en un libro donde las imágenes se incluyen en función de sus textos.
Por otra parte al no tener una numeración o paginado cada suscriptor encuadernó el libro, llegado el momento, de acuerdo a su propio criterio, lo cual hace muy difícil establecer un orden único o lógico. De los ejemplares incompletos que hemos tenido la suerte de poder revisar ninguno ha presentado el mismo orden. En lo que todos coinciden sin embargo es en contener la misma cantidad de páginas de texto (74) y en ubicar la lámina o el escrito de los Almacenes de Regla en su inicio. Tal vez se deba ello a que, incluida en la primera entrega, fácilmente se entendía que era esta una imagen más bien introductoria.
Estos factores que hemos enumerado contribuyeron a hacer muy imprecisa la relación exacta de las láminas de esta obra con el paso de los años, en cuanto a cuya cantidad y títulos no se han puesto de acuerdo los diferentes autores que la han reseñado.
Sin embargo, remitiéndonos a quien más nos ayuda al conformar cada página de esta sección y quien más crédito merece gracias a su infatigable trabajo, el gran Carlos M. Trelles, encontramos lo que este escribió en la página 33 del tomo IV de su “Bibliografía Cubana del Siglo XIX”, publicado en Matanzas en 1913:
Los Ingenios. Colección de vistas de los principales ingenios de azúcar de la Isla de Cuba. Edición de Lujo. El texto redactado por Justo G. Cantero, gentil-hombre de Cámara de S. M. y alférez real de Trinidad, & &. Las láminas dibujadas del natural y litografiadas por Eduardo Laplante. Dedicado a la Real Junta de Fomento.
Habana. Impreso en la litografía de Luís Marquier. 1857. En folio, (74) ps., 28 planos de fábricas y casas de calderas.
La 2ª entrega se repartió en Julio de 1855. Fue la primera obra de esta clase salida de las prensas cubanas.
Con dicha descripción coincide el ejemplar que poseemos. La relación y orden de sus ilustraciones es la siguiente:
Lista de láminas:
1.- Vista general de los Almacenes de Regla.
2.- Ingenio San Rafael.
3.- Casa de Calderas del Ingenio Álava.
4.- Ingenio Flor de Cuba.
5.- Ingenio Flor de Cuba. (Casa de Calderas).
6.- Ingenio Purísima Concepción (A) Echevarría.
7.- Casa de Calderas del Ingenio San Martín.
8.- Ingenio Tinguaro.
9.- Ingenio El Progreso.
10.- Ingenio El Narciso.
11.- Ingenio Intrépido.
12.- Ingenio Unión.
13.- Ingenio Monserrate.
14.- Ingenio Santa Teresa (á) Agüica.
15.- Ingenio La Ponina.
16.- Casa de Calderas del Ingenio Santa Susana.
17.- Casa de Calderas del Ingenio Victoria.
18.- Ingenio San José de la Angosta.
19.- Ingenio La Amistad.
20.- Casa de Calderas del Ingenio Asunción.
21.- Valle de la Magdalena.
22.- Casa de Calderas del Ingenio Armonía.
23.- Ingenio Ácana.
24.- Casa de Calderas del Ingenio Santa Rosa.
25.- Ingenio Trinidad.
26.- Ingenio Manaca.
27.- Ingenio Güinía.
28.- Ingenio Buena Vista.
Lista de planos:
1.- Aparato tubular vertical de triple efecto.
2.- Plano de las fábricas del ingenio Flor de Cuba.
3.- Plano de las fábricas del ingenio San Martín.
4.- Plano de las fábricas del ingenio Ponina.
5.- Plano de la casa de calderas del ingenio Santa Susana.
6.- Plano de la casa de calderas del ingenio Amistad.
7.- Plano de las fábricas del ingenio Armonía.
8.- Tren Misto.
Sobre la cantidad de páginas:
Al parecer por su importancia el ingenio Flor de Cuba fue el único que mereció 2 láminas y 6 páginas de texto. Las restantes 26 láminas merecieron 2 cada una (52 en total). Esto sumado a las 14 de la introducción y a las 2 de la presentación da lugar a las 74 páginas que contiene la obra coincidiendo esto con lo que cita Trelles.
Otros detalles:
Característica peculiar de esta obra fue la inclusión de un cuño seco que identifica a sus editores en cada una de sus hojas y la impresión de sus textos en el mismo papel de extrema calidad (conocido como “papel marquilla” o “papel de pasta” por aquellos tiempos) usado para las láminas. Esta característica del papel, unido a la calidad de las tintas usadas, hace que aunque algunas láminas de la obra que poseemos presentan las típicas manchas de hongos que abundan en las bibliotecas cubanas, la zona de la imagen se mantenga intacta, tal como salió de las prensas hace más de ciento cincuenta años.
Aunque no es nuestro propósito incluir en esta página un estudio crítico sobre esta obra no queremos dejar de remarcar el laborioso trabajo llevado a cabo por Eduardo Laplante para la consecución del ambicioso objetivo trazado por Cantero. No solo al pintar las acuarelas originales sino al llevarlas al taller y encargarse del arduo proceso necesario para trasladarlas al papel. Incluso se encargó el habilidoso artista del complicado trabajo de dibujar en la piedra e imprimir los ocho grandes planos que se incluyeron buscando un mayor rigor científico. Claro que la habilidad del personal que tenía el taller de Marquier por aquellos tiempos tuvo un gran peso en la fabulosa terminación de esta obra, sobre todo el gran oficio de los iluminadores que se encargaron del acabado final de las litografías originales las cuales, como hemos explicado en la página introductoria a esta sección, se imprimían a una sola tinta inicialmente para después ser coloreadas a mano, una por una, mediante un trabajo extremadamente laborioso y artístico a la vez.
Listado de las imágenes que contiene la galería de esta página:
01.- Vista general de los Almacenes de Regla.
02.- Ingenio San Rafael.
03.- Casa de Calderas del Ingenio Álava.
04.- Ingenio Flor de Cuba.
05.- Ingenio Flor de Cuba. (Casa de Calderas).
06.- Ingenio Purísima Concepción (A) Echevarria.
07.- Casa de Calderas del Ingenio San Martín.
08.- Ingenio Tinguaro.
09.- Ingenio El Progreso.
10.- Ingenio El Narciso.
11.- Ingenio Intrépido.
12.- Ingenio Unión.
13.- Ingenio Monserrate.
14.- Ingenio Santa Teresa (á) Agüica.
15.- Ingenio La Ponina.
16.- Casa de Calderas del Ingenio Santa Susana.
17.- Casa de Calderas del Ingenio Victoria.
18.- Ingenio San José de la Angosta.
19.- Ingenio La Amistad.
20.- Casa de Calderas del Ingenio Asunción.
21.- Valle de la Magdalena.
22.- Casa de Calderas del Ingenio Armonía.
23.- Ingenio Ácana.
24.- Casa de Calderas del Ingenio Santa Rosa.
25.- Ingenio Trinidad.
26.- Ingenio Manaca.
27.- Ingenio Güinía.
28.- Ingenio Buena Vista.
29.- Imagen del cuño seco que identifica cada hoja del libro.
30.- Portada de presentación de la obra.
31.- Aparato tubular vertical de triple efecto.
32.- Plano de las fábricas del ingenio Flor de Cuba.
33.- Plano de las fábricas del ingenio San Martín.
34.- Plano de las fábricas del ingenio Ponina.
35.- Plano de la casa de calderas del ingenio Santa Susana.
36.- Plano de la casa de calderas del ingenio Amistad.
37.- Plano de las fábricas del ingenio Armonía.
38.- Tren Misto.
Como vemos aparecen en nuestra galería, en primer término, las imágenes de las 28 láminas que contiene la obra (en el mismo orden que tienen en el original que poseemos) seguidas por las de sus 8 planos que se podrán contemplar en dimensiones mayores que la pantalla para que el visitante pueda estudiarlos adecuadamente. También aparecen la imagen de la portada de presentación de la obra y la del cuño seco usado.
Aunque no es usual en esta sección, en este caso, debido a la importancia de este libro, hemos añadido en la página particular de cada imagen la transcripción del escrito que este contiene sobre el ingenio mostrado. Pretendemos de esta forma hacer llegar a nuestros visitantes la obra en su totalidad, con todos los textos que en ella aparecen. Para ello lo único que restaría es el extenso escrito introductorio firmado por Julio German Cantero que incluimos a continuación:
INTRODUCCION
Al presentar esta obra al público parécenos de suma utilidad una explicación para dar a conocer el motivo de su publicación y los deseos que animan a los que han tomado parte en ella.
La casualidad de estar viajando por la Isla Mr. Eduardo Laplante me proporcionó la adquisición de su amistad, y persuadido de su decidida afición al noble y bello arte de la pintura, me alborocé de hallarle en mi camino y proponerle que tomase las vistas de mis ingenios, lo que aceptó con agrado. Al ver la facilidad, gusto y exactitud del dibujo y sus no comunes conocimientos generales de nuestra agricultura, hablamos de lo conveniente que sería una obra en donde figurasen las fincas principales de Cuba y por este medio dar a conocer los adelantos y esfuerzos que impenden los agricultores para seguir la marcha universal del progreso y generalizar esos conocimientos en un país en el cual parte de sus habitantes tiene tan poca afición a viajar, séase por los malos caminos que, gracias al celo del Gobierno, de la ilustrada Junta de Fomento y de los buenos patricios, van desapareciendo con los vapores y ferro-carriles, o por el amor que nos inspira la localidad donde nacimos y pasamos los primeros días de la infancia, donde existen nuestros intereses, donde se nos ofrecen, en fin, las más dulces reminiscencias.
Siendo este el primer libro en su género que se da a luz en nuestra fértil Antilla, fuera presunción creer que habíamos de llenar cumplidamente el objeto a que tienden nuestros trabajos. Conocemos nuestras débiles fuerzas y sólo el fuego sagrado del entusiasmo patrio que arde en nuestros pechos nos da valor para presentarnos al público, guiados por la creencia de que estamos en el deber imprescindible de hacer algo, esforzándonos y trabajando según las escasas facultades con que el ser Supremo nos dotara, para promover por los medios posibles las mejoras y reformas necesarias al bien de la comunidad. También hemos confiado en la bondadosa cooperación de los inteligentes hacendados que nos han franqueado sus fincas con la mayor hospitalidad y facilitado apuntes de suma importancia para los textos, con un interés ardiente que en todos hemos notado por la felicidad de esta tierra querida.
Demasiado extenso ya este preámbulo, parécenos justo entrar de lleno en la materia que pensamos tratar, impetrando antes la benevolencia de nuestros lectores.
Desde los tiempos más remotos la agricultura se ha reconocido como la madre de todas las industrias. “No hay profesión, dice Liebig, que se pueda comparar en importancia con la agricultura: a ella le pertenece la producción del alimento para el hombre y los animales; de ella depende la prosperidad de toda la especie humana, las riquezas de los Estados y el acrecentamiento del comercio.” La tierra no sólo paga con usura al cultivador con el precio de los frutos que recoge, sino que le presta y comunica fuerzas, salud y vigor para resistir a sus duras faenas. ¡Obra de la Providencia Divina que vela incesantemente y cuida con particular esmero de los que al bien de la humanidad, bajo cualquier respecto, se consagran!
Si los descendientes de Rómulo y Remo, fundadores del pueblo romano, hubieran dejado a sus agricultores solo tributar adoración a Flora y Pomona y no al fruto del botín, tal vez la discordia civil no se hubiese entronizado derribando los altares de la Patria y no hubiesen levantado sobre sus ruinas el solio de Calígula, Tiberio, Nerón y Vitelio. La época más floreciente de la república romana fue cuando se dispensaban las distinciones y alabanzas más honrosas a los que se ocupaban en esta industria, en cuyo tiempo sobresalieron gran número de escritores célebres como Varron, Palladio, Catón, Plinio, Culumela &. &. Los egipcios adoraban a Osiris por ser el primero que les enseñó a labrar la tierra y al buey Apis por los servicios que les prestaba. Los griegos veneraban a Ceres porque fue la diosa que inventó la agricultura. Los chinos veneran aun la memoria de Confucio (Con-Ju-Yre) no solo por haberles predicado benevolencia universal, justicia, virtud y honradez, sino porque les hizo conocer la importancia de la agricultura para su felicidad. Los cartagineses llevaron sobre las demás naciones contemporáneas el arte al más alto grado de perfección. Culumela nos hace saber que Mayo, un o de los generales más esclarecidos, escribió veinte y ocho libros sobre esta materia y que fueron traducidos al latín por orden expresa del senado Romano. Heroid, escritor griego contemporáneo de Homero, nos habla del arado que los antiguos romanos veneraban. Plinio refiere que el abono fue invención del rey griego Augeas, y Virgilio el cantor inmortal de los amores de Dido, aconseja el riego. Sabido es en nuestros días o séase en la era positiva de la agronomía, el estado fabuloso de prosperidad a que han llegado las naciones con el sistema del cultivo alternante y el apoyo que le ha prestado la ciencia moderna con la Geología, Mineralogía, Botánica, Química, Fisiología vegetal o Filosófia natural.
Inglaterra, Francia, Alemania, Prusia y los Estados Unidos gastan millones en adelantar su agricultura y sus razas de animales con sus granjas y establecimientos modelos. En Meltray, Petitbourg y en Jonkrlant se moralizan cultivando la tierra jóvenes que delinquieron; en Montbellet reciben la instrucción agrícola a que más tarde han de deber sus medios de existencia centenares de niños huérfanos, y hasta de los dementes saca partido en Bicétre la administración de hospicios de París. Por todas partes vemos asociaciones e institutos de agricultura representados por sus órganos y periódicos baratos para propagar los conocimientos.
Sería ageno de los estrechos límites de esta publicación entrar detalladamente en la historia cronológica o natural de la caña, sus cualidades y principios constitutivos, climas, estaciones que le convienen, modo de arar el terreno y cultivarlo, abonos, riegos que le son útiles o nocivos; lo mismo que de la elaboración del azúcar, maquinaria, constitución del guarapo, procedimiento de defecación, evaporación, concentración, granulación y purga. Estas son materias para obras de mayor extención y así solo nos limitaremos por las notas que hemos tomado de cada finca a dar algunas noticias interesantes, hacer un breve análisis de todo y enseñar prácticamente el modo de operar, los terrenos en que prospera con más ventaja la caña y los trenes para la elaboración que están actualmente en uso en la Isla.
Según los autores que hemos leído, el escritor más antiguo que nos habla del azúcar es Theophrates, que dice se tenían tres medios de sacar miel y el último expresa ser el de la caña. En la Sagrada Escritura solo encontramos que el sabio Isaías en sus Profecías, cap. 43, v. 24, dice a los Gentiles: “No me compraste caña dulce por plata.” Scoffer manifiesta que en el antiguo Egipto, Fenicia y la India tampoco se hace mención de ella y que no se encontró en su camino por Arabia ese artículo como comercial hasta el siglo XI. Si confiamos en el testimonio de Strabón en su historia de las Indias, creeremos que Nearco, almirante de Alejandro el Grande, como 300 años antes de Cristo, no solo vio la caña, sino que sabía que de ella se extraía el azúcar.
Mr. Eduardo Wray cree, sin embargo, de que los chinos afirman que el azúcar se ha hecho de la caña en China sobre 3.000 años antes de la citada época, y de concederle un innegable derecho a una respetable antigüedad en su fabricación, que de la India y no de la China es de donde la caña de azúcar emana. No es esta la opinión del sabio Humboldt que está en la persuasión de que, por las pinturas que ha visto en las antiguas porcelanas de China representando los diversos trabajos de elaboración del azúcar, el origen de esta manufactura debe referirse en dicho Imperio a una época muy remota y quizás inmemorial.
Dioscórides en el siglo I muy claramente dice que una clase de miel se encontraba en la caña; que crecía en las Indias y en la Arabia Feliz; Séneca y Lucano, que vivieron en tiempo de Nerón, y después Plinio se refieren a la azúcar de la caña con la advertencia de que sólo se empleaba en la medicina.
La caña ofrece muchas variedades y diferentes colores. En la Isla se puede decir que sólo se cultivan tres; pues la criolla que en algún tiempo fue la exclusiva, solo se siembra para comer. Mr. Dumont la defiende en su cuaderno publicado en 1832 y dice que llega una época al fin de la zafra, en que la constitución de su rival es leñosa y difícil de moler; pero para las máquinas del día no hay caña dura. La de Otahití o blanca tiene todos los requisitos necesarios para ser preferida en buenas tierras y es la que está generalizada sin embargo de exigir más cuidado que las otras.
La caña de cinta de Otahití es casi la misma que la de Batavia; solo que la primera tiene rayas moradas y la otra encarnadas. Esta es preferida para los terrenos cansados o de mediana calidad por ser fuerte, de grandes dimensiones, crecer con más vicio y precocidad y ser más dura que la blanca, sobre todo si se corta en época avanzada; a los trapiches de bueyes les cuesta trabajo dar suficiente guarapo para los trenes. Como esta caña madura antes que la blanca, la zafra debe principiar por ella, principalmente si la falta de brazos nos obliga a comenzar la molienda en Noviembre.
La caña cristalina tiene todas las buenas propiedades de la de cinta; crece con rapidez en donde la blanca sería indiferente y su guarapo es muy rico. Porter, Evans y otros nos describen varias especies y Mr. Wray nos dice que en el estrecho de Malacca y provincia de Wellesly hay ocho clases de caña principales; que la primera y mejor del mundo, a la cual da su preferencia y su cultivo recomienda es la llamada Salangore llamada por los Malayos de Malacca tibbo coppoé (caña de yeso) por que tiene alguna vez una cantidad considerable de una sustancia blanca resinosa en su tallo y es notable por la porción de peluza que presenta en sus hojas que son muy anchas y fuertemente dentadas en los bordes; es de color más oscuro que la de Otahití y aunque se seque muy rara vez, se cae y entonces es preciso recojerla con las manos. Como caña de planta ha dado 6.500 libras por acre y aún más; por el modo imperfecto de fabricarla en Malacca, sólo se saca 3.600 libras de azúcar seco por acre. Considerando la superioridad de nuestros terrenos de Cuba no estrañaría que se obtuviesen tres toneladas por acre. La caña crece firme y vigorosa, se conserva más derecha que la de Otahití, da guarapo muy abundante, de mucha calidad y fácil de clarificar, se elabora sin dificultad y produce un azúcar superior con brillante grano.
La caña de Salangore parece ser la misma cristalina o caña de yeso y primeramente llevada a la India por los ingleses y después a Jamaica, Cuba y los Estados-Unidos. Sin embargo de que se considera superior a las demás, su armasón leñosa presenta tal solidez y resistencia, que se opone a la fácil extracción del guarapo y por tanto produce un rendimiento menor que el de la caña blanca, o sea de Otahití.
Una variedad nueva de caña de la China llamada Infi o Shorgo sucre se ha principiado a cultivar en la vecina Confederación con la semilla que está facilitando la oficina de patentes de Washington. Mr. C. Orth, del estado de Indiana, da una relación de los experimentos que ha hecho, habiendo conseguido 15 p% de un excelente azúcar clarificado: del jugo que produce la caña podía también destilarse alcohol y una clase de bebida fermentada semejante a la cidra; y cree positivamente Mr. Orth, que dicha semilla puede plantarse y brotar hasta en una latitud de 42º Norte; por ejemplo, en los límites septentrionales del estado de Illinois se consigue azúcar de superior calidad, a razón de dos y media toneladas por acre, dando cuatro cosechas al año; es decir, que un acre dará diez toneladas de azúcar al año! No es esto todo: el grano o semilla, da buena harina para alimento y el cogollo es excelente para los animales; su crecimiento es de doce pulgadas por semana y se eleva a trece pies ingleses de altura. El sorgho ofrece aun más ventajas: después de cojer la semilla, de lo que llamamos bandera se hacen escobas y del bagazo se puede fabricar papel. Es necesario no descuidarse con tantas virtudes como reúne esta planta, las cuales si se convirtiesen en verdades, causaría una revolución en el comercio azucarero.
Después de haber establecido estos datos generales relativos al cultivo de la caña, vamos a referirnos a la Isla de Cuba en particular, que es la única que nos ha suministrado las observaciones necesarias para nuestro trabajo, a ella sola por tanto dedicado.
Productos del ingenio en 1852:
Azúcar: 1.300,000 libras a 6 centavos …………………………. 78,000
Miel: 60,000 galones a 36 centavos …………………………. 21,000
Maíz: 9,000 barriles para el uso de la finca, leña: 3,000
cuerdas para la casa de calderas estimado el valor en ………… $14,400
Total producto………..… $114,000
Tenemos a la vista un estado anual de precios corrientes dado por Mr. A. R. Miltemberger, documento de sumo interés del cual aparece que el total producto de la Louisiana en veinte y dos años, desde 1834 hasta 1855, fue de 3.898,740 bocoyes calculados en $198.993,868 de los cuales los puertos del Atlántico tomaron 1.316,033 bocoyes y los Estados del Oeste 1.934,527. Resulta de dicho cuadro que la mejor zafra que ha hecho, fue la del año 1853 que llegó a 449,324 bocoyes con 495.156,000 libras de peso; pero desde entonces ha tenido inviernos muy húmedos y crudos y se ha ido disminuyendo la zafra, tanto que la de 1856 sólo la calculan en 80 ó 125.000 bocoyes, cantidad que no es suficiente para los Estados del Oeste.
El azúcar de la caña dominó el mercado de Europa hasta el descubrimiento del químico prusiano Margraf en el año 1747 quien probó que existía azúcar en varias raíces, particularmente en la remolacha; cuarenta y cinco años después se estableció por Achard la primera fábrica de este último producto en Cumoon, de Silesia, por vía de experimento, sin conseguir por lo pronto muy alhagüeños resultados; pero por el estado demostrativo que al final ofrecemos, se verá el vuelo que ha tomado rivalizando con la caña, sin embargo de haber pronosticado el barón de Liebig que no tendría porvenir.
La caña de azúcar, saccharum officinarum, clasificada en la Botánica como perteneciente al género triandia diginia, es una planta de la familia de las gramíneas; echa renuevos de una a tres pulgadas de grueso y de dos a tres varas de alto, con nudos numerosos de donde parten las hojas, adquiriendo la longitud de una vara y que según se maduran se van cayendo; poco más arriba tiene cada canuto un ojo; al llegar a su madurez, lo que sucede generalmente a los diez o doce meses, echa en su ápice una flor. La caña está cubierta con una cáscara silisosa que envuelve un tejido como de malla leñoso pero poroso, una especie de médula en cuyas celdillas se encuentra el jugo azucarado.
Los naturalistas han entablado diferentes cuestiones sobre la caña: la primera, difícil de resolverse, se concreta a si es indígena del Nuevo Mundo o si procede de las Indias Orientales. Esta cuestión se ha discutido en las Memorias de la Sociedad patriótica y por el padre Labat en una obra publicada en 1742 en la que asegura mediante varios curiosos datos, que la caña crece tan naturalmente así en América como en las Indias. Los Sres. Blachette y Zoega agregan que esta opinión ha adquirido un carácter de verdad después que el célebre navegante Cook encontró caña de azúcar en muchas islas del Océano Pacífico. A esto añade un escritor de las Memorias de la Sociedad Patriótica, de donde estractamos estas noticias, que parece, según la autoridad de Pedro Martyr en el libro 3º de su primera Década escrita durante la segunda espedición de Cristóbal Colón verificada de 1493 a 1495, que en esta fecha se cultivaba ya la caña en Santo Domingo; pero puede suponerse que habría sido trasplantada allí por el mismo Colón en su primer viage con las demás producciones de España y Canarias.
La otra cuestión es si la caña se da de semilla en alguna parte del globo. Sin embargo de las reflecsiones de Porter, Bryan, Edwards, y los viages de Bruce por el Egipto, Mr. Leonardo Wray demuestra que en ninguna parte se da la caña de semilla y no puede explicar por qué los agrónomos están tan ansiosos de obtener semilla de la caña, cuando no se puede esperar mejor clase que la de Otahití o la de Salangore, cañas que bajo circunstancias favorables producen de dos a tres toneladas de azúcar seca por acre. ¿Qué más se puede apetecer! Necesario es ver la cantidad de caña que se requiere para poder conseguir una igual de azúcar, y formar una idea justa del producido enorme rendido por un acre de tierra. Se dice igualmente que el cálculo de los hacendados de Jamaica era sacar de la caña de planta dos toneladas de azúcar seco por acre.
A las Cruzadas se debe el principio del uso del azúcar en Europa, según Lafitau. El cultivo de la caña fue introducido en Chipre del Asia, donde en 1748 se plantó una cantidad considerable, y al mismo tiempo fue transplantada a Madera y a las Islas Canarias, y hasta el descubrimiento de la América, esas Islas eran las que surtían a Europa de la mayor parte del azúcar que consumía. En 1420 D. Enrique, regente de Portugal, hizo transportar la caña de Madera a Sicilia y en el año de 1506 lo fue a las Indias Occidentales.
El cultivo de aquella planta, según nos dice Mr. Knapp’s en obra de Química aplicada a las artes y manufacturas, existía en las costas de Andalucía antes de la invasión de los Arabes; De aquella época, a mediados del siglo XV, el arte de elaborar el sumo de la caña para la producción del azúcar tuvo principio, aunque solo se fabricaba una especie de azúcar crudo o moscabado. En el año 1421 un veneciano inventó el arte de refinado, de donde dimana el nombre de “pains de Venise” que se ha dado a los panes de refino. En 1597 existía una refinería en Dresde.
El uso del agua de cal y albumen para refinar se describe por Angelo Sala, al principio del siglo XVI; en su Saccharologia el nombre de candi se menciona en el Alchinira de Litario, 1595. Aun a lo último del siglo XVII el azúcar era demasiado caro para los pobres. Con el progreso de la civilización el uso del azúcar gradualmente ha llegado a ser una verdadera necesidad en las clases menesterosas, y el consumo consiguiente ha aumentado en grande escala; el uso del té, café y conservas de frutas ha sido una de las causas de su general introducción: así es que en todas partes encuentra un lugar preferente, desde los soberbios palacios hasta la más infeliz cabaña, en los festines durante la primavera gloriosa de la vida, cuando la fruición más perfecta del alma y sus más elevados deseos hacen de la tierra un Edén; en medio de esas escenas donde Dios puede mirar con complacencia los corazones enlazados por aquella misteriosa afinidad y simpatía jurándose eterna unión en felicidad o infortunio, y en el lecho de miseria y dolor en las manos del ministro de esperanza y alivio que nos ofrece los jarabes para ocultar el acíbar de las medicinas y contrariar las influencias de las enfermedades, que roban al filósofo su fortaleza y consuelo; en todas partes, por fin, se reconoce como uno de los productos más preciosos con que la Providencia ha dotado a sus criaturas.
Los portugueses llevaron esta planta a la Isla de San Thomas, y en 1520 había más de sesenta fábricas en ella. Mr. S. R. Porter anuncia que así que Colón descubrió el Nuevo mundo, Pedro Esteban llevó la caña a Santo Domingo, que Miguel Ballestero natural de Cataluña fue el primero que estrajo el jugo y González Veloso el primero que lo redujo a azúcar; que en 1518, según relata Hevane, bajo la autoridad de Martyr, había veinte y ocho ingenios en la Isla y su cultivo se extendió con rapidez prodigiosa, rindiendo productos enormes.
Según Mr. Porter, en 1461 se llevó esta planta desde el Brasil a la Barbada y de allí a las demás Antillas. En 1643 hicieron azúcar los ingleses en San Cristóbal y los franceses en la Guadalupe en 1657.
En las Memorias de la Real Sociedad Patriótica de la Habana se nos informa que cuando los ingleses se apoderaron de Jamaica en 1656 solo había tres ingenios en esta Isla. Esta época marca el principio de la actividad en el fomento de los ingenios en las Antillas.
La Louisiana tardó medio siglo en empezar el cultivo de esta planta, sin embargo de ser, según varios autores, de los primeros artículos introducidos por los europeos en las vecinas islas de Occidente. Según Mr. J. B. Thorpe en un artículo que insertó en el “Harper Magazine” la caña fue llevada a la Luisiana hace unos cien años por los padres Jesuitas de la Isla de Sto. Domingo, los que no solo importaron la semilla, sino también un número de negros que entendían la manera de sembrarla y convertirla en azúcar. Sobre los terrenos que ocupa la población de New-Orleans fue donde aquellos padres empezaron a cultivar la caña. Ahora en un radio de doscientas millas a cualquiera de los dos lados del gran Mississipi y en las orillas de sus tributarios, la caña florece tanto como se lo permiten las contrariedades de su ingrato clima. La zafra tiene que hacerse en noventa días so pena de ser destruida por la escarcha, y es preciso poner una quinta parte de su campo bajo la tierra para la semilla del año siguiente. Compárese esto con nuestro suelo predilecto que ostenta campos de caña que duran de veinte a cincuenta años, y tal vez se encuentre todavía la semilla del tiempo de Colón. Siendo la zafra de la Louisiana de 350.000 bocoyes y pesando cada uno 1.000 libras, se verá que se pierde en la semilla la enorme suma de 70.000 bocoyes de azúcar.
Uno de los grandes trabajos que tienen que hacer es abrir zanjas sumamente costosas para las lluvias que caen a torrentes en aquella latitud y el agua que se filtra del río que ellos llaman “transpiration water”. Hay haciendas en las cuales en un espacio de una milla cuadrada se puede encontrar de veinte a treinta millas de zanjas: estas han costado años de trabajo e inteligencia, y aun con ellas hay ingenios que por no ser favorable el nivel tienen que valerse de máquinas de vapor. El terreno es tan bajo que en muchas millas de las orillas del río tienen de un lado y otro que poner un dique de seis a doce pies de alto que llaman “levees” para protejerse de las inundaciones; pues cuando por desgracia las olas del Mississipi rompen su prisión, llevan consigo el terror, la ruina y la muerte y sólo se oye el grito: “The crevasse! The crevasse!”
Otro inconveniente que ofrecen, es el de no poder usar el bagazo como combustible: absorve la humedad atmosférica y hasta la fecha parece que no han encontrado medio artificial de secarlo. Usan tres cuerdas de leña para hacer un bocoy de azúcar y les cuesta tres pesos la cuerda; por consecuencia, por cada mil bocoyes desembolsan 9.000 pesos sólo de combustible para la elaboración. Hay 1.500 ingenios en la Louisiana; una tercera parte tiene aun trapiches de caballos, y creen que es provechoso poner máquinas de vapor cuando la hacienda produce de mil bocoyes para arriba.
Muchos de los grandes ingenios de la Louisiana tienen aparato para refinar: será interesante reproducir aquí lo que dice uno de nuestros más industriosos e inteligentes vecinos. “Según los datos que tenemos, el ingenio St. James tiene bajo de cerca 9.000 acres de tierra (272 caballerías nuestras); 1.500 acres (45 caballerías) de los cuales están en cultivo, divididos como sigue: 800 acres (21 caballerías) de caña, 294 acres (9 caballerías) de maíz, 150 acres (4½ caballerías) cultivados por los negros para su uso, 10 acres (a caballería) de olivos; el resto de los 1.500 acres, a los cuales se ha aludido, está ocupado con siembras de papas, fábricas, pastos y jardín; los demás de los 9.000 acres es de monte de donde se saca el combustible. Las fábricas consisten en la casa de vivienda y dependencias, 24 ranchos con varandas al frente; cada rancho es de 40 pies cuadrados y contiene 4 cuartos y un patio; un hospital de 64 pies cuadrados conteniendo 7 cuartos y un gran varandage; una enfermería para los criollitos de 15 pies cuadrados, un almacén, la casa de los operarios, una caballeriza con 100 pesebres,
Dos casas de madera cada una de 400 pies de largo, 100 de ancho y 34 de alto. La maquinaria consiste en una sierra de vapor y una bomba de lo mismo, en el río, para surtir la casa de calderas de agua, una máquina de 80 caballos para moler, tachos al vacío, un completo aparato para hacer y refinar 24.000 libras de azúcar en las 24 horas, directamente del guarapo y todo por medio del vapor. El ganado consta de 64 mulos, 12 caballos, 16 bueyes, 165 carneros, 80 vacas. La dotación se compone de 250 esclavos: 107 hay trabajando en el campo, 2 son toneleros, 1 herrero, 2 maquinistas, 4 carpinteros, 20 criados en la casa, 4 enfermeros, 11 viejos que atienden a la caballeriza y 64 criollitos.
Los gastos de esta finca ascienden a 20.000 pesos anuales que se emplean en pagar al administrador, maestros de azúcar y maquinistas, en el vestuario y alimentación de los negros y reparaciones de maquinaria y fábricas. La ración semanal de cada negro es de 5½ libras de carne de puerco de la mejor calidad, harina suficiente y papas; a esto se agrega que cada siervo tiene sus puercos y gallinas y recibe anualmente dos mudas de ropa, dos pares de zapatos, una colcha de lana y un sombrero.
El valor de este ingenio es:
Tierras: 9.000 acres a 40 pesos ……………………………. 360.000
Fábricas ……………….……………………………………. 100.000
Maquinaria ………………………………………………… 60.000
Esclavos ……………………………………………………. 170.000
Animales …………………………………………………… 11.000
Total ………………… $701.000
Sus terrenos se dividen generalmente en cuatro clases y la capa vegetal no mide por lo regular más que tres cuartas o una vara; la tierra negra que es preferida para el cultivo de la caña rinde de doscientas a doscientas y cuarenta cajas por caballería, término medio 4.250 arrobas de caña de Otahití, que es la mejor; con la presión de las grandes máquinas de vapor que se están introduciendo, se logra un rendimiento de 72 a 75 p% de guarapo, graduando la velocidad, según se ha recomendado, en vuelta y media solamente por minuto, para evitar la reabsorción del guarapo; la bermeja (o mulata), siendo la mejor de esta clase la Indiana (negro rojiza), produce ciento cincuenta cajas por caballería y la mulata, (pardo-roja) que da cien cajas; las tierras areniscas y de cuyujíes producen unas cincuenta cajas y solo sirven para siembra de hierba de Guinea; la colorada constituye para los cafetales la clase de terreno que generalmente se ha preferido.
El número de ingenios establecidos en la Isla se eleva aproximadamente a 1.570, y aun cuando sea difícil determinar dicha cantidad con exactitud, pueden evaluarse en un cálculo aproximativo, en veinte mil las caballerías sembradas de caña. El número de labradores empleados en dichas fincas asciende poco más o menos a doscientos mil a los que debemos añadir once mil chinos importados hasta la fecha en calidad de colonos asalariados y que proporcionan algunas ventajas. Por otra parte hallándose completamente prohibida la trata y haciéndose sentir cada vez más la falta de brazos, los dueños de ingenios no tienen más remedio que acudir al empleo de dichos colonos, aunque muy inferiores realmente en fuerza física a los negros y aun cuando su adquisición resulte más costosa, circunstancias que han hecho naturalmente más cara la mano de obra, y que ha dado margen a que no pueda conseguirse un negro regular de campo en menos de ochocientos a mil pesos.
La caña de Otahití fue introducida en la Isla el año de 1795 por D. Francisco de Arango, según datos que se nos han facilitado. En 1535 el Consejo de Indias apoyó la solicitud de Hernando de Castro pidiendo hacer un ingenio, que fue el primero de la Isla, siempre que se le concediese licencia para introducir cincuenta negros libres de derechos; pero en el Bosquejo Económico del Sr. D. Mariano Torrente se dice que apenas comenzaba, aun que en escala menor, el cultivo de la caña y fabricación por los años de 1523, cuando el Señor D. Felipe I mandó que a las personas más honradas que quisieran abrir ingenios se les prestase cuatro mil pesos por la Real Hacienda, con obligación de devolverlos a los dos años. Mas no se desarrolló la industria azucarera en aquella proporción que pudiera esperarse del apoyo del Gobierno; así vemos, según D. Ramón de la Sagra, que doscientos y cincuenta años después era todavía insignificante dicha producción, y que aun en 1792 la exportación del indicado fruto no había pasado de 72.854 cajas.
Las fincas fueron adquiriendo con el tiempo mayor incremento, comenzando su establecimiento en las inmediaciones de la Habana de la cual se fueron alejando a medida que se hizo sentir la necesidad de buscar terrenos vírgenes en dirección de Matanzas y de la Vuelta-Abajo. Esto no impidió que simultáneamente se hiciese lo mismo en otros puntos de la Isla, como en el valle de Trinidad en que se hallan aun ingenios de cerca de un siglo de existencia, Las localidades a que se ha dado preferencia para el fomento de los ingenios y la producción del azúcar en la Isla son siguiendo el orden geográfico: la Vuelta-Abajo, Bahía-Honda hasta Guanajay y aun más allá, la costa del Norte desde la Habana hasta Sagua la Grande y el centro de la Isla, la Unión, Macurijes y Banagüises, puntos donde existen los ingenios más colosales; después Sierra-Morena, Sagua, San Juan de los Remedios y Puerto-Príncipe en que el número se va reduciendo gradualmente. Siguiendo la costa del Sur obtienen justificada preferencia la jurisdicción de Cienfuegos, Villa-Clara, el hermoso valle de Trinidad y Sancti-Spíritus; sin embargo de que en la misma dirección se encuentran algunos esparcidos, y hasta las inmediaciones de Santiago de Cuba no se presentan de nuevo agrupados, si esceptuamos Guantánamo y el valle de Santa Catalina principalmente el cual comprende los más hermosos del Departamento Oriental.
Los ingenios fueron establecidos primeramente con el fin de elaborar azúcar blanco purgado, continuando aun gran parte de ellos en dicha fabricación; sin embargo, de algunos años a esta fecha, se ha verificado una reacción que ha dado lugar a que muchos hayan principiado a no hacer más que moscabado o miel reconcentrada, a consecuencia de la disminución de brazos y su consiguiente carestía y de la más fácil salida que tienen las clases inferiores para las refinerías estrangeras y sobre todo por la dificultad que hay en obtener con nuestros trenes jamaiquinos azúcar blanco que pueda competir con el que se consigue con los procedimientos europeos, por nuestro método de usar el fuego y la cal para separar las impurezas vegetales del guarapo, que son sumamente perjudiciales a la elaboración.
Se ha probado por investigaciones científicas que la caña contiene de 18 a 20 p% de azúcar cristalizable; pero que por el modo imperfecto de extraer el guarapo y la mutabilidad química que experimenta la elaboración, sólo obtenemos si acaso la mitad. Los químicos Pelligot, Dupuy y Casaseca han encontrado:
En la caña de Otahití En la caña criolla
De la Martinica De la Guadalupe De Cuba
Pelligot Dupuy Casaseca
Agua …………...… 72.1 ……………… 72.0 ……………….. 65.9
Azúcar …………… 18.0 ……………… 7.8 ………………… 17.7
Materia leñosa ….. 9.9 ……………… 9.8 ………………… 16.4
Sal ……………….. “ “ ……………… 0.4 ………………… “ “
El sabio químico, Sr. Casaseca, en una memoria presentada a la Real Junta de Fomento dijo: que no bajaba la pérdida total de 68 p% del azúcar contenido primitivamente en la caña, empleando el mejor trapiche de vapor, el mejor tren de cinco piezas, la mejor calidad de caña, el mejor maestro de azúcar y los mejores operarios. En el mismo año el ilustrado hacendado Sr. D. Wenceslao de Villa Urrutia, en su informe sobre el tren de Derosne y Cail hace la siguiente observación: “Mucho nos aprovechará, es verdad, la fertilidad de nuestro suelo, la virginidad de mucha parte de él; pero al ver que la ciencia y el arte han hecho producir a la desabrida remolacha el 8½ p% de su peso en la azúcar cuando la dulcísimo caña no nos ha rendido a nosotros todavía sino el cinco, temible es que aplicados a este vegetal en otras partes los mismos principios que han hecho aquel prodigio y quedándonos nosotros estacionarios, no alcance a cubrir la diferencia todo el poder de la naturaleza que hasta ahora ha sido el único amparo de nuestra privilegiada producción.”
En las refinerías, nos dice el químico Scoffern, la cal se usa en pequeñas proporciones y como agua de cal, de cuyo modo su influjo pernicioso se modifica algún tanto, y aun en esta forma debe ser grande su agencia destructiva cuando se considere que cada meladura sucesiva contiene la cal no sólo de su operación, sino parte de la anterior, modificada únicamente por la cantidad de cal quitada en la filtración por el carbón animal. Además, en las refinerías usan la sangre, no obstante que muchos no lo quieren confesar, tal vez por el olor particular de esta materia, que no lo quita el carbón animal y que sólo desaparece con la purga, séase que se emplee el sirope o se haga uso de otros procedimientos; así es, que el azúcar bastardo de las refinerías, cuyo aspecto es semejante al de nuestro moscabado, tiene un olor desagradable.
Grandes elogios merecen aquellos que se ocupan constantemente en buscar una materia que supla la cal. Se han hecho experimentos con los ácidos nítrico, sulfúrico, prúsico y oxálico; ni este último ni los otros favorecen la cristalización.
La alúmina la he visto usar a Mr. Derosne con la idea de separar las materias colorantes y las impurezas vegetales del guarapo, pero lo abandonó por no haber conseguido de pronto un resultado satisfactorio. En los países de la remolacha usan el sulfato de alúmina con alguna ventaja. En calidad de agentes precipitantes de la materia albuminosa y colorante, según los químicos, son mejores los acetatos como el subacetato de plomo: el guarapo más negro con su uso se clarifica; lo mismo sucede empleando el nitrato de mercurio, pero no se ha podido quitar el exceso del plomo y por consiguiente sus propiedades venenosas con el gas ácido hidro-sulfúrico, el ácido sulfúrico, el biphosphato de cal &c.
Se me ha dicho que en algunos ingenios se piensa hacer experimentos que debemos desear salgan victoriosos, en busca de un nuevo agente defecador, en cuyo resultado está envuelta nuestra riqueza; pero al mismo tiempo que se tenga cuenta y se reconozca bien si las materias que se empleen no son perjudiciales a la salud. Mientras tanto se conformarán con la cal y el fuego de los trenes jamaiquinos los que no quieran arrostrar el trabajo y los grandes costos de los aparatos completos de refinar.
Los procedimientos empleados en la fabricación son generalmente los mismos que eran ahora treinta años, es decir que la mayor parte de los ingenios están montados con trenes jamaiquinos compuestos de cinco piezas, o dos clarificadoras y cuatro piezas; sin embargo, algunos propietarios acaudalados han montado los suyos con tal magnificencia que difícilmente se encontrarán en Europa fábricas que los sobrepujen, pudiendo decirse, sin temor de faltar a la verdad, que la Isla de Cuba es la colonia que más lejos ha llevado la loable ambición que consiste en obtener grandes productos de la mejor calidad. Todos los sistemas se han empleado en ella: las grandes instalaciones de Derosne, las de Rillieux, de Dod, de Rouseau, de Mourgue, además de los sistemas mixtos, uno de los cuales tiene por objeto poner el guarapo a treinta grados y pasar las meladuras a tomar punto en el tacho de vacío, consiguiéndose de este modo un grano hermoso, y en fin el de Ramos con el uso del color perdido.
En la Louisiana parece que se prefiere las pailas que anteriormente llamaban de palangana, se colocan mejor para que el fuego trabaje con más franqueza teniendo el mayor cuidado al poner las parrillas del tacho de modo que no sea la clarificadora la que reciba la llama y no hay necesidad de los gastos de empañadura de cobre que se suple con ladrillos, tienen la precaución de no dejar vacío el tacho por lo que les dura mucho tiempo; no dan paleta para tener grano grande, tanto que algunos no usan canales sino un carril que lleva un cajón al lado del tacho para que la meladura al cristalizarse sufra el menos movimiento posible. Usamos la cal, que es, según nos dice Mr. Shute Barrington Moody, el método inglés; el maestro de azúcar en la descachazadora de cuatrocientos galones al llegar la temperatura a 180º echa la cal que juzga necesaria, cantidad que generalmente varía de seis a treinta onzas teniendo cuidado de no dejarla hervir para poder coger bien la cachaza: al tiempo de pasar a la clarificadora toma una copa de guarapo y queda satisfecho si ve que la forma mucilaginosa en hebra se eleva precipitándose la parte leñosa que deja un licor claro de color de ámbar claro o vino de madera; de lo contrario agrega más cal; pero si encuentra que el mucílago se coagula sin usar una gran cantidad que oscurece el guarapo, suspende la operación y recurre a la limpieza y espumaderas.
En los Estados-Unidos se ha generalizado el uso del bi-sulfito de cal: a cada cuatrocientos galones de guarapo antes de clarificarse se le echa de uno a cuatro azumbres (quarts); su gravedad específica debe ser la guía. Es algo costoso: cada barril asciende en la Isla de siete y medio a ocho pesos.
Hasta hoy no se han empleado los abonos sino en muy reducidas porciones de las fincas. Materia es esta de suma importancia y única esperanza como base de fertilidad para los terrenos cansados de nuestros ingenios viejos, donde las fábricas y los demás gastos imposibilitan transportarlos a otros vírgenes. Sin embargo, muchos han sido desmolidos, abandonándose inmensos valores en fábricas que acaban por convertirse en ruinas. De sentirse es por tanto, que las construcciones no hayan sido hechas más ligeramente desde un principio y bajo condiciones que permitiesen el traslado a otro punto; con una tercera parte de la suma invertida en la edificación hubiese bastado; la facilidad del transporte hubiera en muchos casos acelerado la traslación y el país poseería un número mayor de grandes capitales.
Es sumamente desconsolador que nuestro mejor químico nos diga en su Memoria publicada en 1851, que no puede emitir su opinión respecto del particular, asegurando que los químicos ingleses, en países análogos al nuestro, no nos llevan hasta aquí ventaja.
Muchas esperanzas nos ofreció el guano, máxime cuando se nos recomendó por un químico tan distinguido como lo es el Dr. Ure, que en su Diccionario de Artes y Manufacturas nos dice que para los agricultores de las Indias Occidentales es el mayor regalo, pues les proporciona el medio de restituir la fertilidad a los terrenos cansados; pero la experiencia nos demuestra, según el Dr. Leonardo Wray, autoridad bastante competente, que el guano contiene gran cantidad de amonio; por cuyo motivo no es propio para el cultivo de la caña y debe considerarse como altamente dañoso para la formación y depósito del azúcar en la caña de planta, por lo que cree que ningún hacendado debe usarlo en sus campos. Generalmente nos contentamos con las doscientas o trescientas cajas que nos da una caballería de tierra empleando como abono la paja que se deja, y parece increíble que de esta suerte esté un terreno dando caña por muchos años. Cuando el terreno está un poco cansado, algunos se contentan con usar el arado antiguo empleando las cenizas que producen las hornillas lo mismo que los desperdicios de la casa de alambique y algún abono animal. La costumbre de mantener la boyada en el corte de caña, dice Wray, es la violación más grande de la ciencia de la agricultura, y más imperdonable todavía en aquellos que pueden tener cerca pasto de yerba de Guinea.
El riego para nuestros campos de caña es de la mayor importancia; pero la fertilidad de estos aún no nos ha hecho conocer su valor y lo miramos en general con alguna apatía. En el artículo que publican los Sres. Collantes y Alfaro en su Agricultura práctica, cuya lectura recomendamos, nos dicen que de todos los medios que puede usar la mano del hombre para ayudar a la agricultura, no hay ninguno tan fecundo en buenos resultados, tan poderosamente eficaz como el riego; por él se convierten en ricas praderas los arenales áridos y las tierras poco fértiles producen abundantes cosechas.
En cuanto al sistema de acarreo se efectúa únicamente en toda la Isla por medio de bueyes y carretas de dos ruedas, salvo en alguna que otra finca situada en terrenos llanos, en que se comienza a usar carretas de cuatro ruedas que presentan calidades más ventajosas para el transporte. El modo de llevar la caña al trapiche es de suma importancia; las carretas destinadas a este oficio deben ser livianas, de cama, anchas y arregladas de manera que se pueda cargar trozos de caña largos y que cada carreta lleve, si es terreno llano, la caña suficiente para producir cinco panes de azúcar.
La yerba sembrada para el alimento de los animales es la de Guinea que se produce muy bien, y la misma caña proporciona en la época de la zafra sus cogollos que come con gusto el ganado. Pocos ingenios poseen potreros, motivo por el cual en la mayor parte de ellos se envían las boyadas a los más inmediatos durante el tiempo muerto, que es el que media entre Junio y Diciembre.
El alimento de las dotaciones consiste en tasajo, bacalao, una abundante ración de harina de maíz, plátanos y buniatos y en algunos puntos de la Isla comen todo el año carne fresca. Además, cada negro tiene un pedazo de tierra que trabaja a su beneficio, cría sus puercos y gallinas y en algunas fincas que tienen potrero se les permite una bestia.
Puede decirse en elogio de los propietarios que los sentimientos de humanidad son los que reinan, contribuyendo la ilustración de nuestros días al modo mejor con que son tratados nuestros siervos: así es que las agonías físicas que inflije el castigo se observan sólo en casos muy extremos. Este trato benigno es causa de que se note un aumento considerable en el número de los esclavos nacidos, contribuyendo a esto el esmero con que son cuidados los enfermos.
También ha prosperado la destilación del ron y se ha empezado a atender como es debido; ya todos conocen los métodos más modernos y los alambiques franceses, ingleses, belgas, &c. así como los aparatos destilatorios de Blumenthal, Sanguier y Coffeg, Derosne, Egrot, Shear and son &c. &c. Recientemente hemos recibido la obra que se ha publicado en París: Duplais, Traité des liquers et de la distillation des alcools que desearíamos ver traducida. El aparato que he usado es el Shear and son de Londres y me ha dado magníficos resultados, produciendo por cada galón de miel un galón de ron, que es cuanto se puede desear. Sin embargo, personas muy inteligentes están en la creencia de que en donde hay necesidad de Valerse de operarios estrangeros, el alambique que se adapta mejor es el de doble retorta que se usa en Jamaica con preferencia a los demás, porque cualquier negro lo puede manejar y dar el ron de treinta grados de Cartier con facilidad. En estos últimos años se ha establecido un considerable número de alambiques, algunos de ellos capaces de producir de quince a veinte pipas diarias, lo que equivale de 1.695 a 2.260 galones. Nos cabe la satisfacción de poder decir que cuando en la Exposición Universal de París los inteligentes estaban admirando el ingenioso sistema para aprovechar los escapes de vapor como gran economía de combustible, había tres años que se habían puesto en planta en la Isla, lo que demuestra cuan innegables son los adelantos en todo lo que se refiere a la maquinaria y a los aparatos perfeccionados.
La superficie de la Isla de Cuba es de más de 3.800 leguas cuadradas, sin contar la de sus cayos. Habiendo producido la Isla el año próximo pasado dos millones de cajas y calculando unas con otras sólo a cien por caballería, nos da cultivadas de caña veinte mil de esta, y suponiendo diez cajas por negro, nos da por resultado doscientos mil trabajadores en su labor. Nos parecen algo reducidos los cálculos del Sr. de la Sagra en su artículo tercero sobre el capital que representan los ingenios en la Isla; pues sólo estima empleados $83.780,000. El valor de los terrenos va en progresión ascendente; sin embargo muy difícil sería indicar con exactitud el de todos ellos en general a causa de la multitud de circunstancias que concurren a hacerlos variar. A pesar de esto admítese generalmente que la caballería de tierra de primera calidad, es decir, la de fondo y en terreno llano, cuesta mil pesos sembrada de caña, quinientos si no lo está y de dos a trescientos si no está desmontada; pero debe observarse que estos valores no siempre sirven de base a los precios de venta; pues una finca no se vende únicamente en razón de la calidad o cantidad de sus tierras, sino también y principalmente en atención al número de negros y animales que pertenecen a ella, a la clase de las fábricas y de los aparatos que sirven para su explotación, a su situación, cerca del mar o de algún ferro-carril y por consiguiente a la mayor o menor facilidad que ofrezca para la comunicación. El valor de los esclavos ha aumentado considerablemente de cuatro a cinco años a esta parte: hoy vale un buen negro de campo de ochocientos a mil pesos.
Siendo a la vez las explotaciones de azúcar agrícolas, industriales y administrativas, difícil sería determinar con exactitud los gastos o el rendimiento positivo de un ingenio. La influencia de las localidades favorables, medianas y malas, muy dignas de considerarse por lo que respecta a la agricultura, no es la que más contribuye a determinar el costo; la inteligencia y los procedimientos industriales que se emplean marchan a la par con dicha influencia, si es que no la sobrepujan; mientras que la habilidad administrativa, las causas accidentales favorables o adversas y hasta la casualidad lo domina todo en un país en que existe la esclavitud. El valor de los ingenios varía desde cien mil hasta un millón doscientos mil pesos. La refacción de uno de doscientos y cincuenta negros se puede calcular al año en veinte y cinco mil pesos y su producto, en terreno bueno, en diez bocoyes de azúcar moscabado por negro.
La situación de los hacendados no es generalmente la más satisfactoria; muchos de ellos a pesar de los grandes rendimientos de las fincas, se encuentran en una posición embarazosa debida en parte a la extensión que casi todos dan a la explotación, a los compromisos que han contraído con el fin de mejorar la suerte de sus esclavos y aumentar las boyadas, en una palabra, de dar mayor amplitud a sus ingenios y perfeccionar sus productos. Los gastos que nos presentan del estrangero por llevarles una caja de azúcar son también una cosa en extremo curiosa. Una cuenta de venta nos ofrece: flete, derechos, acarreo, corretage, seguro contra fuego, idem marítimos, entrada en la Aduana, pérdida en el peso, almacenage, comisión de venta, interés sobre los gastos &c. &c., no bajando todo esto en los Estados-Unidos de once pesos por caja. A los hacendados se les ha agregado la dificultad que han encontrado para conseguir dinero; a veces por no hallarlo a ningún interés algunos han tenido que presentarse y otros se han visto precisados a ponerse en manos de los refaccionistas. No es raro, pues, ver que los adelantos pecuniarios hechos al hacendado pesan después sobre él, aumentados con un rédito que a menudo pasa de un 20 p%; pero gracias a los esfuerzos y conocimientos generales de administración pública que ha desplegado el General Concha, que lleva a Cuba en alas de la prosperidad por medio del crédito, el vapor y la electricidad, tenemos el establecimiento de los bancos en la capital, en donde las buenas firmas consiguen el dinero al 6 p% y pronto se tendrán sucursales en las principales poblaciones con lo cual cambiará la suerte de los hacendados.
Y no se ciñe a estas solas mejoras que el ilustre Gefe citado ha introducido a favor de los agricultores; pues en sus repetidas excursiones por el interior de la Isla ha conocido la necesidad de establecer escuelas en los partidos con el objeto de elevar la condición social de los campesinos, cuya reforma desearíamos se llevase a efecto con toda escrupulosidad; viendo a la cabeza de esos establecimientos a hombres bien pagados que fuesen capaces de imbuir en los alumnos algunas ideas de la Química aplicada a la Agricultura, del arte veterinario para perfeccionar las razas de animales, prevenir sus enfermedades o curarlas, y tener un pedazo de tierra para enseñarles prácticamente el uso de los instrumentos nuevos, principalmente los aratorios.
La Isla de Cuba, la más hermosa de las Antillas, bañada por las olas del Océano Atlántico, situada entre las dos Américas, fue descubierta por el mismo Colón en 28 de Octubre de 1492 a los 76º de longitud al O. de Cádiz y a los 23º de latitud boreal (Longitud 76º 4’ 34” latitud 23º 9’ 26”).
El estudio de su historia natural aún está en la infancia: a los Sres, Poey, la Sagra, Lembeye, Gundlach, Auber y Casaseca debemos las investigaciones de las producciones animales, vegetales y minerales. Los mamíferos indígenas se reducen a unas veinte especies, las aves a doscientas y cuarenta, los reptiles a cincuenta, sin que se halle ninguno venenoso, los peces a quinientos, los anulosos y moluscos son numerosos, así como los zoófitos. De sus fósiles dice el ilustrado cubano Poey que la Isla de Cuba, como todos los países del globo, ha estado un tiempo bajo las aguas del Océano y conserva numerosos testigos de este hecho universal en diferentes fósiles, siendo uno de ellos el diente gigantesco de una especie de tiburón que Lacépede refiere al Squalus Carcharias, que supone existe en todos los mares con dimensiones antidiluvianas, pero que los autores modernos traen como distinta especie con el nombre de Carcharodon megalodon.
En el reino mineral escasea el oro y la plata: el cobre y hierro abundan más; la serpentina, el cristal de roca son comunes acompañados muchas veces de la calcedonia y se han encontrado cristalizados. No escasea el mármol y se halla carbón de piedra cargado de asfalto chapapote.
El reino vegetal en sus bellísimas, útiles y variadas especies, en número considerable, creo no tiene rival. Conocidas estas ventajas y antes de pasar adelante no nos parece desacertado esperar de la sabiduría, espíritu público y liberalidad de la primera autoridad, que proponga se nombre por la rica Junta de Fomento, que tanto ha influido en el adelanto del país, una comisión compuesta de cuatro o más personas competentes, de conciencia y saber, para que hagan un reconocimiento científico de la Isla y que anualmente presente cada cual la relación de sus investigaciones geológicas, mineralógicas, botánicas o zoológicas, pues esto puede arrojar mucha luz para el cultivo de la caña y tener otras aplicaciones interesantes. Para conseguirlo, sería preciso pagar convenientemente a los empleados y facilitarles las obras que necesitasen, que son sumamente caras y sabido es, según el dicho de un naturalista, que tan imposible es a un estudiante trabajar sin libros como a un mecánico sin instrumentos.
Volviendo a nuestra interrumpida invención, magnífica es la vista que presenta la Isla de Cuba: su suelo es el predilecto de la Providencia para el importante cultivo de la caña por la naturaleza de sus terrenos fertilizados por caudalosos y cristalinos ríos, por el estado y variaciones de su atmósfera benigna y húmeda y sobre todo por el calor vivificante de su sol tropical. Hermosa perspectiva ofrece la fuerza de su vegetación; en donde está sembrada la caña se miran llanuras de color de verde esmeralda y se ven ondear como las olas del mar sus banderas blancas cual si fuesen el emblema de la paz y la abundancia; sus jardines, donde las flores nunca mueren ni sus pájaros encuentran el invierno que los haga huir a lejanas regiones, están cercados de rosas, jazmines y azucenas, sus alamedas de granados, limones y naranjos; sus elevadas montañas están cubiertas de maderas preciosas y pastos excelentes, y para dar el último colorido a este bello cuadro, así como los clásicos percibían las Diosas coronadas de violas y mirtos para hermosear, dar vida y animación a sus escenas silvestres, las driadas vestidas de musgo reposaban en las frescas grutas y se asociaban en las alamedas, y el eco les repetía palabras de consuelo y amor, así tenemos nosotros nuestro ángel tutelar de los montes en la magestuosa palma, la reina de la vegetación, que parece haber sido colocada por Dios sobre las demás plantas, “para que salude al sol en su venida, la dore el primer esplendor de la mañana y se detenga en su cumbre la luz del moribundo día,” y si el céfiro en su extravío desprende algunas de las plumas que forman su corona, es para demostrarnos lo perecedero de las aspiraciones humanas y que nuestra más noble y elevada misión en la tierra es mirar al cielo, adorar al Supremo Ser y abrigar la esperanza de ser admitidos cariñosamente en el jardín del Paraíso en que irradian los destellos de la Divinidad.
Trinidad 1877. Justo Germán Cantero.