"TIPOS Y COSTUMBRES DE LA ISLA DE CUBA"
Titulo - Tipos y Costumbres de la Isla de Cuba
Autor - Varios
Genero – Costumbres
Publicado por - Miguel de Villa
Impreso en – Habana
Fecha – 1881
Dimensiones – Folio (10 por 13.5 pulgadas)
Cantidad de páginas - 255
Cantidad de tomos - 1
Ilustrado por – Víctor Patricio Landaluze
Taller – Fototipia Taveira
Cantidad de láminas – 20
“Tipos y Costumbres de la Isla de Cuba”.... por los mejores autores de este género.... Colección de artículos.... Obra ilustrada por D. Víctor Patricio Landaluze.... Fototipia Taveira....Primera Serie.... Editor: Miguel de Villa, Obispo Numero 50.... Habana.... Enero de 1881
Así se presenta en su portada este libro considerado con justicia como la obra cumbre del costumbrismo cubano del siglo XIX, editado después de más de dos décadas de ausencia de publicaciones ilustradas de importancia. Vino este a llenar un largo vacío en nuestra grafica impresa producto de los devastadores efectos de la guerra y del poco desarrollo de la cromolitografía (litografía industrial a colores) con fines editoriales en el país.
Fueron varios los factores que contribuyeron a comunicarle su singular importancia a esta obra que a finales de la época republicana era considerada una de las piezas de cabecera de las buenas bibliotecas del país. Entre ellos cuentan:
- sus trascendentes artículos, que más que inocentes estampas funcionaron como el mejor de los sellos para certificar la existencia de una naciente y peculiar identidad criolla. Se debieron estos a la colaboración de la crema y nata de los mejores escritores del patio, entre los cuales destacan Antonio Bachiller y Morales, Francisco de Paula Gelabert, Manuel Costales, José Victoriano Betancourt, etc.
- la calidad de sus ilustraciones salidas de la mano de Víctor Patricio Landaluce, el gran cronista de nuestro costumbrismo colonial, que tras varias décadas de quehacer como ilustrador nos entrega aquí su obra de madurez, culminación de veinte años de trabajo incesante. Estas, más allá de su calidad estética constituyen un valioso testimonio documental sobre la compleja gama de caracteres que forjaron la nacionalidad cubana.
- el uso por primera vez, en función de las ilustraciones de una obra impresa de esta importancia, del novedoso sistema de impresión conocido como fototipia, que fue introducido en el país por el portugués Alfredo Taveira. Este sistema consistía en reproducir dibujos originales llevándolos por medio de la fotografía a clisés donde el cristal recubierto por una capa de gelatina cromada permitía, al entintarlo con una solución grasa especial, obtener reiteradas impresiones.
Comparación con su antecesor:
Al presentar este libro no podemos dejar de referirnos a otro ilustrado por Landaluze, “Los cubanos pintados por sí mismos”, su obra de juventud, editada treinta años antes y dedicado también a la temática costumbrista, con varios artículos de igual nombre y de los mismos autores. Algunos de aquellos personajes iniciales como El Gallero, El Calambuco, El Tabaquero, El Vividor, El Amante de Ventana, etc., que habían visto la luz cuando todavía su creador no había convivido con ellos aparecen de nuevo en esta ocasión. Son ahora mucho más verídicos gracias a la mutua convivencia y más logrados gracias a un oficio acumulado durante treinta años de trabajos ininterrumpidos para las publicaciones periódicas de la época. Por suerte dicho título también se encuentra reflejado en nuestra sección con lo cual el visitante podrá establecer las interesantes comparaciones que ambas obras merecen.
Composición de la obra:
A pesar de su indiscutible calidad, no se libra esta obra de la usual falta de información de las publicaciones cubanas de la época en cuanto a la ubicación y cantidad de sus láminas al no incluir un índice de ilustraciones. Y como sucede que de las cuarenta y cuatro estampas que incluye solo veinte contienen láminas alusivas en su contenido, tradicionalmente se ha hecho difícil precisar si esta se encuentra completa cuando llega a nuevas manos. Para aclarar este aspecto incluimos a continuación la relación de artículos que contiene la obra subrayando aquellos que se editaron acompañados de sus correspondientes ilustraciones:
PAG. -- AUTOR -- ARTICULO
05 -- Antonio Bachiller y Morales -- Introducción.
11 -- M. Costales -- El Oficial de Causas.
19 -- Francisco Valerio -- ¿Bobos?
21 -- Licenciado Vidriera -- El Gallero.
29 -- Antonio Bachiller y Morales -- Ogaño y antaño.
33 -- Francisco de Paula Gelabert -- La Mulata de Rumbo.
41 -- Antonio Bachiller y Morales -- Articulo de otro tiempo.
45 -- Fernando Urzais -- El Bombero del Comercio.
51 -- Francisco de Paula Gelabert -- Una que me conoció chiquito.
57 -- J. Q. Suzarte -- Los Guajiros.
64 -- Nápoles Fajardo -- Décimas.
67 -- Francisco Valerio -- Doña Serafina.
69 -- Francisco de Paula Gelabert -- El Mascavidrio.
77 -- José Ma. Cárdenas y Rodríguez -- El Administrador de Ingenio.
81 -- José Agustín Millan -- El Médico de la Ciudad.
93 -- Francisco de Paula Gelabert -- El Billetero.
101 -- M. Costales -- Testigos de estuche.
105 -- José E. Triay -- El Calesero.
113 -- Francisco de Paula Gelabert -- Un pozo para dos casas.
117 -- Francisco de Paula Gelabert -- El Puesto de Frutas.
123 -- Antonio Bachiller y Morales -- Las Temporadas.
129 -- Carlos Noreña -- Los Negros Curros.
135 -- Francisco de Paula Gelabert -- Un chino, una mulata y unas ranas.
141 -- Enrique FernándezCarrillo -- El Ñáñigo.
147 -- J. V. Betancourt -- Donna Gorgojita.
153 -- Francisco de Paula Gelabert -- El Tabaquero.
159 -- J. V. Betancourt -- El hombre cazuelero.
165 -- José Agustín Millan -- El Calambuco.
175 -- Nápoles Fajardo -- El Guateque.
177 -- Doctor Canta Claro -- El Amante de Ventana.
191 -- Nápoles Fajardo -- Una Cotorra.
193 -- José Joaquín Fernández -- El Mataperros.
197 -- José Ma. Cárdenas y Rodríguez -- El Médico de Campo.
203 -- Nápoles Fajardo -- El Amante rendido.
205 -- Francisco Valerio -- ¡¡Zacatecas!!
211 -- Francisco de Paula Gelabert -- Don Chano y Petronila.
215 -- Nápoles Fajardo -- Mi Hamaca.
217 -- J. García de la Huerta -- El Vividor (guagüero).
227 -- Nápoles Fajardo -- Las Monterías.
229 -- Francisco de Paula Gelabert -- La Vieja Curandera.
237 -- Antonio Bachiller y Morales -- Las modas al principiar el siglo XIX.
243 -- Nápoles Fajardo -- La Vieja Dengosa.
243 -- Manuel de Zequeira y Arango -- El Petrimetre (verso).
245 -- Francisco de Paula Gelabert -- La Partera ó la Comadre.
Entre dichas láminas hay que destacar la de “Los Negros Curros” que a diferencia de las demás fue impresa a todo color usando el método de la cromolitografía que como explicamos anteriormente gozó de muy poco desarrollo en el ramo editorial cubano. Esta lámina sin embargo es una de las más llamativas y pintorescas salidas de nuestras prensas tanto por su riqueza temática como por la calidad de su impresión. Fue preparada en la Litografía Mercantil, que en realidad perfeccionó este método con el objetivo de suplir de etiquetas a la industria tabacalera, y que como vimos en la página introductoria a esta sección realizó también muy buenos trabajos en la década del setenta para las publicaciones periódicas que Landaluce ilustraba.
Detalles sobre la muestra:
Por nuestra parte, siguiendo la tónica de esta sección (no suplantar el papel de críticos o estudiosos más capacitados que nosotros) no incluiremos en sus páginas particulares un análisis o comentario sobre las láminas que mostraremos (cada una en particular lo merece por su trascendencia) dejando en manos de nuestros visitantes la formación sus propios criterios. De acuerdo al orden en que van apareciendo al revisar el libro y a los títulos que estas exhiben el listado de las imágenes que conforman la galería de esta página es el siguiente:
No. Imagen -- Descripción
00 -- Página 5: Introducción.(con imagen alegórica en su parte superior)
01 -- El Oficial de Causas.
02 -- El Gallero.
03 -- La Mulata de Rumbo.
04 -- El Bombero del Comercio.
05a -- Los Guajiros.
05b -- Los Guajiros.(diferente impresión)
06 -- El Mascavidrio.
07 -- El Billetero.
08 -- El Calesero.
09 -- El Puesto de Frutas.
10 -- Los Negros Curros.
11 -- El Ñáñigo.
12 -- El Tabaquero.
13 -- El Calambuco.
14 -- El Amante de Ventana.
15 -- Los Mataperros.
16 -- El Médico de Campo.
17 -- El Zacateca.
18 -- El Vividor.
19 -- La Vieja Curandera.
20 -- La Partera.
21 -- Página 1: portada de presentación.
22 -- Página 3: dedicatoria.
21 -- Página 255: índice de artículos.
Fuentes de consulta:
Ha sido esta obra, por su importancia y la naturaleza de su temática, una de los que más citas y reseñas han merecido por partes de los estudiosos de la historia gráfica cubana. A los interesados en profundizar en su trascendencia y en la vida y obra de su ilustrador les recomendamos las siguientes publicaciones:
El Grabado en Cuba… Juan Sánchez… Habana 1955
Landaluce y el costumbrismo en Cuba… José Antonio Portuondo… Revista Biblioteca Nacional Enero-Abril de 1972
Pintura y grabados coloniales cubanos… Adelaida de Juan… La Habana 1974
Apuntes sobre la pintura y el grabado en Cuba… Jorge Rigol… Habana 1989
De Gutenberg a Landaluce… Jorge R. Bermúdez…. Habana 1990.
Introducción a la obra:
A continuación transcribimos el texto de la introducción escrita por Antonio Bachiller y Morales para este libro donde encontraremos interesantes datos sobre la historia de la literatura costumbrista en Cuba.
INTRODUCCIÓN
La historia de los pueblos aún no está escrita según ya se ha observado. Poco tiempo hace que la historia era el martirologio de las naciones, y su cronología, la de sus gobernantes. Los pueblos de la Edad Media volvían sus ojos hacia las épocas clásicas, para tener no muy exactas ideas de momentos libres y morales para la Humanidad. La imprenta aplicada a todas las exijencias sociales ha tenido que influir de una manera eficaz en dar su fisonomía a los pueblos; y las obras de imaginación y recreo han contribuido acaso más que las graves y serias a este género de ilustración. Al renacimiento, a la difusión de los conocimientos, el periodismo se propuso retratar la sociedad contemporánea y aparecieron los Expectadores, los Censores, las novelas históricas y de costumbres. Inglaterra dio el modelo en el Expectador de Addison, siguióla el francés y en España fue notable por sus formas cultas y su mérito el Pensador que publicó Clavijo, cuyo apellido ha eternizado Beaumarchais y la literatura alemana, que lo han hecho figurar en el personaje de un drama, de quien decía aquel en su viaje a España (Memorias) que ninguno le superaba como escritor. Pronto México tuvo su Pensador, de que se ha reimpreso la colección, como la de Clavijo. En la Habana apareció en el mismo año 1764 un Pensador, que redactaron, según Pezuela, dos abogados llamados Santa Cruz y Urrutia. Todos esos periódicos tenían por principal objeto la pintura de tipos sociales; la censura de los vicios; el retrato social; la historia contemporánea.
El Regañón de la Habana, periódico que publicó D. Buenaventura Ferrer, fue sin duda en ella el más apreciado y apreciable de esos trabajos (año 1800) pero no el único de su especie. Encomendada la redacción del papel de la Sociedad Económica a sus socios por turnos le tocó el suyo a D. Manuel de Zequeira y se dedicó a observar, firmando El Observador curiosos artículos de costumbres. Censurósele en las juntas generales al principiar el siglo XIX, de que hubiera descuidado las secciones del diminuto periódico ocupándola de esos artículos y de poesías; pero su Relox de la Habana y lo demás que dio a la estampa, bien merecía a poderlos coleccionar, figurar en un interesante libro, retrato de la Habana de 1800 a 1805. Colección de tipos cubanos desde los negros que conducían al amanecer a los cuadrúpedos al baño del mar, atropellando cuanto encontraban: desde los arrieros que esperaban el cañonazo del Ave María en las puertas de la ciudad para penetrar en la plaza del mercado; desde las damas en los retirados aposentos cubriéndose el rostro de albayalde y cascarilla; desde los ricos en la holganza y en el juego, hasta los laboriosos talleres y todos los demás tipos sociales.
El renacimiento de las instituciones liberales que se esperaban en el año de 1830 se inició en la Isla desde que amaneció para la Madre Patria. El periodismo se reanimó al asomar esas esperanzas. Una multitud de imitadores de Larra, luego de Mesoneros Romanos brilló en diferentes publicaciones en especial en el Diario de la Habana, todavía entonces de la Sociedad Económica, y desde 1830 hasta diez años después en cuya fecha empezó la era del desarrollo periodístico, y sólo con el nombre de obras por entregas a que abrió el camino con esa frase y con sagacidad D. Mariano Torrente, que nulificó la prohibición vigente de publicar periódicos que no fuesen técnicos. En todos los prospectos se ofrecieron artículos típicos de costumbres insulares. Ya se publicaba en 1830 (salió el primer número el 7 de Noviembre) “La Moda o Recreo Semanal del Bello Sexo.” Colaboró en los primeros números D. Domingo Delmonte, aunque desgraciadamente, para el interés de la obra, poco tiempo: varios de los artículos––Modas––con que empezaba cada número venían a ser de costumbres, porque introducía personajes contemporáneos que discurrían sobre trajes y sucesos nuevos comparándoles con los antiguos defendidos por añejos interlocutores. Los tipos se contraponían en ingeniosos paralelos. La historia de Cuba hasta entonces impresa era pobrísima, como sigue siéndolo, de la narración de nuestras costumbres, de nuestros sucesos populares. Ningún cubano amigo de la historia completa de su país natal, puede leer sin interés esas pocas páginas en que para un objeto al parecer frívolo se evocan memorias de los tiempos del Serenísimo Sr. Almirante y de la extinguida Factoría, y se habla de capitanes de milicias y factores cesantes.
Entre los imitadores del movimiento iniciado en 1830, los que seguían a los maestros de la Península hasta imitando sus pseudónimos, tienen que recordarse a los que han dejado mejores obras del género: a José Victoriano Betancourt y José María de Cárdenas y Rodríguez. Los estilos han variado como los hombres; más escojido y correcto en El Pensador Matritense y en las obras de Fígaro; sencillo hasta ser vulgar en El Regañón, sin desaliño más popular e intencionado en El Pensador Mexicano, pues Lizardi hacía el sacrificio de descender al terreno en que creía más ventajoso su Apostolado. No desconocía Lizardi a los buenos hablistas: el recuerdo del Quijote se ve en cada línea del Periquillo Sarniento, gran cuadro de tipos de costumbres; hasta puso el nombre de Quijotita a otra novela y el de D. Cuatrín de la Fachenda a su tipo contemporáneo. En las obras de Betancourt El día de Reyes, Un velorio en Jesús María, Los Ñáñigos, en fin, no podían dejar de encontrarse en la narración los escollos de unas materias tan escabrosas para el estilo y para la lengua.
Los productos de ese movimiento han sido escasos pero no desprovistos de mérito en consideración a los obstáculos que han tenido que vencer. Aun cuando no quedase como memoria más que el interesante libro de Jeremías Docaransa de esos esfuerzos de los aficionados al estudio de las costumbres, él bastaría para su honra. Pero no es ese el único monumento que existe en nuestra pobre historia local.
El libro de Docaransa es sin duda uno de los más bellamente impresos en Cuba y de los mejores de su clase: se tituló “Colección de artículos satíricos de costumbres” por D. José M. de Cárdenas y Rodríguez (Jeremías Docaransa). Se imprimió en 1847 en la oficina del Faro Industrial, como las obras de Milanés y las Antigüedades Americanas que honran a los tipógrafos del país. Cárdenas había publicado en los periódicos y en su mayor parte en el Faro Industrial en que fuimos compañeros esos artículos con su anagrama. Otros, como ya dije, usaron de pseudónimo: el Crítico Parlero, traducción del Curioso Parlante; el Sitiero de Camoa, el Solitario de Casa Blanca y otros muchos: Querubín de la Ronda, Salantis fueron antifases de Miguel Porto y Stanislas; y para no dejar de imitar a Larra hubo varios Bachilleres algunos parientes del que esto escribe: Br. Cándido Tijereta; Br. Tirso de Porra y Saeta y tantos que no recuerdo.
Pero el entusiasmo de la época en que se escribieron los primeros ensayos de la literatura sobre costumbres cubanas tuvo de 1830 a 1837 la levadura política y muchos de los trabajos impresos posteriormente pertenecen a esa época: entonces la leyenda provincial se entregó a recuerdos de lo pasado y se inició la novela histórica: se escribió sobre los Bandidos de la Epoca del más incansable de sus perseguidores el Marqués de la Torre, ya entonces antiguo Capitán General; de los jugadores refiriéndose a las épocas de Vives en los Dos Cuadros (1519-1828) las dos misas, la primera bajo una seiba y la segunda en el Templete que la sustituía; la cueva de Taganana que precedió a Cecilia Valdés, amplio retrato de las ferias cívico-religiosas de que ya quedamos muy pocos testigos. Eran tipos todos de cosas que sucedían o habían precisamente de haber sucedido.––Los tiempos cambiaron y las luchas nuevas dieron otro curso a las formas y al entusiasmo: sucedieron las discusiones de la filosofía de que tenemos que separarnos aquí: los desengaños, los contratiempos alejaron a los unos; y otras ocupaciones a los más. Observó Villaverde al ocuparse del libro de Cárdenas (1847) que había diez años que sólo se escribían versos en la literatura amena.
Y tal era el furor poético que D. Bartolomé J. Crespo publicó un cuaderno en octavo con el título de “Las Habaneras pintadas por sí mismas, en miniatura” (Oliva, 1847) en verso; la dedicó al Sr. D. Vicente Osés.
Hasta 1852 no recuerda el que suscribe nada que mejorase los ensayos anteriores, en este año se publicó la primera colección especial de tipos.––“Los Cubanos pintados por sí mismos” se agotaron los recursos de la época para hacer un libro de lujo. Ilustraba la obra el inteligente Landaluce y eran los grabados hechos por D. José de Robles en láminas tiradas a parte en papel de china. Debió constar la obra de 2 tomos y sólo se publicó uno. Se reprodujeron algunos tipos ya impresos y bien recibidos de los que entonces escribían sobre asuntos semejantes o análogos, y se ofreció una extensa colaboración; que con referirse al año de 1852, casi han desaparecido de este mundo los que en la lista figuraban. Pero queda alguno y aún ofrece su colaboración al libro de que son parte estas líneas. El Sr. D. Blas San Millán escribió el prólogo o introducción del libro encomiando el propósito de los Cubanos que querían pintarse como lo hicieron antes los franceses y los españoles. Estrechó el círculo de los escritores al parecer cuando sostuvo que los tipos––“defectos o genialidades, por mejor decir han de ser peculiares del país; porque mal se pintarían por ejemplo los franceses copiando los hábitos y costumbres de los ingleses o de los españoles:”––Felicia, que contribuyó a la obra con el tipo de una coqueta, casi se encargó de combatir esa opinión al principiar su obra indicando que––“Hay en la gran familia humana algunos tipos generales que a todos los países pertenecen y como ciertos planetas… brotan bajo cualquier cielo.” Testigo de esto la coqueta.
Y tenía razón la inteligente y simpática hija del querido maestro Auber: en todo lo que sea moral, si son invariables los principios, son muy diversas las formas de la humanidad, más que las de su expresión o las lenguas. ¿Quién encontrará hoy el tipo del bodeguero en la Habana de fines del siglo anterior? ¿Dónde el del tendero mixto del campo hasta muy corrido el actual? Ellos influían en todas las familias por los esclavos y criados,0 sus comensales y contertulios; ellos acuñaban moneda con el nombre de chicos y cuartillos con hoja de lata, cobre o madera y los anticuarios mexicanos han escrito libros con láminas para perpetuar esa costumbre soberana, que allá también tuvieron.––Quevedo ya lo observó, que con Cervantes tanto han influido en las literaturas extranjeras que imitaban los españoles, hasta el punto que ha reconocido Mr. Victor Fournel en su estudio sobre los romances cómicos. “Siempre, decía el filósofo español, se hicieron en el mundo las mismas cosas, y sólo es nuevo el modo de hacerlas en diversas épocas.”––Hasta el libro de Scarron a que ese prólogo precede se parece en esencia al viaje entretenido de Fernando de Rojas.––Como se distingue la canoa del primer navegante del buque de vapor de hoy, se diferencian los cuentos de Buenaventura Des Periers, del Cymbulum Mundi, de Gerónimo Morlini (italiano), de Bocacio y los Decamerones, de la novela y de los tipos de costumbres actuales: sólo es nuevo el modo de hacerlo.
Los artículos de costumbres tienen que ser auxiliares de la historia como lo ha sido la novela: las dos guerras civiles de Granada, las dos conquistas de España con la pretensión de historias verdaderas; las debidas a G. Scott, F. Cooper y sus imitadores han exparcido más instrucción histórica en el mundo que todas las crónicas, anales, memorias y ordenadas historias de los pueblos.
Las modas, las costumbres hacen mudar los accesorios de los hechos ya libres, ya voluntarios, en cuanto se refiera a la humanidad. Como cuestión de arte cada cuadro es una copia de lo que sucede verdadero o verosímil: se desciende hasta el tipo individual en el género histórico: pero si el tipo tiene que ser individual la personalidad injuriosa es grosera: ni siquiera la caricatura puede cargarse en artículos de costumbres.––Hay en las obras sobre tipos de costumbres mucho más de arte que en otras variedades del género histórico: entra en ellas más de imaginativo y fantástico. La literatura tiene que ocuparse del libro, no sólo de la idea y en la armonía de la forma con la esencia campea la crítica estética. Antes de que el contemporáneo Revilla, justamente celebrado como excelente crítico, publicase sus lecciones sobre literatura, un Hispano Americano, V. F. López (1845) catedrático en Chile, escribió su Curso de Bellas Letras, dividiendo su trabajo en una forma muy análoga a la del Sr. Revilla en que se separaban de los planes de exposición anteriores.
Las consideraciones en que se fijaba para demostrar la necesidad de cambios en la redacción de la historia según las épocas, son más aplicables a las obras sobre costumbres: “el primer hecho que presenta un ser libre es la facultad de cambiar continuamente sus condiciones morales y ofrecer en estos cambios la razón de todas las situaciones de su vida.”––Una bien encadenada serie de observaciones conduce al hombre a encontrar en la historia la ley del progreso como principio fijo en sus infinitos cambios.
“El establecimiento de los gobiernos representativos, agregaba, ha hecho que la historia que antes no era sino la ciencia de los príncipes es hoy la de los ciudadanos, la ciencia de los que tienen el deber de conocer la naturaleza de la sociedad para dirigir bien sus movimientos.”
Era una necesidad histórica continuar los esfuerzos hechos hasta hoy por los aficionados a la especialidad objeto de este libro y a llenarla ha respondido su editor D. M. de Villa sin perdonar sacrificio para conseguirlo. La obra reproducirá algunos tipos ya célebres de los que no envejecen, ni pierden con los años; modificarán otros sus autores y serán originalmente escritos para la ocasión los demás. Entre los que en los últimos años han coleccionado sus trabajos, figurarán siempre los Sres. Valerio y Gelabert, por sus apreciables dotes.
Antonio Bachiller y Morales