"LOS CUBANOS PINTADOS POR SI MISMOS"

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Titulo - Los Cubanos Pintados por Si Mismos.

Autor - Varios

Genero - Costumbres

Publicado por - Blas de San Millan.

Impreso en - Imprenta de Barcina, Habana.

Fecha - 1852

Cantidad de tomos - 1

Cantidad de páginas - 332

Dimensiones - 6 por 9 pulgadas.

Ilustrado por - Víctor Patricio Landaluze, D. José Robles.          

Cantidad de láminas - 20 + 1 de presentación.

Los Cubanos Pintados por Si Mismos. ....Colección de tipos cubanos.... Edición de Lujo.... Ilustrada por Landaluze.... con grabados de José Robles.... Imprenta y papelería de Barcina..... Habana...1852. –  Así se presenta uno de los libros más interesantes entre los reproducidos en esta sección por constituir su ilustraciones la que pudiéramos definir como “obra de juventud” del gran pintor del costumbrismo del XIX cubano, Víctor Patricio Landaluze.

Se encuentra este conformado por treinta y ocho artículos de costumbres, salidos de la pluma de los escritores más sobresalientes del momento, entre los cuales destacan José Victoriano Betancourt, Manuel Costales, Manuel Zequeira, José María de Cárdenas, etc.

Para adornarlos se auxilió el impresor de diversos grabados en madera preparados por José Robles e incorporados en forma de viñetas y pequeñas imágenes dentro de los textos. A ello se unen veinte láminas litografiadas a página completa, dibujadas unas por Robles y otras por Landaluze pues así lo anuncia la portada y sus firmas en algunas ocasiones. Este aspecto de la cantidad exacta de láminas se ha discutido mucho debido a los pocos ejemplares que persisten y a que varias de las estampas no se acompañaron con la ilustración correspondiente. Respecto a su calidad el criterio general es que resultan simplistas y algo imperfectas, debido tal vez a que todavía por esos tiempos su creador no había arribado a Cuba y debió haberse guiado para crearlas por referencias ajenas.  Tal vez por ello sea que treinta años más tarde este se decidiera a desquitarse preparando la obra cumbre del costumbrismo cubano, “Tipos y costumbres de la Isla de Cuba”. Reproducida también en nuestras páginas, veremos en ella muchos de los mismos personajes de ahora: El Vividor, El Calambuco, El Gallero, El Tabaquero, etc., pero dibujados en dicha ocasión con mano maestra para darnos un reflejo sin par del mundo criollo de entonces.

Para ayudarnos en nuestro indagar sobre esta obra veamos lo que nos dice Trelles en el tomo III de su “Bibliografía Cubana del Siglo XIX”

CUBANOS, LOS, PINTADOS POR SI MISMOS.

Colección de tipos cubanos. Edición de lujo ilustrada por Landaluze, con grabados de D. José Robles. Tomo 10. Habana. Imprenta de Barcina. 1852. En 40, 332 (2) ps. y 21 láminas. No llegó á publicarse el segundo tomo.

Sumario: Introducción, por BIas J. San Martin. La Coqueta, por Felicia. El Lechero, por Rafael Otero. La Casamentera, por Manuel Larios. El Tabaquero, por Santalis, La Suegra, por Savage. El Estudiante, por E. Arriaza, El Acreedor refaccionista, por M. Costales. La Vieja-verde, por Dr. Canta Claro. El Localista, por J. M. de Cárdenas. El Vividor, por Joaquín G. de la Huerta. La Solterona, por José V. Betancourt. El Peón de ganados, por R. I. Morales. El Pica-pleitos, por Andrés López Consuegra. El Calambuco, por José A. Millán. El Corredor, por Fabio. El Gurrupié, por Manuel de Sequeira. El Procurador, por Manuel G. Aguilar. El Gallero, por el Ldo Vidrieras. El educado en casa, por F. Milanés. El Mataperros, por J. J. Hernández.

Esta obra apareció en Abril y se repartió por entregas. Su primer título era: "Los Cubanos pintados por si mismos", que fue sustituido después por el de "Tipos Cubanos". La editó D. José A. Millan. Léase la crítica de la Aurora del  6 y 14 de Mayo de 1852.

A continuación incluimos el índice de la obra que se hace interesante debido a la estrecha relación entre los títulos de sus artículos y de sus láminas:

Introducción --   por D. Blas San Millan --  1.

La coqueta – por Felicia – 7.

El lechero – por D. Rafael Otero – 21.

La casamentera – por D. Manuel Larios – 31.

El tabaquero – por Salantis – 41.

La suegra – por D. Santiago Savage – 55.

El estudiante – por D. Eugenio Arriaza – 63.

El acreedor refaccionista – por D. Manuel Costales – 72.

La vieja verde – por el Dr. Canta-claro – 81.

El localista – por D. José Mª. de Cárdenas – 94.

El vividor – por D. Joaquín G. de la Huerta – 101.

La solterona – por D. J. V. Betancourt – 111.

El peón de ganados – por D. Ramón I. Morales – 119.

El pica-pleitos – por D. Andrés Lopez Consuegra – 123.

El calambuco – por D. José Agustín Millan – 129.

La comadre – por D. José Mª. de Cárdenas – 139.

El empleado – por D. Manuel Larios – 149.

El corredor – Por Fabio – 157.

El gurrupié – por D. Manuel de Sequeira – 165.

El médico de campo – por D. José Mª. de Cárdenas – 173.

El médico – por D. José Agustín Millan – 180.

El administrador de ingenio – por D. José Mª. de Cárdenas – 192.

El director de escuelitas – por D. Joaquín G. de la Huerta – 197.

El procurador – por D. Manuel G. de Aguilar – 203.

La vieja curandera – por D. J. V. Betancourt – 209.

El editor de un periódico – por D. José Mª. de Cárdenas – 216.

El oficial de causas – por D. Manuel Costales – 221.

El gallero – por el Ldo. Vidrieras – 229.

El amante de ventana – por el Dr. Canta-claro – 237.

El educado fuera – por D. José Mª. de Cárdenas – 252.

El poetastro – por D. Joaquín G. de la Huerta – 259.

El escritor novel – por D. J. V. Betancourt – 267.

El maestro de escuela – por D. José Agustín Millan – 275.

El testaférrea – por D. Manuel Costales – 289.

El músico aficionado – por D. José Agustín Millan – 293.

El educado en casa – por D. F. Milanés – 305.

El mataperros – por D. J. J. Hernández – 313.

El litigante – por D. Manuel de Sequeira – 319.

La vecina pobre – por D. J. V. Betancourt – 327.

Cantidad de láminas de la obra:

Aunque como vemos los editores incluyeron en su página final el necesario índice de las estampas que incluye el libro estos no aclararon cuales de ellas aparecían acompañadas con sus correspondientes ilustraciones. Esto ha dado lugar a grandes discrepancias entre los estudiosos y anticuarios que han reseñado la obra desde inicios del siglo pasado. Así mientras Trelles le atribuye 332 páginas y 21 láminas como vimos anteriormente, Antonio Palaú en su “Manual del Librero Hispano-Americano, tomo II, Barcelona, 1924, la define con 334 páginas y 18 láminas. En realidad estamos bastante seguros de que Trelles se equivocó en cuanto a los títulos que cita. Ni en el ejemplar que poseemos ni en otros dos que hemos podido revisar aparecen los siguientes grabados: El acreedor refaccionista, El localista, La solterona, El pica-pleitos, El procurador, El educado en casa y El mataperros. Sin embargo, considerando la lámina de presentación del libro como una más, en lo que sí parece estar en lo cierto es en la cantidad de ilustraciones (21). Ello nos hace suponer que aunque Trelles tenía una información correcta sobre este aspecto nunca tuvo el libro ante sus ojos.

Una versión interesante al respecto aparece en un escrito a máquina que encontramos dentro de uno de los ejemplares revisados (copiado al parecer de una publicación de época) el cual refiere que inicialmente la obra se editó por entregas con una tirada limitada de acuerdo al número de suscriptores. Cuando estos encuadernaron la colección de los cuadernillos recibidos sus volúmenes sumaron solo 18 láminas. Pero posteriormente, al resolver su editor D. José Agustín Millán reeditar los sobrantes de la tirada y encuadernarlos formando colección para una mejor venta y distribución, le cambió algunos grabados (que habían sido objeto de quejas) y le agregó otros para mejorar la edición que de esa forma llegó a quienes la adquirieron entonces contando con 20 láminas.

Detalles sobre la muestra:

Toda esta controversia le infunde gran interés a la galería de esta página donde podremos ver las ilustraciones que según el volumen que hoy reproducimos componen esta obra. Tal vez en un futuro gracias a la colaboración de otros coleccionistas nuevas láminas salgan a la luz. La relación de sus imágenes es la siguiente:

No. imagen -- Descripción

00a --  Lamina de presentación

00b --  Portada de presentación

01 --  La Coqueta

02 --  El Lechero

03 --  La Casamentera

04 --  El Tabaquero.

05 --  La Suegra.

06 --  El Estudiante.

07 --  La Vieja Verde

08 --  El Vividor Guaguero.

09 --  El Peón de Ganado.

10 --  El Calambuco.

11 --  El Corredor.

12 --  El Gurrupie.

13 -- El Médico.

14 --  La Vieja Curandera.

15 --  El Oficial de Causas.

16 --  El Gallero.

17 -- El Amante de Ventana.

18 -- El Maestro de Escuela

19 --  El Músico Aficionado.

20 --  El Litigante.

A continuación de dichas láminas hemos añadido las imágenes correspondientes a cinco páginas del libro que incluyeron pequeñas ilustraciones impresas en madera o xilografía intercaladas dentro de sus textos.

21 -- Imagen de la página 3 

22 -- Imagen de la página 46

23 -- Imagen de la página 59

24 -- Imagen de la página 75

25 -- Imagen de la página 171


Por ultimo incluimos otro elemento de interés para analizar esta obra, la introducción escrita por Blas San Millan que aparece en sus páginas iniciales:

INTRODUCCION
Pocos sufren con paciencia la crítica ó censura y mucho menos la sátira de los otros, aunque sea justa: ciegos ó muy tolerantes con nuestros defectos, somos linces y de poco aguante con los de los demás. Es verdad que algunas veces hacemos alarde de conocer nuestras faltas y de querer confesarlas ingenuamente; pero es con su cuenta y razón y lo verificamos, si nos atrevemos, con tal tiento, con tanta maña, que solo descubrimos lo que nos permite nuestro amor propio; mas una mano estraña nos arranca violentamente la careta, y nos pone á la burla del público, añadiendo el ludibrio y la injusticia á su punzante acusación. Las naciones son como los individuos; el menor sarcasmo estrangero hiere agudamente nuestra nacionalidad, y no perdonamos á los que no nacieron en nuestro suelo, que con verdad ó sin ella nos zahieran, ni aun siquiera que nos aconsejen. Tal vez ha provenido de tan general propensión la idea que han tenido algunos pueblos de pintarse con mano propia y de presentarse al universo no solamente con sus lindezas y bellas cualidades, sino hasta con sus torceduras y jorobas; en una palabra, con sus pelos y señales; sin correr el riesgo de que la emulación de los estraños achique lo bueno y pondere lo malo con su rivalidad ordinaria.

De aquí dos consecuencias muy claras: la primera, que correspondiendo al arte esta pintura, húyese en ella de todo lo atroz, de todo lo abominable; bien que los crímenes  no forman el carácter de ningún pueblo, son el triste fruto de la depravación de algunos individuos en todos, y su represión no incumbe á la literatura, sino á los tribunales. De este modo la mano propia corre ligeramente en tales cuadros, donde el ridículo, y no muy en demasía, hace todo el gasto. La segunda consecuencia consiste en que los defectos ó las genialidades, por mejor decir, han de ser peculiares del país; porque mal se pintarían los franceses, por ejemplo, copiando los hábitos y costumbres de los ingleses ó de los españoles; ó bien retratando las propensiones y fenómenos generales que pertenecen á la especie entera y no á una nacion en particular. Es verdad que en cada una de ellas toman estas afecciones ó sentimientos comunes de la humanidad un carácter privativo; y, bajo este aspecto, es curioso y muy filosófico ver si la coqueta cubana, contrayéndonos á este tipo, es igual á las demás coquetas, ó bien cuales son sus diferencias. Todo esto nos fija los justos límites hasta donde puede llegarse en tales copias; siempre que bajo cada aspecto, nos retraten el original del pais en que se emprenden, queda vencida la dificultad principal, á la manera del retratista, en quien la semejanza, hasta de lo que no es bello, forma su mayor mérito.

Los Cubanos han querido pintarse á sí mismos y sin duda por los mismos motivos que han impulsado á franceses y españoles y que hemos tocado mas arriba, tanto en bien como en mal, manifestar lo que valen: su intento no es formar caricaturas, sino retratos de tipos dados y esactos, no individualidades, sino fenómenos generales de la población y de sus costumbres en cada clase; esto les hará tropezar algunas veces con las ridiculeces; ¿y en dónde no abundan?  Pero delineados los usos, los rasgos característicos, las profesiones, todas las maneras de vivir á que nos sugetan las condiciones precisas de cuanto nos rodea, con mano ligera, y con esa candidez franca á quien no ruboriza el elogio ni el vituperio propios cuando son verdaderos, se tendrá un cuadro agradable, un espejo sincero en que nos miremos y por el que podremos rehacer algún rizo que se desbarate del peinado, ó estirar alguna arruga de la corbata. ¿Qué nación es tan perfecta que un semejante espejo no le presente algún desaliño, ó algún descuido en su modo de vivir?  No hay que temer que vayamos á buscar los tipos mas odiosos, ni que por hacer reir, ridiculicemos lo bueno, lo bello; pero tampoco vamos a disfrazarnos de manera que no nos conozcamos á nosotros mismos: la verdad, el desenfado para decirla sin pueriles reparos, la decencia en la expresión para no escandalizar por el vil precio de merecer la aprobación de los que no aplauden sino el escándalo, el chiste que complace á la razón porque nace del pensamiento y no de la malicia de las pasiones; estos son nuestros propósitos, ó por mejor decir los de los autores de estos cuadros, á que no pertenece el que escribe estas líneas, púes lo contrario sería una contradicción del título de la obra y por lo tanto que recomienda mas por su desinterés la imparcialidad de este juicio.

Tal objeto basta por sí solo para su encarecimiento. Y con efecto, sin entrar en cuanto pudiera decirse con respecto á lo beneficioso que deba ser á la ilustración del país una producción en que tantos de sus hijos hayan de ocuparse dignamente en asuntos tan agradables é instructivos y en que dando riendas a su imaginación regularizada por buenos principios y sanas ideas se ejerciten en los nobles trabajos de la literatura, aun pueden advertirse en esta obra ventajas mucho mas filosóficas; porque el estudio que ha de hacerse de los caracteres y de los usos, de los hombres y de las cosas, del origen de tal costumbre, ó de tal estravío ó preocupación, si se quiere, ha de obligar á investigaciones de mucha importancia, que interesan á la moral, á la economía y á la misma política. Los Cubanos tienen que conocerse para pintarse con verdad, tienen que estimarse en lo que son y por lo que son; y no aspirarían á la empresa de trazar tales cuadros si hubieran de retratar unos originales sin fisonomía propia, que los distinguiera de lo estraño, y que los relacionara con todo aquello por lo que existen, pues esto es ciertamente la causa de que existan tales como son, tales como intentan pintarse. Bajo este concepto la obra que presentan es de mucha mas trascendencia de lo que aparece á primera vista y su desempeño un verdadero servicio al país y á las letras.

                                                                                                     Blas San Millan.